Mishima
Mishima, una vida en cuatro capítulos
(EEUU, 1985)
Paul Schrader
Debería uno ser capaz de ver Mishima sin caer ante el hipnótico hechizo de su soberbia banda sonora (sublime Philip Glass). Pero es absolutamente imposible escapar de ella. Así que lo mejor es asumir que no estamos viendo una película sino una ópera. Al fin y al cabo hay mucho de operístico en la película de Schrader: la representación teatral de tres de las obras fundamentales de Yukio Mishima (El Pabellón de Oro, La casa de Kyoko y Caballos desbocados) se entremezcla con imágenes en blanco y negro de la biografía del escritor junto con la última performance de su vida: el asalto al cuartel de la División Oriental del Ejército, la arenga a las tropas para recuperar los valores del Japón tradicional y su posterior seppuku.
“Una película financiada por nadie y que no iba a ser vista por nadie”, dice Schrader, que cometió un suicidio artístico (el suicidio económico lo cometieron Coppola y Lucas), un seppuku como el de Mishima, y se vació pariendo esta obra maestra que se reestrena ahora veinticinco años después y que sigue teniendo los mismos problemas que ya tuvo en su inicio: problemas con la viuda o la familia, problemas con Japón en general, problemas con la homosexualidad… Al fin y al cabo Mishima no llevaba muerto ni quince años cuando se estrenó la película.
Director irregular y excelente guionista (Toro salvaje, Taxi Driver o La última tentación de Cristo, sin ir más lejos, han salido de su pluma), Paul Schrader siente una especial fascinación por personajes homosexuales y por hedonistas adoradores del cuerpo masculino, por la religión y la frustración sexual, por la glorificación del suicidio: algún lector recordará American Gigoló, Cat people, The Walker o la que hoy nos ocupa. Educado en el calvinismo más estricto, su madre le clavaba agujas en la mano: “así es el infierno pero sin parar”.
Digamos que el personaje de Yukio Mishima nunca ha sido santo de mi devoción, por más que se hiciese fotos para adornar la mesita de noche de cualquier admirador de San Sebastián. ¿Exhibicionista, vigoréxico avant la lettre, trasnochado caudillo fascistoide, homosexual casado con una mujer y padre de dos niños, autopropagandista, esquizofrénico? En cualquier caso, un excelente escritor.
Ambiciosa, pero nunca pretenciosa. Compleja, pero no intragable. Más cerca de Derek Jarman que de ninguna otra cosa. Eso sí: el trabajo de quitarse de la mente la banda sonora y los seppukus con el sol naciente es costosísimo. Ya lo aviso.
Tengo que verla. De Mishima solo he leído «confesiones de una máscara» y detalles de su biografía en el libro «Vidas Escritas» de Javier Marías. En este último libro Marías se burlaba de él por lo mal que le salió el suicidio ritual y por detalles superficiales. Supongo que un homosexual que defiende valores que en Occidente serían de ultraderecha tiene que ser alguien interesante.
interesante desde luego
aunque en Occidente tenemos también bastante de eso 😉
me leí el libro de la «criptoprima» (lo leí hace tiempo y no me acuerdo de lo de Mishima)
La película refleja eso que dices de que el seppuku le salió bastante mal, con los soldados abucheando y riendose de él…
Qué manía con lo de la «criptoprima», oyessss. ¿No habíamos quedado que está muy mal utilizar la «presunta homosexualidad» de alguien para burlarse de él? Hasta donde yo sé es heterísimo.
La figura de Mishima está a medio camino entre la fascinación y la parodia.
jejeje, a mí es que me encantó lo de «criptoprima» y ya no me sale ni su nombre real, se me ha grabado a fuego
por cierto, también está muy mal utilizar la presunta heterosexualidad de alguien para burlarse de él (heterísimo)
De «presunta» heterosexualidad, nada. Como mucho será bisexual, y en todo caso a mí plin. A mí llamarlo «criptoprima» me parece un insulto. Y eso que no entiendo, por ejemplo, que pueda ser amigo de Pérez Reverte.
bueno, a mí llamar a alguien heterosexual ya me parece un insulto 😉
y todas las heterosexualidades masculinas son presuntas: nada mejor que unas cuantas cañas, una noche calurosa, una buena compañía…
de todas formas que sepas que es por pincharte.
es que no veas las ganas que tengo de salir del curro!
😛
Mi curro es ubicuo y etéreo: siempre estoy dentro.
🙁
eso es algo por lo que no envidio a los autónomos, la verdad
por todo lo demás, sí
Por cierto Puto, esta de «Mishima», ¿las has visto en duvedé, o en el cine?
Ave: échame a mí la culpa, fui yo el primero que dijo lo de la «criptoprima» (y sólo citaba a un amiguete).
Ni conozco a Marías ni su obra lo suficiente para quitar o poner rey en este asunto.
Pero tanto al Putojacktwist como a mí, la palabra «criptoprima» nos encanta, je, je, je.
Ave, la vi en eso que tanto le gusta a Ramoncín
Prometo comprar el original cuando salga el dividí
Pues yo la vi en el cine hace años (en la Filmoteca Valenciana, para ser exactos, donde echaban un ciclo de Schrader), y la verdad es que me impactó, aunque no sé hasta qué punto logré entender al personaje central. Con las preguntas que te planteas, Jack, hacia el final de la reseña -simplemente deliciosa, por cierto- has concretado y precisado la sensación de desconcierto con la que recuerdo haber salido de la sala.
yo, sin embargo, no recuerdo haberla visto en su estreno anterior (sin embargo, me compré la banda sonora)
personaje complejo, sin duda