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Hace unos meses leí un artículo que se hacía eco de los resultados de una investigación sobre hábitos sexuales en adolescentes. Al parecer, el porcentaje de jóvenes que se identifican como ‘gays’ es menor de lo que sería hace unos años.
Desconozco la metodología de la encuesta, pero me permito desconfiar y me parece que igual sus responsables tenían que haber previsto que sería mucho pedir a los jóvenes, esos mismos jóvenes a los que nunca se les habla en clase de la homosexualidad o la transexualidad, que se definan ahora como ‘gays’. Quizá un vistazo a estudios similares, como aquellos que se centran en aspectos sanitarios o sobre enfermedades de transmisión sexual, podría haberles sido de utilidad. Si incluso con hombres hechos y derechos los investigadores se ven obligados a utilizar la etiqueta ‘hombres que tienen sexo con hombres’, para evitar que aquellos que rechazan definirse como ‘homosexuales’ desvirtúen los resultados de sus investigaciones, ¿qué les hacía pensar que las respuestas de jóvenes de 15 años iban a ser más sinceras o más fáciles de responder para ellos?
Una vez expresadas mis reservas para con esta encuesta, tengo que decir que empieza a evidenciarse entre los más jóvenes una resistencia a autodefinirse como ‘homosexual’ o ‘gay’, o incluso ‘bisexual’ –frente a los heterosexuales, que lo tienen claro- y me gustaría reflexionar sobre las causas de esta falta de identificación. Algunos lo achacan a la escasa presencia de personas LGTB en los medios. Puede ser, pero me viene a la memoria mi primer carnaval, recién estrenada nuestra democracia y contando yo con unos 8 años. Recuerdo mi rubor y mi ansiedad ante el desfile, al ver pasar al lado mío y de mis padres a un grupo de homosexuales travestidos. Recuerdo el miedo que sentí a ser ‘descubierto’. Tenían 40 ó 50 años más que yo, y seguramente a esa edad yo ya sabía leer mejor que alguno de ellos, y sin embargo yo sabía que teníamos mucho en común. De alguna forma su visibilidad me visibilizaba a mí. No sé por qué, pero nunca necesité modelos para reconocerme homosexual. Ahora las cosas han cambiado. Vivimos en la sociedad de la imagen, y todo lo que no está en imágenes, simplemente no existe, tal vez porque las imágenes se nos sirven a un ritmo demasiado rápido como para poder analizarlas con criterio. Es cierto que faltan personas abiertamente LGTB en muchos ámbitos, pero aún así, ¿esta ausencia de modelos es tan poderosa como para ‘confundir’ a tantos chicos y chicas? Y sobre todo, a una edad en la que son tan críticos con la sociedad, ¿realmente necesitan que sea la sociedad la que les proporcione modelos para decidir quiénes son?
Muchos chicos y chicas han salido del armario en los úlimos años, sin demasiados problemas, ante unos compañeros y compañeras con los que ahora creen estar en deuda. Aún no lo saben, pero la aceptación de su círculo de amigos tiene como contrapartida la observancia y adopción de una cultura básicamente heterocentrista, hecho que tiene su reflejo en el creciente desprecio por la pluma y la autoimposición de una masculinidad impostada -requisito indispensable para la permanencia en el grupo- o en el rechazo a una cultura gay que no dudan en calificar de ‘artificiosa’ sin darse cuenta de que la cultura heterosexual en la que se hayan -¿cómodamente?- inmersos es también una elaboración social, impuesta por la mayoría dominante.
Si uno de esos programas de ‘espionaje’ informático analizara mi ordenador, casi con seguridad la palabra más repetida tanto en mi procesador de textos como en mi navegador web sería ‘lgtb’, así que es posible que pueda detectarse un cierto tono defensivo, que ruego perdonéis si en algún momento llegara a ser excesivo. Pero es cierto, en el año escaso que llevo escribiendo para dosmanzanas, he asumido estas siglas hasta tal punto que puedo decir que viven dentro de mí, que yo también soy lesbiana, que yo también soy transgénero, transexual, bisexual. Y sí, debo reconocer que me entristece que a los que van llegando les resulte tan difícil asumir unas siglas con una historia tan llena de momentos heroicos, de generosidad y de orgullo.
Uno se siente tentado de dejarse convencer por estos jóvenes, para integrarlos en nuestro movimiento. Pero no es buena idea. No cuando el movimiento LGTB no ha dejado ni dejará en ningún momento de someterse a la autocrítica, de redefinir sus roles, de desdibujar y fusionar los contornos de sus propias categorías. No debemos engañarnos, el movimiento LGTB es lo suficientemente amplio y creo que tenemos perfectamente asumido eso de ‘donde caben dos caben tres’, pero lo que no debemos hacer es echar abajo las paredes de nuestra casa. No cuando aquellos que te lo están pidiendo lo hacen desde la pretendida superioridad del pensamiento heterocentrista dominante.
Quizá sea el periodo entre los 20 y los 40 años la etapa en la que más podemos incidir sobre nuestra familia y nuestro entorno social para cambiar la percepción que tienen del mundo LGTB. Es la franja de edad en la que más relaciones sociales entablamos –en la universidad, en el trabajo, entre nuestros vecinos-, y sin embargo muchísimos gays y lesbianas de estas edades no están orgullosos de serlo, una falta de orgullo que transmiten al resto de las personas. Me parece que uno de nuestros mayores retos en los próximos años va a ser cómo contrarrestar esta imagen tan negativa que los jóvenes LGTB tienen del colectivo. Sobre todo porque muchos de los derechos que deseamos conquistar no llegarán sin un colectivo fuerte y cohesionado que sea capaz de generar una gran demanda social.
Antes que nada, doy por hecho que la juventud LGTB actual está viviendo en un tiempo totalmente distinto al que yo viví a su edad, pero, desde mi punto de vista, sigue siendo necesaria la presencia de referentes positivos.
En este caso, no creo que sea una mera cuestión de imagen, sino de identificación y reconocimiento. Si, cuando yo era más joven, hubiese tenido un sólo referente positivo de lesbiana, para mí habría sido mucho más fácil identificarme como tal y, sobre todo, aceptarme.
Un placer volver a leerte, Raúl, como siempre.
yo, como ya sabes (qué a cuento viene tu columna), en mi infancia/adolescencia me aferré a la etiqueta gay (los de San Francisco, con bigotes, cuero, juergas, drogas y desgraciadamente sida, porque cuando uno se pone una etiqueta se pone todo) como quien se agarra a un clavo ardiendo: hay más, somos muchos, yo soy así, somos fuertes, gay power….
hoy no lo tengo tan claro, cada palabra tiene un significado en una época, y probablemente ahora la etiqueta se la merecen los homófobos y nosotros nos merecemos no tener nada que nos identifique salvo no ser homófobos (y pese a los peligros que eso supone: invisibilidad y pérdida de cohesión)
Conozco a muchas mujeres y cada vez más hombres que dicen: soy una mujer que se acuesta con mujeres o soy un hombre que se acuesta con hombres. Y cada vez me convencen más.
sigo, que me he quedao a medias, como casi siempre:
a lo que me refiero es a que casualmente, cuando yo empecé a hacerme preguntas sobre mi sexualidad, había una etiqueta que, si bien no me explicaba completamente (odio a Barbara Streisand y las drogas) sí que me resultaba cómoda. Si hubiese nacido unos años antes, con Paco España como unico referente del «maricón», me habria resultado tremendamente dificil identificarme (nunca he sentido ningún interés en vestirme de mujer. Aunque ahora me apetece cada vez más)
y ¿qué habría ocurrido si hubiese nacido unos años después?
quizá eso explique en parte que cada vez haya más gente que se acuesta con gente, con el peligro, que es MUY GRANDE, de la pérdida de identidad, de fuerza y consiguiente extinción de una cultura que ha sido tan importante para el desarrollo de la personalidad de muchos
No sé si ya lo he dicho pero el tema de tu columna es uno de los que más me interesan y sobre los que más preguntas me he hecho y me sigo haciendo.
Como siempre, una columna brillante, Raúl. Da gusto que le hagan pensar a uno todos los martes.
En mi experiencia personal la falta de referentes o modelos, unida al concienzudo y exhaustivo silenciamiento de todo lo sexual que se produjo tanto en mi casa como en mi entorno educativo, sí fueron determinantes y retrasaron mi asunción del hecho de ser gay durante bastantes años.
En cuanto al estudio, creo que uno se agarra más fuerte a la etiqueta, o a la identidad, cuando sopla viento en contra. Es interesante lo que dice elputojack, ya que efectivamente a día de hoy es el homófobo el que se ve más amenazado ante el imparable avance LGBT y por eso clava más fuerte la bandera, hace más ruido, se pone nervioso, suda.
Quizá esa es la explicación a los resultados de ese estudio: que los LGBT estamos de alguna forma más tranquilos. Creo que los adolescentes de hoy día se sienten ¿equivocadamente? en absoluto control de la cuestión sexual, y como en otros muchos asuntos sienten que sólo ellos se ponen los límites. Cuando yo tenía esa edad, el ser o no ser gay era una cuestión fundamental que cambiaría el rumbo de mi vida, y por ello sólo podía pensar en abrazar una u otra etiqueta cuanto antes. Hoy, en cambio, gracias a los referentes públicos y a los avances sociales, un adolescente no creo que perciba el hecho de ser LGBT como un trauma. Por eso se lo puede tomar con más calma y jugar a la ambigüedad rechazando las etiquetas durante el tiempo que sea necesario. Sólo así se explica que, como cuenta el estudio, muchos se declaren «mayormente heterosexuales», algo impensable en una época en la que entre una etiqueta y otra parecía abrirse un abismo.
Comparto tu crítica a la indefinición y coincido en el daño que puede hacer a la lucha por la normalización y a la reivindicación de nuestra historia y cultura: pero matizaría que no son igualmente criticables un adolescente de quince años que evita declararse LGBT, y un hombre o mujer de 30 ó 35 que sigue haciendo lo mismo: yo les daría a estos adolescentes un voto de confianza.
el caso es que todo esto viene a cuento porque el otro día (y mi marido es testigo) me empalmé con una escena entre dos chicas en L word.
toda mi vida tirada por tierra por culpa de Jennifer Beals 😉
Bueno, desde mi modesto punto de vista, de veinteañero universitario y gay, tengo que decir que siento que, aunque no tenga la certeza, lo que dices tiene mucho de real. Describes muy bien el sentimiento ese que sentimos algunos jóvenes que recién acabamos de salir del armario hacia nuestros amig@s que nos han ‘aceptado’. Es como si les debieras algo, y en verdad lo sientes así, pues sabes que todo podría haber ido mucho peor. Y ese sentimiento tal vez te lleve a tolerar una serie de actitudes que a veces sabes que no están bien. Eso que vienes a llamar heterodominancia, una cierta superioridad que parecen sentir para exigirte que seas masculino, evites la excesiva pluma y no pretendas diversidad a la hora de elegir a donde vamos de fiesta. Sí es verdad. Pero también es verdad que nos formamos de forma gradual, vamos poco a poco eliminando aquellos elementos que sabemos obstáculos al desarrollo de nuestra persona, que en ocasiones, residen en nosotros mismos. Por un lado está la ‘homofobia liberal’ de ell@s hacia nosotros, y por otro, nuestra homofobia interna no resuelta.
Buen artículo. Un saludo.
La falta de referentes, la falta de educación e información plural de la homo-afectividad es una de las causas, en la heterosexualidad se ofrece, eso sí, en apariencia, un modelo afectivo-romántico de compromiso, de proyecto en común, etc (aunque todos sabemos que es exagerado)… qué información se ofrece en la homosexualidad??? sexo?, sexualidad?, intercambio sexual? la mayoría de expresiones culturales y artísticas tienen esta relación. las personas homosexuales o indecisas no quieren identificarse con un concepto que se está volviendo extremo en vez de abrirse a la realidad de la pluralidad.
Muchos homosexuales no se ven con fuerza para enfrentarse a los prejuicios que les echan encima los homófobos pero también los prejuicios de los que se jactan de defender una cultura supuestamente gay centrada en el estereotipo y el sexo es decir la famosa cultura marica o camp… Las posiciones extreman no fomentan la tolerancia ni la igualdad tanto los homófobos como los que recrean su identidad en la homofobia alimentan el nicho de la supernormalización, esto provoca que tengamos pocas opciones para elegir o eres normal (no gay) o te comportas en base a unos cánones camp que difunden los llamados así mismos y también por los homófobos como maricas.
Po lo tanto la culpa es de unos y de otros como siempre la mentes extremas nos están arrastrando a todos y no tienen escrúpulos en las consecuencias de sus actos continuando la marginación, la humillación, las etiquetas peyorativas.
Por qué no se hace alarde de la realidad de miles de personajes históricos y actuales que conforman en potencia un verdadero referente para las personas LGTB?, porqué no alardeamos de estudios donde nos beneficia la comunicación en parejas del mismo sexo?, tanto insulto realmente nos ha convertido en lo que nos llaman? Dejemos de darles razón y comencemos por un cambio en nosotros mismos, nuestro comportamiento con los demás, los valores, las virtudes, la educación y la responsabilidad son propiedad de la humanidad ni mucho menos de la heterosexualidad.
no empeceis los intolerantes con los negativos pues mucha gente está de acuerdo conmigo y voy a exponer lo siguiente… Cuántos de nosotros no terminan exhaustos de escuchar a los actores a nuestro alrededor tanto desprecio en femenino, tanta burla sexual y desprecio sexista entre individuos homosexuales que se burlan de otros individuos homosexuales??? luego nos jod.. que nos pregunten en pareja quién es que hace de mujer…. pués dejarse de tanta nena, nena que hay personas que realmente tienen un problema de identidad de género y estamos participando en la burla de los homófobos ignorantes.
Putojacktwist… que eres un marranete, que ya no estamos en edad de esas cosas, que ya verás como cualquier día de estos te abandona la lujuria, así, de sopetón.
Puto… Es que ver a Jennifer Beals en una escena de sexo lésbico no es de este mundo… Y ciertamente debo admitir que a mi me ponen cantidad ciertas escenas de sexo gay…
Et vive la liberté!
Has dado en un gran clavo, en mi opinión. ¿Porqué «respiramos aliviados» cuando nuestro entorno responde positivamente? ¿Porqué no pasa con los heteros? Tal vez ahora los chavales estén menos predispuestos a la lucha pues están más seguros de sí mismos. ¡Genial! Sin embargo también coincido con las posturas que siguen abogando por una visibilidad cada vez mayor.
Hablando de carnavales, recuerdo hace unos veintitantos años, la primera vez que me disfracé de mujer, vinieron unos chavaletes de unos 12-13 años y se pusieron detrás de mí para corear.. «maricón». Me volví resuelto y les espeté: «Sí, así también empecé yo y ya véis cómo he acabado». Ni que decir tiene que se fueron como perdigones.
Por cierto Puto, que «jartá de reír» con tu episodio expansivo viendo a Jennifer Beals….¡25 años ya de Flashdance!
Estupenda reflexión, Raul. Creo que todos somos conscientes de que el mundo en el que los jóvenes LGTB se mueven ha cambiado con respecto a lo que vivimos nosotros.
Por ejemplo, respecto a los referentes positivos, siempre he apostado por una mayor presencia de LGTBs que constituyeran ese salto hacia adelante, esa avanzada en la que, al menos en parte, vernos reflejados.
Claro que, viendo cómo últimamente se toma cualquier referente y se transforma en un ídolo viviente de masas la mayoría de las veces vacío de contenido, vía fenómeno fan, telebasura o similares, no sé hasta qué punto es bueno que unos referentes positivos se vean desvirtuados y acaben poco más que en concursantes de tele-realidades varias. Y viendo como actúan hoy en día muchos jóvenes (heteros y LGTBs, todo hay que decirlo) con respecto a estos ídolos con pies de barro, me acecha la duda sobre la definición misma de lo que hoy en día es un referente positivo.
(Sigo)
Sin embargo, me sigue pareciendo más preocupante la situación que has descrito con meridiana claridad sobre los LGTB que deben adaptarse al heterosexismo dominante y que acaban por renegar incluso del propio colectivo.
Y, enlazando un poco con lo que ha dicho Puto, una cosa es no sentirte identificado con ciertos rasgos del estereotipo del colectivo o del ambiente pero otra cosa es confundir el culo con las témporas, con perdón.
Siempre ha habido gente a la que no le ha gustado la Streisand y gente que sufrimos en silencio aquel éxito fugaz pero desquiciante y demoledor del insufrible Sin with Sebastian: «Shut up (and sleep with me)», pero de ahí a decir poco menos que los implicados en la lucha LGTB dan la nota, ¡buf!
¿Pérdida de perspectiva? ¿Desconocimiento? ¿Evolución de lo que se considera «estrategia de lucha LGTB»? No lo sé. Pero sigo viendo jóvenes y jóvenas que, sin ser conscientes, reproducen ese heterosexismo cargando las tintas contra lo que ellos creen que es el movimiento LGTB cuando muchos no tienen ni idea de lo que es y, sobre todo, de lo que ha sido y de a qué y a quiénes deben el poder desenvolverse como hoy lo hacen.
No sé, me parece estar viendo al Rubén de la estupenda «Reina querida, querida reina». Será que, después de todo, tampoco ahora lo tienen tan fácil.
Saludos
Bueno, una vez más tengo que agradeceros vuestros comentarios, aportaciones, y alguna que otra ‘confesión’, ¿verdad, Puto?, jaja.
Me alegra ver cómo poco a poco nos vamos incorporando tod@s al nuevo ‘curso’, después del descanso.
Un abrazo a todos
Anda, Carrington, te lo leíste, 😉
jovenamaril, ya lo decía Carlos Berlanga:
«deja la lujuria un mes y ella te abandona tres»