Crónica personal del Orgullo de Madrid
4 de julio de 2009. Mi pareja y yo hemos quedado con nuestros amigos entre seis menos cuarto y seis en la esquina de Alfonso XII con la Plaza de la Independencia (la plaza donde se encuentra la Puerta de Alcalá). Como era de esperar, la mayoría llega tarde, a veces da la impresión de que la puntualidad está reñida con la orientación sexual. Charlamos con los que ya llegan, mientras esperamos a los rezagados. Unos, amigos cercanos; otros amigos de amigos; otros novios de los amigos de mis amigos. No sé si esto es Facebook u Objetivo Birmania. Vemos pasar a nuestro lado a Alaska y al que dice ser su marido, que le saca medio cuerpo de altura a la ex-diva gay, ambos vestidos de góticos de los pies a la cabeza. Otros amigos me llaman por el móvil: están todavía en Lavapiés, por lo que no les vamos a esperar allí.
Decidimos incorporarnos al grueso de la manifestación, pero no sabemos por dónde. Los colectivos están ya perfectamente alineados entre Cibeles y la Puerta de Alcalá, las carrozas en Alfonso XII, a lo largo de la valla del parque del Retiro. Por las aceras de la plaza todo son gente esperando, repartidores de pancartas individuales (contra la homofobia, por un estado laico, criticas con la Iglesia, etc.); vendedores de gorritos y banderas del arco iris a ocho euros, disfraces, torsos al aire (ese aire que necesito inspirar profundamente cada vez que pasa un oso o un musclebear a mi lado). Todos tenemos claro que queremos ir en la zona de colectivos, pero vamos por libre y no sabemos dónde ponernos. Al final, bajando un poco por Alcalá hacia Cibeles vemos la pancarta del COGAM (“Por una escuela libre, diversa y laica ya”, rezaba). No pertenecemos al colectivo, pero tenemos amigos y conocidos en él. Nos ponemos detrás de ellos. Saludos: “hola, Fulano, qué tal, hola Mengano, cuánto tiempo, muac, muac”. La cabecera, mucho más adelante, no se ve. Detrás de nosotros, un colectivo de familias homoparentales (no recuerdo las siglas), con críos y todo. Estoy alucinado, este año tiene pinta de que va a ser un orgullo fantástico. Gente, mucha gente, por todas partes.
Arrancamos. Gran parte del recorrido, casi hasta Callao, es por el sol. Hace calor, pero ni mucho menos el de otros años. Eso sí, no faltan vendedores ambulantes de refrescos y cervezas (¿quién dijo que los habían echado?) Charlamos amigablemente entre todos, hacemos un poco el ganso, bailamos al son de las comparsas. En Cibeles me llaman los amigos que me habían llamado antes desde Lavapiés y les doy detalles de nuestra situación. Llevo una bandera gay como capa, y a ratos me pongo unas gafas de guasa en forma de corazón que días atrás me regaló otro amiguete. Uno de los miembros del COGAM me da papeles de este colectivo para que le ayude a repartirlos, lo que hago a ratos (eso sí, con las gafas de verdad, las de ver), entre la gente que está en la acera en primera fila. Reparto entre todo el mundo, pero prestando especial atención a los tíos buenos (soy así de débil, qué le vamos a hacer). Pero muchos ya los tienen, ya ha pasado gente antes repartiéndolos. En el primer tramo de la Gran Vía mi pareja y yo nos damos un beso. Una voz entre el público grita “Qué bonito es el amor”. “Cuando es correspondido”, respondo yo.
En un edificio en obras la gente se ha subido a los andamios y la policía les está obligando a bajarse. Parte del público abuchea a los policías, pero la seguridad es la seguridad, un andamio no es un sitio para subirse, pienso yo, quizás llevado más por mi miedo a las alturas que por otra cosa. En los hoteles hay gente en los balcones. En el que hay en la Gran Vía esquina a la Red de San Luis (donde el metro de Gran Vía), hombres de auténtico vicio con el torso al aire. Desde algunos de los balcones tiran agua a los de abajo, lo que agradecemos infinitamente, pues no hay ni un triste camión cisterna del ayuntamiento ni nada semejante. Me encuentro con otro amigo, le saludo efusivamente, pero por hablar con él pierdo al resto del grupo. Me cuesta recuperarlo. Entre el grupo de COGAM y el de las familias se ha metido un pequeño grupo de lesbianas cubanas portando la bandera de su país. Llegan los amigos del móvil y se unen a nosotros, más tarde se perderán para irse a tomar una cerveza y volveremos a encontrarnos en Plaza de España.
La gente va ahora más deprisa. Entre Callao y el cruce de Gran Vía con San Bernardo se produce un pequeño claro en el cuerpo de la manifestación, supongo que más por cuestiones de organización de la salida de los colectivos al llegar a plaza de España, que por otra cosa. En otro hotel, un extranjero de claro aspecto anglosajón luce su cuerpo, esmirriado y blanco como la leche, sin complejos; “casi hace juego con el color de la pared de la fachada”, me comenta entre risas una amiga. Se unen otras amigas más rezagadas aún. “Verás tú para ponernos de acuerdo para ir a cenar”, pienso yo. Me pongo otra vez las gafas de coña y una pareja hetero me pide permiso para hacerme una foto. Me la hago con mi pareja al lado.
Terminamos el recorrido casi a los mismos pies de la Torre de Madrid. Al entrar en la plaza, la megafonía nombra al que va delante de nosotros, al COGAM, y poco después al que va detrás, las familias homoparentales. Buscamos un sitio para acoplarnos a oír el manifiesto y ver las carrozas. En la entrada a plaza de España han bifurcado la salida. Por la izquierda, salimos los colectivos y los que vamos a pie. Por la derecha, en dirección a Princesa, está todo preparado para que las carrozas salgan por ahí. Nos ponemos en las vallas colocadas delante del Edificio España (cerrado, en obras y lleno de andamios; estoy empezando a pensar que las obras, las zanjas y los andamios son parte imprescindible ya de esta ciudad).
Entra el resto de colectivos, desde nuestra posición no vemos muy bien la calle que han preparado, entre vallas, para éstos. Pero vemos las banderas: Euskadi, Andalucía, Cataluña, Asturias…, y la megafonía del escenario principal los nombra: Arcópoli, Arcadia, Sego Entiende, Gehitu, Gylda, Crismhom (Cristian@s de Madrid Homosexuales), No te prives, Coordinadora Gai-lesbiana, Xega, etc., etc., etc…
Tras un rato, la lectura del manifiesto, y después las carrozas. Una de las primeras, la de UPyD, más una furgoneta para repartir melocotones que una carroza, toda con carteles magenta, cutre como ella sola. Luego, UGT, el PSOE (me encantó la inscripción de la parte trasera: “Mis mamás me miman, amo a mis mamás”), IU… Si hay carrozas de partidos, ¿cuándo habrá una del PP? Finalmente, la consabida marcha de carrozas llenas de chulazos, de drags, de efebos, de musculosas, de osos… Un auténtico deleite para la vista, acompañado a veces de un suplicio para el oído. Yo destacaría la de Madbear-Bearcelona (casi tienen que ir mis amigos a buscar una farmacia de guardia y comprar un frasco de sales para reanimarme cuando pasó), pero claro, para gustos se hicieron colores.
Cerraban el desfile la carroza de Fangoria (¿iría la penúltima para que una hipotética detención de alternativos no entorpeciera el resto de la mani o para que Alaska no viera alusiones a la Iglesia Católica?) y la de Google.
El grupo heterogéneo en el que me encuentro se dispersa: unos a casa, otros a cenar, y otros (que ya habían comido algo mientras los demás veían las carrozas), de copas. Un año más, hemos estado allí. Un año más hemos mostrado a los homófobos que vamos a seguir luchando por nuestros derechos (los que ya tenemos reconocidos y los que nos faltan) y que no vamos a dar ni un paso atrás. Por muchos trucos anti-orgullo, por muchas falsas excusas pseudo-vecinales que nos quieran meter por el camino. Un año más, Madrid era completamente rosa, completamente lgtb, completamente arco iris.
Crasamet
Confiesa, Crasamet, que te llevaste la basura de tu casa a la manifestación del orgullo porque no habían colocado todavía el contenedor y que no te llevaste el móvil sino que hablabas con los de Lavapiés directamente con un megáfono. Que a todos los gays os encanta armar ruido y tirar basura a la calle. 😀
Qué envidia me das, esta ocasión no pude estar. Año tras año se pierden los nervios de las primeras veces y el pudor ante las cámaras y se gana la tranquilidad y la alegría de cualquier manifestación.
P.S. En El Mundo no viene ni una queja del ruido de las fiestas de San Fermín. Si queréis practicar la meditación Pamplona, estos días, es la ciudad indicada.
Gracias por la crónica. Yo también estuve allí, y lo disfruté bastante. Este año nos fijamos en el porcentaje de disfrazados/excéntricos para contrastarlo con las cifras de telemadrid, y la verdad es que es bajísimo, incluso entre la gente que va sobre las carrozas.
Lo de UPyD era graciosísimo, una mini-furgoneta con sólo un tío dentro, como diciendo «estamos aquí pero que no se note mucho. Como tú, tampoco entendí porqué el PP ni se plantea llevar una carroza (siguiendo la proporción implicación-tamaño de UPyD, podrían llevar un cochecito teledirigido).
Bueno, añado mis valoraciones:
Lo bueno:
Cada vez me parece más grande, más abarrotado, más impactante. Es una fiesta tan descomunal que no podía creer, viendo tantos gays, heteros y familias por allí, que los otros 364 días del año estemos tan machacados, insultados y desintegrados. Más allá de las doce, cuando el desfile terminó, las calles seguían invadidas, quizá aún más, por la gente. Im-presionante.
Lo malo:
¿Cómo es posible, ante tan descomunal evento, que no hubiera allí no ya cámaras, sino el helicóptero de Telemadrid cubriendo el desfile? Resulta insultante el despliegue de medios que hicieron con la fiesta de la familia mientras ayer, con muchísimos más asistentes tanto durante como después, no hicieran nada.
Si ya la fiesta es grande, si las autoridades se implicaran más podría ser más grande aún. ¿Porqué no poner gradas, como en la cabalgata, para los mayores, niños y otros seres cansados o bajitos?
Por último: las carrozas son cada vez más cutres (será la crisis?), luego hablan de despilfarro. Y sobre todo: son todas iguales!!!! Por favor, un poco de originalidad para el año que viene, aunque sólo sea en la elección de la música. Este año no he visto, por cierto, ni a un@ sól@ famos@.
Felicidades por el relato Crasamet. Casi me dan ganas de estar allí, desfilando. Hace 2 años estuve en el Orgullo y juré no volver jamás por la inmensa cantidad de gente que había. Nunca, nunca había visto una ciudad tan desbordada. Pero, repito, leyendo tu relato entran ganas de estar allí.
Un beso norteño.
Muy buen relato, pese a que habrás destrozado algunos corazones diciendo que tienes pareja. jeje.
Ahora quedá que el espíritú del orgullo se extienda el resto del año y podamos evitar que nos pisoteen todo el rato. Un abrazo
Gracias a los cuatro por vuestras palabras.
Por supuesto, Dr. Turbio, llevé basura, hice ruido e hice gestos soeces (levanté los dedos corazones de ambas manos con los puños cerrados mientras cantaba fuck you, fuck you very very muuuuuuuch). Quedo a la espera de que Colegas emita una nota de prensa contra mí y la AVChueca haga una encuesta sobre mi comportamiento, 🙂
Fe de erratas: estoy hasta las narices de que el corrector automático de Word me cambie «homófobo» por «homófono». Siempre suelo estar al quite, pero esta vez, mira tú por dónde, me la ha colado.
Un saludo.
Crasamet:
Pones «homófobo», lo seleccionas con el ratón, das al botón derecho y pinchas «agregar al diccionario» y ya no tienes más problemas. Esa palabra es imprescindible para escribir en DM… desgraciadamente…
Gracias por la crónica.
Besos.
Crasamet, muchas gracias, este año era especialmente significativo y necesario tener crónicas del Orgullo de gente que hubiera estado allí realmente. Entre este artículo tuyo y todos los demás, y las fotos publicadas en DM, al menos ha quedado constancia del orgullo verdadero.
precioso relato, estuve buscando las gafas pero no las encontré, y mira que estuvimos cerca…
gracias por contarlo
Rafa, ése es el problema, que mi Word, no sé por qué no me deja agregar al diccionario.
Gracias a ti, a Nosololopienso y al Putojacktwist por vuestros comentarios. 😉
Por fin este año pude asistir a tres marchas.Dos en Barcelona y una en Madrid y de las tres la de Madrid fue la mas impactante.Full de gente.Disfrute como el que mas.Era algo que tenia que vivir pues la marcha caraqueña es mas modesta.Saludos carlos
se me olvido comentar que Boris vino a caracas al Mis Venezuela y desfilo fabuloso y deberian dejarlo fijo cada año.