El becario
El becario está ilusionado, hoy es su primer día de trabajo en el periódico digital con el que tanto había soñado: todo un futuro profesional por delante, lleno de la alegría y la ilusión de saberse ante el oficio más hermoso del mundo. La redacción del periódico, luminosa y aseada, es como él la había imaginado, un bullicio constante de gente enamorada de su trabajo. Un crucifijo de madera preside la sala, en las paredes laterales hay varios pósters, en uno de ellos hay un lince y un niño subrayados por un lema antiabortista.
El becario ha celebrado su contratación con una comida opípara y ha llegado a la redacción con el estómago lleno. Tenía que haber separado la nata del postre, se dice con arrepentimiento. Tiene que redactar su primera noticia antes de las seis, tiene dos horas. Está ilusionado y nervioso. Introduce la contraseña en el ordenador y arranca el procesador de textos: se despliega la página en blanco, desafiante. Lituania, es algo sobre Lituania y el parlamento europeo lo que tiene que noticiar… el dolor de estómago empieza a molestarle y le cuesta concentrarse… Por fin le llega a la cabeza la primera frase, su primer titular. Pulsa la tecla del tabulador y como por arte de magia aparece una misteriosa frase en la pantalla: “Ultrafeministas europeas amenazan el V Congreso Mundial de las familias”. El becario, sorprendido, la lee dos veces, no sabe qué hace esa frase ahí…. Casi sin querer vuelve a pulsar otra tecla cualquiera y aparece otra frase debajo: “Zapatero promueve el aborto, el laicismo y la homosexualidad”. El becario no sale de su asombro, pero le puede la curiosidad y pulsa otra tecla: “Menos dinero contra el cáncer y más para subvencionar a los titiriteros del cine”. Se da cuenta de que cada vez que pulsa una tecla, cualquier tecla, brota una frase: “Benedicto XVI afirma que el infierno existe y es eterno”… Qué coño es todo esto, piensa, mientras siente un ligero devaneo… El bolo alimenticio le hierve por dentro, le cuesta concentrarse, no entiende nada. Me van a despedir el primer día, se dice con nerviosismo.
En ese momento entra en la redacción Don Ignacio, el jefe, del que ha oído que tiene malas pulgas. “A ver escuchadme todos”, grita tras dos sonoras palmadas, “quiero todos los textos a las seis, tenéis dos horas, y no quiero retrasos, ¿entendido?, y para los nuevos… aquí no se pone la expresión “País Vasco”, se pone “Provincias Vascongadas”, que es un error que cometéis muchos al principio ¿ok?… pues ale a trabajar”. Don Ignacio se retira a su despacho, altivo, seguro de si mismo.
El becario siente un enorme retortijón… se levanta al baño todo lo rápido que puede. Vomita el miedo y los excesos alimenticios y vuelve rápidamente a su puesto de trabajo. Se sienta delante de su ordenador, sigue estando nervioso, se sacude la cabeza y trata de empezar de nuevo. Para su asombro hay un nuevo texto en la pantalla: “El parlamento europeo apuesta por desproteger a los menores en Lituania”, reza el título. Y luego se desarrolla la noticia extensamente: “Las instituciones europeas consideran que se debe hacer apología del homosexualismo en las escuelas lituanas…”. La noticia, su noticia, está impecablemente redactada, entera, de principio a fin, pero… ¿quién la ha redactado?, se pregunta con gran sorpresa. Mira a un lado y a otro, pero todo el mundo está absorto en su trabajo. “Oye, perdona”, le dice a su compañera de al lado, “¿has redactado tú mi noticia? “¿Yo?”, responde ella con extrañeza, “yo no he redactado nada”, concluye. “Entonces, ¿quién la ha redactado?, pregunta él con ansiedad. La muchacha, que ya es una becaria veterana, esboza una sonrisa malévola y le mira fijamente, con algo de suficiencia, como se mira a un novato ingenuo que no se entera de nada: “¿es que no te lo han dicho?”, le pregunta con algo de socarronería. “¿Decirme?.. ¿el qué?”, responde él, con los ojos fuera de órbita. “Que en este periódico las noticias se redactan ellas solas”, responde la becaria veterana. “¿Cómo?”, replica él. “Que se redactan solas”… repite la muchacha con ese aire de superioridad del que sabe más en el oficio. “¿Es que no te enseñaron en la facultad que hay periódicos en los que las noticias se redactan ellas solas?”, remata la becaria. “¿Entonces, qué hacen todos los redactores aquí, qué hace toda esta gente aquí?”, pregunta él, desconcertado, incrédulo. “Todos los que estamos aquí somos figurantes…y tú el que más…, total, para lo que nos pagan…”, replica la muchacha con una chulería que al pobre becario le desconcierta. “¡Pero yo he venido aquí para aprender un oficio!”, responde él. “Mira guapo, haz lo que te dé la gana, pero ahora déjame que tengo que trabajar”, responde la becaria, e inmediatamente regresa a su ordenador. El becario mira a todas partes, no entiende nada, se fija en sus compañeros y observa, ahora con detenimiento, que nadie está escribiendo, todos hacen como que escriben…
Empecinado, movido por sus ganas de aprender, el becario mira de nuevo a su pantalla y abre otra hoja en blanco, se concentra y piensa de nuevo en la noticia que tiene que redactar, pulsa la tecla del tabulador y al pulsarla aparece esta frase: “Ana Botella candidata al Premio Nóbel de la Paz”. En ese momento el becario se desmaya y cae al suelo con gran estruendo.
A los tres días aquel becario fue despedido fulminantemente, nunca se adaptó al método de trabajo del periódico de sus sueños. Su “estúpida y obstinada honradez profesional”, por usar los mismos términos que empleó Don Ignacio, cavaron su tumba profesional. El becario, persona de hondas convicciones morales, se empeñaba en redactar sus propias noticias, y nunca entendió que lo mejor para todos es que las noticias se redacten ellas solas. Desencantado del periodismo, el becario hoy presta sus servicios como misionero en una ONG católica de Guatemala. El muchacho cree que otro mundo es posible, que merece la pena darse a los demás, que un mundo sin justicia es un lugar en el que no merece la pena vivir. Ah, pobre diablo.
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Pobre becario, me temo que saltó de la sartén para caer en el fuego…
Felicidades Rafa. Es una de tus columnas que mas me ha gustado. Muy acertada la reflexión sobre los periodistas en España. La precariedad laborar en esa profesión hace que la mayoría de los periodistas se plieguen a la voluntad de las empresas para las que trabajan y que no puedan defender los valores del periodismo.
Yo también he pensado varias veces en esos jóvenes profesionales lgtb que trabajan para empresas homófobas. Tiene que ser una putada.
Gracias por compartir tus reflexiones con nosotros.
El periodico digital del que hablais es por casualidad «el plural» ???
muy buena columna, Rafa. Y cómo se parece al argumento de una de esas películas de terror psicológico.
Un abrazo
Me ha encantado la dramatización. Muy buena reflexión. No he podido evitar acordarme del «buen NO hacer» de intereconomía cuando les pudo la mala baba y no contrastaron la broma de Wyoming (mira, también ahí había una becaria). Estos «medios» son tan predecibles que es muy fácil meterles un gol así. Exclusiva mundial, decían l@s muy desgraciad@s.
¡Qué angustia, Rafa! Verse en esa situación debe ser claustrofóbico. ¡Felicidades!
¡Qué lástima que no se sepa que la literatura es ficción! El relato de Rafa es literatura. ¡Qué lástima que algunos comentaristas estén obcecados con su única visión del mundo! Y luego acusan a los demás de estar alterados. Probablemente las «correas» de cuero negro hayan comprimido tanto la sangre que ésta no pueda llegar al cerebro. A lo mejor va siendo hora de cambiar de tribu urbana por la salud de su propio cerebro.
Estupenda columna, Rafa, lo que me he podido reír, sobre todo, con lo de «Provincias Vascongadas» y con lo de «Ana Botella para el Nobel de la Paz». Es buenísimo.
Una gozada de texto.
Tan certero y tan real como surrealista.
El ritmo angustioso es un delicia.
Vamos que me ha encantado, Rafa. Mucho.
Muy original… Y muy efectivo… Hace pensar
Muy bueno, y lástima que también sea muy real, por desgracia.
Tremendamente interesante tu escrito. Me ha hecho gracia su desvanecimiento al leer la noticia de la Botella, jeje (aunque comprensible, claro está)
Muchas gracias, queridos amig@s, por vuestros comentarios.
No os lo iba a contar, porque es secreto, pero no puedo evitarlo:
Hoy en día, el becario, nuestro becario, está perdidamente enamorado de un misionero argentino guapísimo con el que imparte catequesis desde hace seis meses…
En su interior, se desarrolla una batalla desgarradora entre el deseo y la razón…
¡¡Hay gente que ha venido a este mundo para sufrir!!
Si me entero de cómo acaba la historia os lo cuento.
besos para tod@s
Los pelos como escarpias, enhorabuena por la columna
Muy bueno Rafa. Muy bien relatada la cruda realidad. Salu2