El caso Semenya pone sobre la mesa la necesidad de adaptar las competiciones deportivas a la diversidad de género
Si algo positivo ha tenido el caso de Caster Semenya, la atleta cuya feminidad ha sido puesta en duda por su apariencia física (recibida por cierto como una auténtica heroína en Sudáfrica) ha sido poner sobre la mesa la problemática que supone la participación en competiciones deportivas de aquellas personas cuya realidad desafía la normativa social tradicional sobre género, como puede ser el caso de las personas transexuales o de las personas intersexuales. Un interesante artículo publicado hoy en El País abunda sobre el tema.
El artículo rescata del olvido a personas como la también atleta Stella Walsh, ganadora de varias medallas olímpicas en los años treinta, cuya autopsia reveló decadas más tarde que conservaba los genitales masculinos con los que nació; Robert Millar, ciclista que durante años compitió como hombre al más alto nivel, pese a que su identidad de género era femenina (tras retirarse del ciclismo emprendió su proceso de reasignación sexual) o la golfista Mianne Bagger, que compitió en el circuito masculino antes de someterse al proceso de reasignación, y que después tuvo que enfrentarse a una gran resistencia para que se le admitiera en el circuito femenino, el que realmente le correspondía.
El reportaje también presenta la problemática que supone la «atribución de sexo» cuando ni siquiera a nivel biológico es tan sencillo: las personas intersexuales son el mejor ejemplo de ello. Y es que no siempre una persona con dotación cromosómica XY presenta un sexo biológico masculino, ni una persona con dotación cromosómica XX presenta un sexo biológico femenino.
Una línea de actuación que parece relativamente razonable es la que propuso ya en los años noventa la revista médica JAMA, que atacaba los controles tradicionales por considerarlos discriminatorios y poco científicos. «No hay una línea clara entre sexo masculino y femenino», decía. «Que sea la persona la que elija». Influida por este pesamiento, la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo (IAAF) abandonó en 1992 los controles de sexo y se propuso tratar uno a uno los casos controvertidos, bajo el principio general de que todas las personas que desde su infancia o prepubertad han sido consideradas legal y psicosocialmente mujeres deben poder participar en competiciones deportivas femeninas independientemente de su dotación cromosómica.
Por eso sorprende más todavía el dudoso trato dado al caso Semenya tanto en medios deportivos como de comunicación, hasta el punto de que el mismo presidente de la IAAF, Lamine Diack, ha llegado a reconocer que «podríamos haberlo hecho mejor (…) No nos sentimos en absoluto felices por la manera poco seria de abordar el caso».
Entonces, más que redefinir categorías, habría que suprimirlas. Tenía entendido que la división entre hombres y mujeres en el deporte se hace por la distinta fisiología de cada sexo. Si llegamos a un punto en que esa diferencia no se considera ya relevante, o simplemente se da por inexistente en la práctica, ¿por qué mantener esa división?
y después de tanto tiempo, casi tenemos un libro para cada cosa, si estais interesados en el tema
El vestuario de color rosa
http://archivo.dosmanzanas.com/index.php/archives/2484
Sidney: Creo que puedo tener una respuesta a tu pregunta.
Vivimos en una sociedad heterocentrista en la que todo gira en torno a las diferencias hombre-mujer.
Si dichas diferencias se liman y se demuestra que, en realidad, nos parecemos mucho más de lo que nos diferenciamos, entonces el modelo actual de sociedad basado en el heterocentrismo se vería en peligro. Necesitan creer y hacernos creer a todos que, efectivamente, el sexo es un componente que marca diferencias abismales para mantener así el mito. En realidad de lo que se trata es de generar atracción entre los sexos basándose en las diferencias, es decir, la famosa teoría de los polos opuestos que se atraen y se complementan.
Esta claro que ser hombre o mujer marca unas diferencias físicas y, probablemente, psicológicas, como también lo marcan infinidad de características que nos definen y que al final hacen que las personas seamos distintas con independencia de nuestro sexo o de cualquier otra condición.
Creo que la distinta forma de educar a los niños y las niñas desde que son pequeños hace más por establecer diferencias entre los sexos que la propia naturaleza.
Es puro marketing como tantas otras cosas de nuestra sociedad.