Aceptando pulpo
Nuestro mundo, la percepción que de él tenemos, está compuesto principalmente de información, y la calidad de la misma determina la óptica en que nos acerquemos al hecho que nos muestra. Diego Reina, secretario de Educación de la presidencia de IU en la Región de Murcia, presentó el jueves de la semana pasada la propuesta de IU, con el apoyo de CC.OO, UGT y STERM, de crear una tutoría LGTB al estilo de la del instituto Duque de Rivas en Rivas Vaciamadrid. Cuando al día siguiente se dispuso a explicarlo a sus compañeros de claustro en el instituto en el que él trabaja, se encontró con la Consejería de Educación había bloqueado el acceso a la página web del colectivo No te Prives. La consejería luego alegó la baja seguridad de la página, sin embargo desde ese mismo ordenador se puede acceder a páginas de partidos políticos como el PP. Bueno, vale, ¿aceptamos pulpo?
¿Cuántas veces nos hemos sentido seguros en nuestro mundo?. Objetivamente, hemos pensado que, cierto, hay peligros que acechan, pero resulta difícil hoy en día pensar que nuestro mundo pueda verse conmovido de una manera tal que lo vuelva, con apoyos, con anclajes que nos parecen absolutamente normales, cabeza abajo. Nos queda lejos la caridad ejercida por determinadas asociaciones islámicas, o por esa misma razón, las cristianas, que en determinadas partes del mundo dan cobijo y acojo, incluso nos parecen loables, puesto que suplen a un Estado inexistente, pero consideramos que pudiera existir una carga de adoctrinamiento de quien se ve desvalido y por agradecimiento -pues tal es la naturaleza humana- es capaz de cualquier cosa. También nos quedan lejos las interpretaciones de la Biblia para condenar a una persona a muerte -quien mata a hierro homicida es- e igualmente nos parece horrible las condenas basadas en la ley islámica. Eso forma parte de otro mundo, ¿no?. Igual que la lapidación, que nos parece horrible, o la ablación, que también nos parece una mutilación humillante, porque se ejerce sobre la mujer por su condición de mujer y porque es una mutilación destinada a marcarla, sojuzgarla y privarla del placer de su actividad sexual. Incluso a tres horas de viaje, nos parece divertidamente absurdo que el Vaticano considere eticamente inaceptable la homosexualidad. Ya nos inquieta bastante más el hecho que los ataques homófobos parezcan gozar de relativa impunidad en Italia, impunidad que se ha visto asegurada por el rechazo del Parlamento Italiano a una Ley contra la Homofobia, equiparándola en el debate a la zoofilia y la pederastia. El pulpo esta bueno, al horno, por ejemplo, pero ya nos cuesta un poquito más aceptar pulpo, siquiera como tapa de regalo.
En otro orden de cosas me gustó ‘Ágora’, de Amenábar. Vaya por delante que Amenábar pretende, estilísticamente, un ‘peplum’. Esas son sus palabras. A los que piden un excesivo rigor histórico, recordarles que un ‘peplum’ no tiene, en su concepción, demasiado rigor, y, por extensión y salvo contadas excepciones, ninguna película histórica es tremendamente rigurosa. No hace falta indagar mucho para saber que no se sabe, a ciencia cierta, a qué edad murió Hipatia, por ejemplo. Pudo ser perfectamente una mujer de la edad de la actriz, genial Rachel Weisz, o una mujer de sesenta años. O para saber que quizá el orden de los disturbios que dan lugar a la destrucción de la Biblioteca no se produjo así, sino que el escarnio de los símbolos paganos se debe a una orden directa de Teodosio, a la sazón emperador. A partir de ahí la construcción de una historia ejemplarizante sobre lo que pudo suceder entiendo que es libertad del creador. Tratar de hacer una narración objetiva sobre un hecho que dispone de tan pocas fuentes, en una película basada en esa época es demencial, y además no sirve para los propósitos de Amenábar. Amenábar pretende contar una historia sobre la subyugación y la intransigencia, sobre la cultura y la libertad e Hipatia es un pretexto. Particularmente, en una de las escenas, hacia el final, el obispo Cirilo, luego santo, informa a los feligreses sobre lo que en palabras de San Pablo debería ser la condición de la mujer: sojuzgada, callada, sumisa al hombre, todo lo contrario precisamente a Hipatia, que tiene ascendente sobre la clase gobernante en Alejandría. Si le preguntamos hoy en día sobre esas palabras a cualquier sacerdote o teólogo nos dirá que esas palabras hay que encuadrarlas en un contexto histórico, pero ese mismo autor, San Pablo, no es encuadrado en ese contexto histórico cuando condena, aparentemente, la homosexualidad. ¿En qué quedamos, es pulpo o no es pulpo?
Amenábar nos muestra que cuando la intransigencia, especialmente la de origen revelado, se pone en juego en el debate de las ideas, puede salirse con la suya y acabar con ese debate de la manera más cruel. Y nos muestra que todo es frágil y que debemos estar vigilantes frente a esa fragilidad, que es consustancial al debate de las ideas y que debe protegerse frente a quienes pretenden ver el mundo de una sola manera sin cuestionarse la explicación aprendida.
Hipatia, al final, muere un poco menos desgraciada porque intuye la respuesta al misterio que le hacía contemplar el cielo. Mientras tanto, en la tierra, el mundo en el que ella había crecido se había desmoronado porque nadie había conseguido defenderlo. Y todo parecía tan lejano al principio, cuando cuestionaba a sus estudiantes sobre el porqué de la atracción de los cuerpos. Al final, quienes debían protegerla y no lo hicieron aceptaron pulpo.
Buen artículo Enrique, mueve a la reflexión. Sobre todo hacia esa manía de los «doctores de la Iglesia» de decir que un texto es interpretable (por ellos) y otro es literal, a veces Jesús habla con parábolas para que todo el mundo le entienda y a veces cuenta oscuros arcanos solo para teólogos, a veces hay que tener en cuenta el entorno histórico (San Pablo no condenó el tráfico de esclavos) y otras tenemos verdades eternas.
Solo tengo que hacer una objeción: el título no es comprensible para alguien que no sea español. Viene de un anuncio/comercial del juego scatergoris en el que se veía a un tipo muy enfadado, saliendo de una casa y diciendo que el juego es suyo y que se lo lleva. El resto de invitados sale a la puerta y le dicen que aceptan «pulpo» como «animal de compañía» con la intención de que vuelva. El chiste era divertido y la publicidad fue muy popular.
Vaya, ha dado justo en el clavo de lo que yo siempre pienso acerca de las religiones que nos ha tocado sufrir.
Cuando les conviene hay que interpretar y poner en su contexto, y cuando no, es literal y hay que tomarlo al pie de la letra.
Ya te digo Dexter, menean el caldo según les conviene a sus intereses. Como dijo el príncipe de Salina en el Gatopardo: Hay que hacer cambios para que nada cambie.
Mientras tanto mirad qué ha aprobado nuestro congreso.
Bueno, entonces hacían Santo a cualquiera. El mismo San Luis (y hablo de casi mil años después), decía que con los judíos sólo se podía discutir teologalmente (vamos entre sacerdotes) o a «espadazos en la barriga». Y hablo de un tío que en el resto de órdenes de su vida era un mirlo blanco (se llevaba a los pobres de París a Palacio a cenar con él, y los guardias, que seguro que no olían a flores, se llegaron a quejar al rey de la peste que tenían que sufrir). O sea, de los Doctores de la Iglesia, líbrenos Dios, al menos los de aquellos tiempos.
Es difícil que San Pablo se quejara de la Esclavitud cuando él mismo vivía en un sistema económico esclavista. Es cómo si nos quejáramos del dinero (algo que hacemos, pero cuando nos falta). No podía concibir el mundo sin esclavos. En cuanto a las mujeres, pues tres cuartos de lo mismo: vivía en un mundo que era (y es) completamente machista. Y más en su zona geográfica.
Por lo demás excelente artículo. Además hay que recordar el enorme poder de la Iglesia Alejandrina y su dominio de las masas. El mismo Atanasio (creador de la doctrina Nicena, o sea, la nuestra y muy anterior al suceso que narra la peli) fue exiliado varias veces por el Emperador y las consecuencias eran invariables: el pueblo se levantaba, se cortaba el flujo constante de grano (hasta cuatro cosechas al año daba Egipto) a Constantinopla y, claro, el Emperador reculaba.
Por lo demás, la Iglesia siempre ha sido maestra en eso de saber nadar y guardar la ropa. Muy bueno el artículo, y sí, estoy de acuerdo con Marx: la religión es el opio del pueblo. Lo que ocurre es que el pueblo a ese opio es un adicto sin posibilidad de desintoxicación
Pues en Venezuela también se usa la expresión… Ahora lo que yo no recuerdo es algo llamado scatergoris… Supongo que llegó sólo la frase.
A quien le interese un análisis muy interesante sobre San Pablo y la homosexualidad (su homosexualidad, concretamente), le recomiendo los libros de John Shelby Spong, un obispo episcopaliano y uno de los más importantes defensores de los derechos de los LGBT en el seno de la iglesia.
¿la homosexualidad de San Pablo???
virgen del amor hermoso, y yo sin saberlo….
me lo apunto, gracias