De cómo ha cambiado tanto la información
Todo empezó cuando nos privaron del ‘momento’ Boris, por utilizar una palabra tan de Boris. Aquel ‘momento’ en que, durante un buen rato, lo dejaban delante de un TV comentando vídeos de sociedad al ritmo frenético de su famosa frase ‘Páralo, Paul’. Los que asistierais a aquellos primeros tiempos de ‘Crónicas Marcianas’ lo recordaréis. En esta sección, Boris era capaz de diseccionar -entre gritos, aspavientos, paseos y demás alardes- el último modelito de la Obregón o los pantalones estampados de Marichalar. Lo que nos enseñaba al fin y al cabo –sabiamente en mi opinión- era que nada de lo que pueda salir por la boca de estos personajes tiene la más mínima importancia. Lo mejor que se podía hacer con ellos era dejarse fascinar por el tono rosa de la chaqueta de Anita. Con Boris asistimos también a los mejores comentarios que se han hecho nunca sobre un ‘reality’. Aún recuerdo con hilaridad cuando sacó un maniquí vestido exactamente igual que la madre de Vanesa (de Gran Hermano I), pijísima ella.
Pero eso fue antes de que los todos estos personajes y personajillos tomaran el protagonismo. Poco a poco, y a pesar del brillante comienzo con que consiguió desbancar a ‘La sonrisa del Pelícano’, de Pepe Navarro, enseñando a muchos que se puede hacer un ‘late night’ con dignidad, despojado de insultos y altas dosis de calidad, el programa de Sardá se hundió en la vulgaridad. Boris y el inolvidable Galindo tuvieron que sentarse en la mesa de colaboradores, al mismo plano que ex-concursantes de Gran Hermano o los personajes disparatados que Javier Cárdenas encontraba por España.
Con este cambio, muchos empezaron a tener la falsa creencia de que estos personajes no sólo tenían algo que decir, sino que además lo que decían era importante. Y lo peor es que aquello no se quedó en los ‘late night’, donde casi habría dado igual. Convencidos por los inapelables datos de la audiencia de que la chabacanería, el mal gusto y el insulto indiscriminado eran ‘lo que el público quería’, los medios de comunicación se reajustaron, moviéndose todos en la dirección de la vileza, la falta de moderación y el ‘todo vale’.
Las consecuencias nos afectan ahora de pleno a todos los ciudadanos. Periódicos y programas de televisión con formatos de los considerados ‘serios’ tienen en nómina, colaborando en sus secciones de opinión, a profesionales del insulto cuyas ‘perlas’ llegan a veces a dosmanzanas. Al contrario que Boris, quien siempre supo que lo que puedan decir los ‘freaks’ no importa un bledo, parecemos empeñados en responder, en argumentar, perdiendo el tiempo con ‘señores’ que en otros tiempos estarían haciendo reír en espectáculos de ‘varietés’.
Sufrimos, todos los que nos hemos indignado alguna vez con estos ‘seres’, el espejismo de que todo lo que aparece en ‘prensa seria’ es ‘serio’, como era no hace tanto, cuando los trabajadores en prensa escrita eran profesionales y conocían su trabajo. Pues bien, es necesario desenmascarar ese espejismo. No todo lo que está en ‘prensa seria’ es serio, y cada vez es más evidente, no sólo por los columnistas unineuronales, sino también porque cada vez la manipulación ideológica se hace de manera más burda, porque cada vez se acude a ‘argumentos’ más extremistas, porque la información ha dejado de ser lo primordial para la gran mayoría de los medios. La prensa, de todos los colores, la gran prensa española que en un tiempo fue impulsora y garante de nuestra democracia y nuestros derechos, ha perdido totalmente sus ideales y sirven a los intereses de sus dueños.
Por último, internet ha agravado este espejismo mediático. Igual que muchos aún no saben que ‘prensa escrita a nivel nacional’ ya no es sinónimo de ‘criterio, enfoque y veracidad’, otros muchos se dejan engañar por la forma escrita que aún mantienen muchos medios (parece que hayamos vuelto al medievo, cuando a todo lo que estaba escrito se revestía de una especie de ‘aura’ de sabiduría). No todas las personas que entran para comentar en un foro o diario digital son plenamente identificables con un ‘lector’ tradicional. Algunos de estos ‘comentaristas’ sirven a intereses que no son los suyos propios. Es absurdo fomentar esto alimentando su figura, porque al hacerlo damos sentido a la estrategia de quienes les reclutaron. Tampoco todo lo que tiene nombre rimbombante que recuerde a periódico es un periódico. Parecen olvidarlo quienes entran en DM o en cualquier otro foro intentando hacernos comulgar con ruedas de molino y enlazando a cualquier blog panfletario para dar ‘autoridad’ a la basura ideológica que pretenden colar. Está claro que, dado como está la prensa (digital y en papel) en estos tiempos, seguramente muchos ‘blogs’ contendrán mucha más verdad, pero seré yo, será cada uno quien decida, tras contrastar con criterio, qué ‘informaciones’ le merecen respeto y credibilidad y cuáles no son más que sumisas extensiones de organizaciones cuyo único interés es el suyo propio.
Raúl Madrid
De verdad cualquier tiempo pasado fue mejor o es sólo que ahora tenemos más recursos a nuestro alcance para darnos cuenta de cómo funcionan los medios de comunicación?
no sé, Zarevitz, a lo mejor es que yo voy cumpliendo años y antes no me daba cuenta, pero creo que se han perdido mucho las formas
Totalmente de acuerdo Raúl, ahora hasta los telediarios en ocasiones dan noticias que parecen el tomate. De pena.
Yo no creo que sólo sea cuestión de «pérdida de formas». Patanes, gañanes y maleducados ha habido siempre; sin embargo, ahora es cuando a este tipo de personas se les está dando un espacio propio.
Antes, era portada del Hola que la princesa tal bautizaba a su hija pequeña, o que el actor cual había venido al festival de San Sebastián, o que los reyes de no sé donde abrían la temporada de ópera, o que la marquesa de Tararí nos enseñaba su magnífica casa. Ahora, la portada es que la madre de tal torero se ha operado la cara, que el niño de cierta folclórica se ha echado una nueva novia o que cierta petarda sin más mérito que haber sido preñada por un torero se eche un novio, se case o se descase. Antes, importaba la opinión de los expertos; ahora, nos hacen creer que importa la opinión de los famosos de garrafón.
Lo que a mí me preocupa realmente es ese «es lo que la gente quiere» y el borreguismo que tiene gran parte de la población al decir «no, si a mí no me interesa eso pero es que anoche no echaban otra cosa en la tele».
Afortunadamente, aún quedamos otra parte de la población que nos negamos, en lo que podemos, a tragarnos como pavos todo lo que nos echan y seleccionamos o, en su caso, buscamos fuentes de información alternativas.
Excelente reflexión, Raúl.
Oído cocina: a tomar nota de las inteligentes palabras.
Oportuno artículo. Felicidades.
Frantic, yo hace tiempo que la excusa de «no había otra cosa en la tele» no me la trago. Si no hay nada en la tele, me pongo a leer un libro, a hacer calceta, a empapelar la habitación o dar un paseo en patines, por decir algo. Hace tiempo que creo que se debería hacer hincapié en cómo aprender a organizar nuestro tiempo libre (y que incluiría ver menos la tele, por supuesto).
Como ya he dicho alguna otra vez, hace años se distinguía perfectamente entre ser popular y ser famoso. Dar mayor difusión a las palabras de un concursante de tele-realidad que a las de un premio Nobel, por poner un ejemplo y sabiendo lo controvertidos que últimamente son estos premios, me parece increíble, por más que sea moneda corriente en nuestros días.
En cuanto a las revistas del corazón coincido contigo, si bien es cierto que siempre me ha parecido odioso esa tradición de cotilleo con guantes de «ciertopelo». Ese tonillo de que te hacían un favor «abriéndote las puertas de su casa», frase muy de la época, enmascaraba el hecho de que el favor se lo hacías tú comprando la revista que pagaba las dichosas paginitas (quien las comprara).
No me entendáis mal, no me gusta que pongan a parir a nadie, pero me parece denigrante socialmente hablando (y totalmente clasista, añadiría) que se haya permitido esa especie de trato de favor que consistía en que por ser quienes eran, encima había que tratarles como si fueran de porcelana.
Desde este punto de vista, estas publicaciones han estado siempre de más.
Saludos
Me parece una reflexión muy oportuna, hace sólo unas semanas en la «campaña antiorgullo» de este año (que forma parte de la más amplia «antigay», en general) pudimos comprobar de primera mano como los «medios de información» son más bien «medios de desinformación», y me temo que es un proceso imparable.
Carrington, a mí precisamente no me tienes que convencer de eso. Yo siempre he visto muy poca tele (y desde el apagón digital, nada de nada porque he tirado el televisor), precisamente porque siempre he tenido cosas mejores que hacer. Precisamente, lo que me molesta es que la gente se ponga esa excusa de la tele. Yo ya estoy harta de oír a la gente quejarse de la tele y de que cuando les digo lo feliz que soy yo que no la tengo, me pregunten: ¿y cómo te apañas?.
Y no te digo nada cuando me preguntaban en tiempos cómo hacía para leer más de ochenta libros al año, escribir, estudiar y colaborar con cuatro oenegés cuando curro ocho horas diarias. Mi respuesta siempre era: «Muy sencillo, no veo televisión».
Por eso he dicho antes, que lo que me preocupa realmente es el borreguismo de la gente que sigue viendo televisión pese a que reconocen que la programación es una mierda.
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Israel estudia pagar a comentaristas en blogs para defender sus posturas.
ynetnews.com
En este blog se ve algo parecido pero pagado por otros lobbys muy cercanos.
Muy cercanos a los neocons de Israel, quería decir.
Gracias a todo por vuestros comentarios, un saludo.