Sobre Almodóvar, Boyero y los trolls
Cuando nos sentamos cómodamente a ver una película en una butaca de cine no somos conscientes del sacrificio y el esfuerzo que hay detrás de cada una de esas imágenes en movimiento que pasan ante nuestros ojos. Un guionista se puede pasar meses o incluso años escribiendo obsesivamente una historia. Al acabarla, después de mucho esfuerzo e ilusión, se la hará llegar a un productor, que probablemente la enterrará debajo de las otras cien sin leer que tiene en su despacho. Algunas veces los astros se alinean y tal vez esa historia, parida con tanto esfuerzo, puede que convenza a los productores, esos señores con mala fama que, contra lo que se pueda pensar, no siempre van fumado un puro. Estos productores, ilusionados con el proyecto, buscarán financiación (derechos de antena de las televisiones, subvenciones del Ministerio, preventas…) y montarán un presupuesto, siempre insuficiente para las necesidades de la historia. Tendrán que arriesgar y adelantar el dinero, porque el Ministerio y las televisiones no les pagan hasta mucho después del rodaje (muchos han perdido sus casas o directamente se han arruinado); también tendrán que buscar a un director para el proyecto – una decisión arriesgadísima-, que no siempre va a coincidir con el guionista y, por último, tendrán que ponerse con la difícil tarea de organizar el rodaje. Dos o tres meses antes del primer grito de “acción” ya habrá que empezar a trabajar duro: hay que contratar al equipo técnico y artístico, buscar localizaciones, construir decorados, ensayar con los actores y en general preparar todo para que durante las ocho o diez semanas de rodaje todo vaya sobre ruedas (el más mínimo fallo supone mucho dinero). Cualquiera que haya estado en un rodaje de cine sabrá que aquello es cualquier cosa menos glamour: madrugones inhumanos, jornadas extenuantes, esperas larguísimas entre plano y plano, imprevistos que ponen los nervios de punta a todo el equipo, pésima alimentación…, en fin, todos los problemas que uno se pueda imaginar en un equipo de treinta personas interdependientes trabajando al límite de tiempo y de dinero. Al acabar el rodaje se tendrán en un ordenador un montón de planos que no han sido rodados cronológicamente según el guión, habrán sido rodados por localizaciones, de modo que el montador, a las órdenes del director, se pasará semanas delante del ordenador uniendo todos aquellos planos como si se tratara de un inmenso puzzle que se pudiese ensamblar de infinitas maneras. No exagero al afirmar que, visto cómo es el proceso de creación de una película, ver esas imágenes en movimiento, con un sentido narrativo, a mí me parece casi un milagro.
Cuando la película se estrene (muchas no se estrenan), los responsables del proyecto mirarán a la prensa con ansiedad para ver qué opina la crítica. Cualquiera que conozca el trabajo ingente que hay detrás de un proyecto cinematográfico puede entender la reacción airada de un director/productor cuando los críticos despedazan sin ningún respeto –y sobre todo sin ningún criterio- el trabajo durísimo de años. Por supuesto que se puede criticar una película fallida, pero lo mínimo que hay que pedir, como para cualquier otra obra de arte, es respeto y si es posible criterio.
Hace unos días se hablaba aquí de la polémica entre Almodóvar y el crítico de cine Carlos Boyero, al respecto del tratamiento despectivo que el crítico de EL PAÍS hacía de “Los abrazos rotos”, la última película del director manchego. Yo compro EL PAÍS a diario desde hace muchísimos años, y sin embargo me niego a leer las críticas de cine de Boyero, precisamente por lo irrespetuoso, chulesco y arbitrario de sus comentarios. Debo admitir que con la película de Almodóvar, tal vez por morbo, hice una excepción: leí tanto la crítica del estreno madrileño como la del pase en Cannes, constatando, una vez más, que el crítico antepone su inmensa inquina personal hacia el manchego a cualquier argumentación cinematográfica. Boyero se jactaba de no haber ido al pase de Cannes porque ya había visto la película en el estreno en Madrid y él “no es un masoquista”… entre otras muchas perlas. ¿Qué clase de profesional puede informar de una película importante, en un festival como Cannes, sin haber ido a la proyección, donde la reacción del público es uno de los hitos informativos?
En una entrevista le oí decir a Almodóvar que llevaba dos años, día y noche, con “Los abrazos rotos” en la cabeza. Le creo: es tantísimo lo que un director de cine tiene que contralar en el proceso de creación de una película que me creo que ésta se pueda convertir en una obsesión. Por contraste, el trabajo de Boyero es infinitamente más sencillo: el caballero se sienta delante de su mesa camilla, debajo del chorro de aire acondicionado, con un zumo de naranja fresquito y un cuarteto de cuerda de fondo, y en dos horas y media ha despachado su crítica cinematográfica del viernes. ¿No es realmente doloroso que se ataque de una forma tan fácil, sobre todo tan fácil, el trabajo durísimo de dos años? Yo creo que sí, y francamente no me sorprendió la reacción de Almodóvar. Por supuesto, tampoco nos olvidemos del gran ego de nuestro cineasta internacional.
Precisamente el día que se publicó aquí el post con la polémica Almodóvar-Boyero, hubo algún airado comentarista que se permitió el lujo de cuestionar la idoneidad de una noticia así en un medio LGTB. Tal vez nunca nos hemos parado a pensar cuántas horas le pueden dedicar al día las personas que hacen DM: cuántas horas, cuánto talento y sobre todo cuánta generosidad para que, día a día, nosotros estemos aquí bien informados y entretenidos con esta estupenda página. Por supuesto que se puede criticar su trabajo, faltaría más, pero con respeto y con criterio. Sin embargo, entre el altísimo nivel de los foreros habituales, hay un grupito de trolls que, sistemáticamente, se dedican no ya a criticar sino directamente a boicotear los posts, como si el trabajo objetivamente bien hecho de DM (ahí están los miles de visitas) les produjese sarpullidos en forma de comentarios. Salvando las distancias, me recuerdan a Boyero, en el fondo una persona estreñida proyectando su ira contra un director de cine que tiene dos oscars. Posiblemente detrás del comportamiento absurdo de los trolls también haya algo de impotencia, abundantemente macerada en aburrimiento: ¿no tienen nada mejor que hacer?. Tirando del refranero, yo les propongo una receta muy sencilla a mis amigos de DM: no hay mejor desprecio que no hacer aprecio. Y mira, a lo mejor la receta también le venía bien a Almodóvar.
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Pues sí, Rafael, tienes toda la razón.
Nunca he entendido el trabajo de «crítico de…» pero bueno, entiendo que hay que crear puestos de trabajo y la gente tiene que pagar sus facturas. Sin embargo, me parece demasiado fácil el hablar mejor o peor de las películas sin tener en cuenta todo lo que ha rodeado a la creación de éstas. Yo, desde luego, antes de ver una película, ni leo las críticas ni escucho los comentarios de la gente que la ha visto; prefiero asistir a la proyección con la mente despejada y sin influencias externas.
Por otra parte, me alegra que lo que has dicho sobre los críticos lo extrapoles también a los trolls. Lo único que diferencia a los cineastas de quienes hacen DM, es que éstos últimos lo hacen por amor al arte (nunca mejor dicho) y arañando el tiempo libre que les puedan dejar sus múltiples ocupaciones. Por desgracia, las facturas que tienen que pagar, no son sufragadas DM ni por la FELGTB, al contrario de lo que pueda pensar algún troll malintencionado.
Creo que todos somos lo suficientemente adultos para interpretar con espíritu crítico todo cuanto leemos, pero también deberíamos serlo para asumir que no todo lo que leemos tiene por qué gustarnos ni interesarnos. No es la primera vez que ante un ataque a DM yo he contestado al «crítico» de turno que si no le interesa lo que pone en DM por qué no crea su propio blog. Muchos de nosotros lo tenemos.
En fin, no creo que este post suponga un punto de inflexión en DM pero espero que sí lo sea de reflexión. Para mí, desde luego, lo ha sido.
Gracias, Rafael.
Hombre, no sé, tal vez Uwe Boll (un ejemplo extremo, me hago cargo) y su equipo técnico y artístico pongan todo el empeño del mundo en hacer buenos productos cinematográficos (que lo dudo), y a lo mejor les cuesta sangre, sudor y lágrimas sacar adelante sus proyectos, pero eso no quita para que las películas que finalmente aterrizan en las salas comerciales de medio mundo sean horrorosas y cualquiera, desde el crítico más repelente hasta el espectador más estafado puedan gritar a los cuatro vientos, cada uno desde el medio que se lo permita, lo tremendamente insoportable (por decir algo) que les ha parecido la última «obra» del director alemán. Me consta que los «análisis» que se suelen hacer de sus películas son de todo menos razonados: directamente se avisa a navegantes que son auténticos truños y ya está. A veces despedazar con criterio un producto abyecto no entra dentro de los ánimos de nadie: el lenguaje nos da la oportunidad de transmitir el mismo mensaje, conciso y directo, sin perderse en mil y un detalles que no conducen a ningún lado, sólo a decir que la película en cuestión es una m… pinchada en un palo. Con Boyero pasa más o menos lo mismo. Si no le gusta el cine de Almodóvar, salvo tres o cuatro películas, no le gusta y punto, está en su derecho (y obligación, ya que cobra por ello) de decirlo abiertamente, faltaría más. Lo que pasa que a este tío, que como crítico cinematográfico deja bastante que desear, y por eso hay que darle de comer aparte, le pierden las formas, sus fobias particulares (que no son pocas), el absoluto desprecio por sus lectores y su profesión y su insufrible personalidad. Casi nada, vamos.
EL caso es que creo que una cosa es la crítica constructiva, centrada en el producto, siempre acompañada con un poquito de piedad y compasión, si es mala y otra bien distinta es el ataque ad hominem, que es lo que hacen los trolls y Carlos Boyero
Tema este que admite muchas subjetividades.
Yo estoy de acuerdo con Charlie. El hecho de que se hayan esforzado mucho para hacer una película, no exime de poder criticarla.
No hay porque insultar al director y mentar a su madre (a no ser que la peli haya sido horrendamente mala XD) pero criticar ha de ser posible siempre.
Por lo demás, dudo que Almodovar precisamente tenga los mismos problemas para poner en marcha una película, y exhibirla, que pueda tener Nacho Vigalondo, o cualquier otro director joven en este país, que en el panorama cinematográfico condena al ostracismo a todo aquel que intente hacer algo distinto y minimamente original o de género.
A mí me parece bien que exista la crítica, si se realiza de forma activa, documentada y acompañada de un buen razonamiento, puede guiar al espectador e incluso mostrarle detalles que no ha percibido. Lo que no se puede admitir es que un crítico cobre para limitarse a decir que algo no le gusta «porque sí».
De acuerdo que Almodóvar es un privilegiado dentro de nuestro cine, pero se lo ha currado y merece como cualquier otro creador un respeto. Por supuesto que se pueden hacer críticas negativas, pero siempre desde la razón, nunca mediante el exabrupto.
No todas las personas mediocres son además mezquinas. Cuando confluyen estas dos características personales, resulta alguien como Boyero. Tiene la inteligencia para mantenerse calladito, pero cuando detecta que esa persona a la que tanto envidia puede haberse equivocado, cuando esta persona flaquea, o comete un error, entonces sabe que es el momento de lanzarse a la yugular. Boyero sabe que quizá ‘Los abrazos rotos’ no es la mejor película de Almodóvar. No sólo eso, sabe que muchos de la generación que le encumbró y que supo entender su obra, ahora se han aburguesado y ya no les gusta su cine. Por eso, ha visto el momento de atacar, y no ha dudado en vengarse. Es la ‘victoria’ del zafio. Machacando al genio, obtiene su momento de gloria. Estará contento.
Estupenda reflexión, Rafael, me ha gustado mucho.
Yo creo que todo proceso creativo merece un respeto, pero a la vez, toda obra de creación es criticable. El problema se presenta cuando dicha crítica la hace alguien que no tiene ni idea de lo que está hablando (pecado que solemos cometer todos, tiro mi primera piedra). A mí, por ejemplo, me cuesta muchísimo trabajo ver una película de Dreyer y cuando fui a ver “Gertrud” tuve que hacer verdaderos esfuerzos para no quedarme dormido (bueno, los esfuerzos para que yo no me quedara dormido los hacía mi “santo” a base de codazos). Pero me siento incapaz de criticarla. ¿Acaso tengo yo criterio para hacerlo? ¿Sé yo algo de Dreyer y de su filmografía, de por qué hizo sus películas como las hizo y qué quiso expresar con ellas? No.
Otra cosa muy distinta son los productos comerciales sin ninguna intención artística y en los que el proceso creativo casi brilla por su ausencia, como podría ser, por ejemplo, “El Código da Vinci” (me refiero al libro, la peli no la he visto), novela que hasta un alumno que lleve tres semanas en un taller de escritura habría escrito mejor que Dan Brown.
Por eso, a los críticos profesionales, a la gente que escribe en un medio sobre un arte concreto y que le pagan por ello, lo menos que les puedo exigir es que hablen con conocimiento de causa; si es crítico de cine, que hable de cine, y que me diga por qué tal o cual película es mala o es buena desde un punto de vista estrictamente cinematográfico. Cosa de la que adolece, a todas luces, Boyero, más empeñado en los ataques personales a sus bestias negras y en hacer gracietas que otra cosa.
En cuanto a lo que dices sobre las críticas a Dosmanzanas, ya me he expresado en otras ocasiones. Me parece muy penoso. Hacéis un trabajo ímprobo, sacando tiempo de donde no lo tenéis, de forma totalmente voluntaria, buscando y seleccionando noticias, consultando las fuentes, muchas veces en lenguas que conocéis pero que no son la vuestra, redactándolas, etc., etc., y eso merece el mayor de los respetos. Yo no colaboro con vosotros, pero he colaborado como voluntario en una revista y en un programa de radio de información lgtb, y me puedo hacer cargo perfectamente de lo tremendamente frustrante que puede ser que, después de tanto esfuerzo, tiren vuestro trabajo por tierra de forma totalmente gratuita e infundada y supongo que, en muchas ocasiones, con intenciones espurias.
Pero afortunadamente –y esto lo sabéis vosotros y lo sabemos nosotros, los lectores- son los menos; los que apreciamos el trabajo que hacéis somos mayoría. Así que, como tú bien dices, no hay mejor desprecio que no hacer aprecio; seguid con vuestro trabajo, seguid siendo nuestra página de información lgtb de referencia, nuestra web amiga.
Me uno a las felicitaciones, Rafael.
Sólo una crítica. A tu artículo podrías haberle agregado un ivel más de profundidad, ya que otr@s que tratan de sabotear el esfuerzo ajeno con mezquindad y desconsideración
Hay asociaciones que se parten el alma trabajando y otras que se tardan cinco minutos en intentar destruir todo. Y no es solamente en España; en Argentina y en otros lugares ocurre lo mismo.
Un poco off-topic, yo me lo pasé bomba con «Los abrazos rotos», una película muy generosa a la hora de satisfacer los impulsos más sensuales del espectador.
yo creo que absolutamente todo el mundo está en su derecho de criticar lo que no le gusta, por mucho trabajo que cueste hacerlo
está en el ojo del que lee la crítica ver si está fundada o es un despropósito
yo siempre (comparándolo con el arte moderno) pongo el ejemplo de la teoría de las supercuerdas:
no es lo mismo que mi vecino de abajo diga «no me gusta la teoría de las supercuerdas» que que lo diga Stephen Hawking
ni es lo mismo que mi sobrino diga «no me gusta Mondrian» que que lo diga Argan, por poner un ejemplo
ni es lo mismo que un forero ilustre diga «no me gusta dosmanzanas» que que lo diga otro
Como siempre gracias por haberos tomado la molestia de leer el artículo (esta vez era un poco largo).
Después de leer vuestros comentarios me gustaría resaltar algunas cosas:
Estamos todos de acuerdo en que se puede criticar cualquier obra de arte que no nos guste, por mucho trabajo y sacrificio que haya detrás, en ese sentido el artículo no pretendía ser un ataque a la crítica en general (yo soy de los que lee las críticas: cine, literatura… y hasta de arquitectura), sino a la arbitrariedad y la falta de respeto en la práctica de la crítica. Y aquí es donde entra el inefable Boyero.
Estoy de acuerdo con Odysseus: lo adecuado sería una crítica constructiva, y con un poco de piedad…
Por otra parte si no nos ha gustado una película de Dreyer, por seguir con el ejemplo de Crassamet, tenemos todo el derecho del mundo a decir que ese señor es un auténtico coñazo, y ni siquiera tenemos que rompernos la cabeza con argumentaciones rocambolescas. No nos ha gustado y punto. Pero es distinto si lo ponemos por escrito en un medio en el que nos lee gente, yo creo que en este caso es donde entran los dos chascarrillos que he repetido hasta la saciedad: criterio y respeto.
Y una última cosa: también estoy de acuerdo que no es lo mismo “destrozar” una película como “Fuga de cerebros” que hacerlo con “La pasión de Juana de Arco” por seguir con mi adorado Dreyer…
Aunque esto nos daría para otra columna…
Bueno, pues besos para tod@s