¿Qué pasa?
Del mismo modo que las personas tenemos nuestros lugares favoritos, podría parecer que también la historia tiene los suyos. La del siglo pasado, en concreto, dio la impresión de sentir cierta debilidad por una ciudad más bien provinciana a orillas del Báltico, que escogió como escenario de dos de sus episodios más destacados: la primera batalla de la Segunda Guerra Mundial (de la que el pasado 1 de septiembre se conmemoró el 70 aniversario) y el principio del fin del imperio soviético.
En 1939 la ciudad en cuestión era conocida internacionalmente por su nombre alemán, Danzig, y el alemán era la lengua del 95% de sus habitantes. Aunque Danzig había pertenecido al reino de Polonia durante siglos (para pasar a Prusia a finales del siglo XVIII, cuando las potencias vecinas del estado polaco se repartieron todo el territorio de éste), el alemán había sido la lengua de la ciudad desde la Edad Media. Todo eso cambió cuando los habitantes de Danzig se unieron, gran parte de ellos con entusiasmo, a la locura nazi.
En 1980 la ciudad ocupó de nuevo los titulares de la prensa mundial, ahora con su nombre polaco, Gdańsk (la n con tilde se pronuncia como la ñ del castellano). Tras la derrota del nazismo, los alemanes habían sido expulsados y sustituidos por polacos, provenientes sobre todo de los territorios del este de la Polonia de entreguerras, anexionados ahora a la URSS. Los nuevos pobladores tuvieron que reconstruir la ciudad, casi totalmente devastada por aquel conflicto global cuyos primeros disparos habían sonado allí mismo.
El reparto del mundo entre los vencedores de la guerra había dejado a Polonia del lado del Telón de Acero donde la Unión Soviética era la superpotencia dominante. Polonia era, pues, un miembro más de la gran familia socialista, una de las democracias populares, eufemismo con el que se autodenominaban las dictaduras satélites de la de Moscú. Y a principios de la década de los 80, una buena parte de la población polaca estaba harta de aquella situación. Incluyendo a los trabajadores de los Astilleros Lenin de Gdańsk.
Solidarność, Solidaridad, fundado en septiembre de 1980 por aquellos trabajadores, fue el primer sindicato libre del mundo comunista, y un elemento crucial para el derrumbamiento del imperio soviético a finales de aquella misma década: algo así como la primera grieta irreparable que apareció en el muro. Su líder, un operario eléctrico de los astilleros llamado Lech Wałęsa, se convirtió en 1990 en presidente de una nueva Polonia, pluripartidista y con elecciones libres. Pero al presentarse para un segundo mandato en 1995, el muy católico y conservador Wałęsa fue derrotado, y al intentarlo de nuevo en el 2000, obtuvo un resultado humillante: no más de un 1% de los votos.
Hoy Wałęsa vive semirretirado en Gdańsk, y tiene su despacho en el palacio de la Puerta Verde, un elegante edificio del siglo XVI que fue construido para alojar a los reyes de Polonia en sus visitas a la ciudad. El palacio da por un lado a la plaza principal de Gdańsk (la antigua Langemarkt o ‘Plaza Larga’, hoy denominada Długi Targ, que significa lo mismo en polaco), y por el otro al río Motława. A escasos metros de allí, cruzando el río, está la calle donde desde hace unos meses se ubica un bar gay (o straightfriendly, como se define el propio local) llamado ¿Qué pasa? Así, en castellano.
Según el contexto y la manera de decirlo, ¿qué pasa? puede sonar a desafío, a provocación incluso. Y abrir un local LGTB en el centro de una ciudad de provincias polaca también puede parecerlo; más aún si el local en cuestión –a diferencia de lo que ocurre habitualmente en Italia, por ejemplo– no es un antro desprovisto totalmente de ventanas y con una puerta maciza que sólo puede atravesar quien se haya sacado previamente –pagando– un carnet, sino un bar, o un pub, moderno, abierto y acristalado. Y encima, cerca del despacho de Lech Wałęsa.
Mi marido y yo visitamos el ¿Qué pasa? este verano, un domingo por la noche: no había demasiada clientela, pero el ambiente era relajado y agradable. Al final terminamos hablando con la camarera –una chica hetero–, con el camarero –un chico gay– y con otro chico que debía de ser el novio de éste último, los tres bastante jóvenes. Les preguntamos por el nombre del bar, y la camarera nos aclaró que se llamaba así porque el local acogía regularmente actividades diversas, y la idea era que la pregunta “What’s happening now there?” (hablábamos en inglés) se volviera habitual en Gdańsk. Quizá, en ese contexto, más que ¿qué pasa?, nosotros diríamos ¿hoy qué hay? o tal vez ¿qué ponen?, pero bueno. En cuanto a la elección del idioma, parece ser que los dueños del bar encontraban el español exótico y enrollado: cool. Lo cierto es que no lo dominaban demasiado: las paredes estaban decoradas con fotos de chicos y chicas desnudos que llevaban escritos sobre la piel, a manera de tatuaje, textos como “Estamos todos la dadiva de Dios”, que supongo que debe de querer decir algo así como que todos –en nuestra diversidad– somos un regalo del cielo.
Cuando les preguntamos a los chicos qué tal se llevaba ser gay en un país tan dominado por el catolicismo como Polonia, el novio del camarero, que era más abierto y hablaba mejor inglés que éste, nos respondió que no estaba tan mal… siempre que a uno no se le ocurriera pasear con su novio por la calle cogidos de la mano, o darle un beso en público, o… Al preguntarle qué podría ocurrirle a quien se atreviera a llevar a cabo semejantes provocaciones, si se encontraría sólo con miradas hostiles o bien con agresiones verbales o, incluso, con violencia física, nos contestó que, probablemente, con esto último. Era un chico delicado y sonriente, y lo dijo sin inmutarse.
En la Polonia de 1980 todo estaba organizado para que los individuos se resignaran al conformismo, a doblegarse ante una supuesta normalidad que les venía impuesta, y quienes no estaban dispuestos a ello eran marginados y perseguidos por el sistema. En la Polonia democrática y europea de 2009, la presión para someterse a una normalidad no tan distinta de aquélla sigue pesando con fuerza sobre decenas o centenares de miles de ciudadanos y ciudadanas LGTB. Dudo mucho de que Lech Wałęsa sea capaz, desde su despacho adornado con un gran crucifijo, de reconocerlo, pero lo cierto es que el testigo del desafío que en su momento planteó Solidaridad a la República Popular de Polonia lo han recogido quienes hoy se esfuerzan por ir más allá en la lucha por las libertades y los derechos de todos los habitantes de aquel país. Como por ejemplo los activistas LGTB; o, simplemente, cualquier gay o lesbiana polaco que pretenda vivir su vida sin automutilarse, esconderse ni avergonzarse.
Sólo una observación a tu crónica. A los polacos no les gusta que les llamen «Europa del Este». Ellos se consideran Europa central. De hecho, nosotros llamamos Europa del Este a Polonia o República Checa porque fueron parte del «Bloque del Este» y eso les molesta un tanto (De hecho, Gdánsk está muy cerca de Berlín, y al oeste de Viena, ¿Por qué habrá de ser Europa del Este?).
Por lo demás, me permito rendir honor aquí a un novio polaco, Krzysztof, que tuve hace dos años en Praga y que ahora es mi amigo.
Una preciosa crónica, Nemo, como es habitual en ti. En especial en lo que para mí tiene de esperanzador pensar (ya sé que es muy poco y que falta muchísimo por recorrer) que en una pequeña ciudad de Polonia pueda estar abierto «sin complejos» un bar de ambiente. Aquí sabemos que fueron muchos pequeños pasos valientes como ése los que nos acabaron acercando al cambio real.
Confiemos al menos en que los dueños del Qué pasa? no sigan la trayectoria de Walesa y acaben en despachos palaciegos adornados con crucifijos…
Nemo, felicidades por tu magnífico mensaje.
Iván, los polacos son más bien, como tú dices, de la Europa Central que de la Oriental. De todas maneras son bastante orientales, incluso más que Viena, que está a 16º 22′ de longitud este, frente a los 18º 64′ este de Gdansk. La que es muy occidental es Praga, que está a 14º 46′ este.
Gracias por este testimonio tan interesante.
Desgraciadamente no hay que irse a Polonia para constatar la discriminación hacia nosotros. Aquí en España tampoco es que los gays y lesbianas mostremos demasiado afecto en público.
Supongo que en ciertos barrios de las grandes ciudades como Madrid o Barcelona sean frecuentes dichas muestras de afecto pero en el resto me temos que son escasas.
Yo vivo en Gijón, que tiene casi tresciento mil habitantes, lo que la hace una ciudad de tamaño mediano. En mis 41 años cumplidos el pasado verano jamás, pero jamás de los jamases, he visto por la calle o en una cafetería a una pareja gay cogida de la mano, ni dándose un beso en público. Así que la realidad en ese aspecto no dista mucho de la de Polonia.
Aún no hemos conquistado los espacios públicos por que los heteros quieren que estos lugares sigan siendo de su exclusividad. También en parte por que nosotros no damos el paso probablemente por temor a represalias.
Por eso me hace gracia cuando algunos homosexuales, entre ellos algunos que a veces participan en este foro, dicen que buscar espacios propios para nosotros es perjudicial, y que eso es construir ghettos.
Yo creo que es absolutamente humano el que cada uno se busque un grupo afín con el que se pueda identificar. Si la sociedad te lo niega, lo tendrás que buscar tu mismo. A un hetero no le hace falta buscar ese espacio por que ya le viene dado desde que nace: al pasea por la calle, al encender el televisor, al sintonizar la radio, el leer un libro cualquiera, al ir al cine, al escuchar música, al ir al colegio…..todo rezuma heterosexualidad. Los heteros ya se han construido su ghetto por y para ellos y así se ahorran el esfuerzo de buscar un lugar en el que sentirse a gusto.
Yo creo que mientras sigamos siendo minoría, siempre necesitaremos recurrir a nuestro rinconcito (como pueda ser esta misma página) para sentir que tambíen formamos parte de este mundo, y que existe gente con las mismas inquietudes que nosotros, por que las mayorías siempre imponen su ley y no quieren perder el privilegio de tener un mundo hecho a su medida.
Hay que conquistar la calle, pero tampoco tenemos por que renunciar a nuestros espacios, o ghettos, o como los querais llamar. Ellos nos garantizan poder contactar y conocer a personas con las que compartimos una forma de vivir y de sentir, y eso nos hace sentirnos más seguros.
Es curioso comprobar cómo personas que en el pasado lucharon por la libertad y la igualdad, cuando alcanzan sus objetivos en lo que a ellos concierne, se olvidan de su lucha e incluso ponen trabas a los que aún siguen sufriendo la discriminación. Tenemos el ejemplo que señala Nemo de Walesa y los anticomunistas, pero también el de los afroamericanos, como demostró el referéndum de California. Qué fragil es la memoria del ser humano.
Giorgio, si me permites añadir algo,
y a los LGTB con los inmigrantes
Giorgio yo creo que el problema es que la homofobia (como cualquier ideología discriminadora en base al género y la orientación sexual) es algo transversal a razas y grupos sociales y más si se trata de actitudes de la homofobia que se transmiten de forma tan sutil desde la más tierna infancia.
Por lo tanto, no es que los anticomunistas polacos o los afroamericanos se «olviden» de los gays, es que siempre fueron homófobos y, simplemente lo siguen siendo, igual que eran homófobos los comunistas y los blancos partidarios de la segregación racial… Las sufragistas a principios de siglo XX también tenían ese sentimiento de que los distintos movimientos revolucionarios las tenían olvidadas, y de que tan machistas y misóginos eran los burgueses como los proletarios… En cierto modo todos los hombres hasta el siglo XX, fueran conservadores o revolucionarios, consideraban «natural» la discriminación a las mujeres y ni siquiera imaginaban la posibilidad que las mujeres fueran iguales en derechos.
Vamos que por mucho que nos cueste asumirlo, nuestra lucha, como la de las mujeres por la igualdad o la de las y los trans, es algo distinta a las luchas sociales-económicas «clásicas» de matriz «oprimidos contra opresores», en el sentido de que vamos a encontrar tanta (o tan poca) comprensión entre grupos tradicionalmente opresores como entre grupos oprimidos.
En todo caso encontramos probablemente apoyos en los defensores de la laicidad o de los derechos individuales o reformistas, del mismo modo que encontraremos a menudo enemigos en los defensores de la religión, ultranacionalistas, extremistas tanto de derecha como de izquierda, conservadores sociales ya sean de inspiración religiosa o no (hay ateos conservadores en lo político que justifican la desigualdad de GLBT desde posiciones cercanas al darwinismo social, todos pensaréis en el infame fedegggico, pero por ejemplo en USA hay toda una corriente llamada «secular right» que justifica el apartheid para gays)…
a los glbt con los inmigrantes… y a los inmigrantes con los glbt
evidentemente ser glbt no te hace ser más antiracista o más comprensivo con la situación de los inmigrantes que cualquier otra persona (a no ser que hayas vivido de cerca estas realidades) ni ser inmigrante te hace dejar de ser homófobo o más comprensivo con la situación de los glbt a no ser que hayas vivido de cerca estas realidades (y menos si vienes de un entorno profundamente machista y homófobo o de un país donde a los gays el estado los encarcela o los mata).
Iván: gracias por tu aportación. Cambio lo de «una ciudad (…) del este de Europa» por «una ciudad (…) a orillas del Báltico», que me parece que resulta menos equívoco.
Gracias también a los demás: hoy los comentarios son especialmente interesantes.
Me encantó tu escrito Nemo. Pero una cosa, Polonia es muy católica, sí. Pero España no le va demasiado a la zaga. Además como bien dicen otros comentarios la reacción retrógrada viene tanto de la derecha más radical, como de la izquierda y por supuesto de los religiosos recalcitrantes.
P.D.: Fernando C., yo también soy de Gijón y el año pasado vi por primera vez una pareja que súbitamente se cogió de la mano (era en primavera, por la calle Manuel Llaneza) y estuve un rato (iba en la misma dirección, pero ellos iban delante) observando las reacciones de la gente. Tan sólo hubo una chica que se sonrió, no sé si nerviosa o sorprendida. Puedo asegurar que fue el mejor paseo que he dado por mi ciudad en mi vida.
Perdón quise decir el paseo más liberador.
Rafa, está claro que ser una persona lgtb no te hace menos racista o xenófobo o muchas otras cosas, pero entiendo (creo que por ahí iba el apunte del Putojack) que cuando una persona ha formado parte de uno de los espacios marginales de la sociedad, cuando ha experimentado sobre su propia vida lo que significa «ser diferente», quedar al margen de los códigos marcados por la cultura dominante, debería ser capaz de empatizar mucho más con quienes hoy ocupan los espacios laterales en los que una vez vivió (o en los que tal vez siga viviendo).
Siempre he pensado que es por eso por lo que las mujeres entienden en general mucho mejor lo que significa la igualdad lgtb, y por qué suelen ser mucho más receptivas y comprensivas. Precisamente porque saben lo que significa por obtener la visibilidad, el reconocimiento, el espacio. Siempre he pensado también que una de las razones por las que me cuesta, por las que no puedo permanecer ajeno al sufrimiento de los demás es precisamente por ser homosexual, por saber qué se siente al pertenecer a un grupo apestado (aunque mi experiencia personal no sea especialmente dolorosa ni negativa). Sí, a mí me sorprende ver qué pronto quienes han luchado por la libertad, por los derechos, por la existencia se olvidan de sus principios y se «aburguesan» acomodándose a lo conseguido e ignorando e incluso enfrentándose a las luchas posteriores. Y eso incluye la actitud de las personas lgtb que hoy se muestran agrias y agresivas contra, por ejemplo, las personas inmigrantes.
Pero ojo, no es la misma situación la que tú pones en igualdad, la de los inmigrantes ante las personas lgtb. Porque quien continúa en los estratos marginales no tiene (en el razonamiento que estoy intentando plasmar) por qué sentir simpatía o solidaridad hacia quienes identifica con quienes ostentan el poder que le aparta y le margina. No es un camino de doble dirección.
Despotorramiento, Fernando, me ha sorprendido un poco vuestro comentario. Siempre pensaba que Santander era muy parecida a Gijón pero más conservadora, y vaya, para mí hace tiempo que no es raro encontrarme parejas de la mano, chicos o chicas, o alguna muestra de afecto público. No digo que sea lo habitual, que sea cotidiano, pero desde luego ni es extraño ni creo que ya llame demasiado la atención.
Estoy completamente de acuerdo con Fernando C
Y hablando de discriminacion estoy por leer en esta pagina por primera vez que alguien haga mencion a la discriminacion por parte del colectivo GLBT hacia los gays «leather» (existimos y somos una minoria dentro de una minoria.
Por no hablar de la dicriminacion entre el colectivo de los gays VIH+. Esta ultima es peor dado que directamente no existimos y como mucho la gente cuando se toca el tema oscila entre la «lastima» o el buenismo
«Pues yo tambien tengo muchos amigos leather». «Pues yo tambien tengo muchos amigos resopositivos». Estoy por leer esto aqui la primera vez.
Al menos heteros dicen frecuentemente lo de «yo tengo muchos amigos gay»
Rukaegos, haciendo memoria tras escribir el artículo, tan sólo he visto 2 parejas de chicos de la mano y 1 de chicas en mis 45 años. Así que ya ves o me muevo por zonas diferentes o aquí es más raro. Ten en cuenta que también Asturias ha sido en 3 ocasiones espejo de agresiones homófobas y eso tal vez amedrente un poco a la gente.
Bright, en cuanto a la discriminación de los leather … la verdad no tengo ni idea de por dónde pueden ir los tiros. Ser una minoría dentro de una minoría no significa estar discriminados o estarlo en un sentido diferente de la minoría mayoritaria. ¿Muchos amigos leather? No sé si los tengo o no, en general suelo preguntar los gustos sexuales a mis parejas, nada más. No porque discrimine o tenga prejuicio alguno, simplemente porque no me importa demasiado qué hacen en la cama los que no se acuestan conmigo 😉
En cuanto al otro tema … A ver, la expresión «tengo muchos amigos gays» suele ser el refugio de la homofobia para justificar por qué pretenden limitar nuestros derechos o atacar nuestra visibilidad o … Y siempre se escudan en que son modernísimos y estupendísimos y superliberales, y eso lo demuestran afirmando que tienen amigos gays. Algo que probablemente sea mentira. En este sentido, casi que me alegraría lo que dices, lo de que por aquí nadie afirma «tengo muchos amigos seropositivos», porque esa coletilla iría asociada a un ataque contra ellos/vosotros.
Yo no tengo muchos amigos seropositivos. Tengo algunos amigos y una amiga. Ni lástima ni buenismo. Entre nosotros se habla con toda naturalidad de sus tratamientos o sus miedos o lo que en cada momento quieran decir siempre que ellos lo pongan sobre el tapete. En especial a la amiga la veo casi todos los días, solemos pasear nuestros perros juntos, y la relación es de naturalidad absoluta. Sí tengo claro que las personas seropositivas sufren discriminaciones importantes, y a M. la he ayudado en ocasiones con papeleos y trámites relacionados con esas discriminaciones. Pero, por cierto, tampoco suelo preguntar a las personas que me presentan si son portadores del vih. Así que sí, tengo algunos amigos de los que me consta que son seropositivos. Y probablemente alguno más que ha preferido no compartir esa realidad conmigo.
Rukaegos
No era esa la discriminacion a que me referia (aunque tambien)
Me refiero a la discriminacion dentro del colectivo GLBT
Intenta analizar porque la mayoria de los leather o de los gays VIH+ estan el armario
Conozco a mogollon de gente que «se escapa» alguna tarde en Madrid o BCN a algun bar leather, pero a «escondidillas». Muchos de los han venido o vienen a la mazmorra al ir a tomar una copilla se ponen a un lado o hecen como si no fueran contigo por miedo a que «alguno de sus colegas» pueda pensar que que a ellos les gusten esas «guarrerias»
De hecho son frecuentes aun en DM los comentarios ofensivos sobre mi persona porque me va ese tema.
Incluso me han atacado por el hecho de ser VIH+
Pero tu te preguntas donde estaran esas varia decenas de miles de gays VIH+ que existen (el 10 de la poblacion gay).
No me parece creible que entre los comentaristas habituales solamente estemos Carlos Alberto y yo y que hable nadie sobre el tema- Sera que los activistas son inmunes al virus??
Me parece muy bien que tengas amigos y una amiga VIH+pero no es la postura habitual en absoluto. Una cosa es que alguien tenga problemas burocraticos debido a la discriminacion en relacion con el VIH (si yo te contara sobre discriminacion dentro de la misma clase medica no podria acabar hoy ) y le eches una mano, lo que me parece genial, pero generalmente a la mayoria de la gente en el hipotetico caso de que alguien les diga que es VIH+ no salen del buenismo o de la lastima , cuando no es discriminacion pura y dura y rechazo (son años de experiencia).
Yo, gracias a Dios (es mi forma de hablar) llevo decadas fuera del amrmario gay y 14 fuera del armario VIH. Lo cual no significa que vaya por el mundo diciendo «me llamo Bright, soy gay, de la rama leather y VIH+. Pero siempre me han importados tres carajos lo que la gente piense de mi. El que quiera que me mire y al que no, pues aire
Yo no dependo ni he dependido economicante de nadie. He trabajado desde muy niñato y llevo unos años viviendo de mi pension y me lo he podido permitir, pero reconozco que no todo el mundo esta o ha estado en la misma situacion
Rukaegos: «Pero ojo, no es la misma situación la que tú pones en igualdad, la de los inmigrantes ante las personas lgtb. Porque quien continúa en los estratos marginales no tiene (en el razonamiento que estoy intentando plasmar) por qué sentir simpatía o solidaridad hacia quienes identifica con quienes ostentan el poder que le aparta y le margina. No es un camino de doble dirección«.
¿Un inmigrante que agrede a personas glbt lo hace porque los identifican con el poder que lo aparta y lo margina, o lo hace porque es homófobo? Si es por esto segundo, y algún caso habrá, el camino sí es de doble sentido, en lo bueno y en lo malo (también en la falta de empatía).
Un poco antes decías: «cuando una persona ha formado parte de uno de los espacios marginales de la sociedad, … debería ser capaz de empatizar mucho más con quienes hoy ocupan los espacios laterales en los que una vez vivió (o en los que tal vez siga viviendo)«.
Teniendo en cuenta que existe el síndrome de Estocolmo, ese «debería» que subrayo es más probablemente un deseo (lógico) que una realidad.
Tú mismo te contestas, Bright, sobre todo en lo que a la cuestión del vih se refiere: muchas personas tienen miedo de las consecuencias laborales y por tanto económicas que pueda generar el conocimiento de su situación. Y en esos términos fue el problema que tuvo mi amiga (y que se pudo solucionar para bien). Dato al que habría que sumar el proceso de culpabilización que muchas personas sufrieron en los primeros años de la infección, con discursos terribles sobre las consecuencias de sus actos y etcétera.
Sobre la otra cuestión, no sé, puedo estar equivocado, pero creo que en general ninguno vamos proclamando nuestros morbos sexuales o nuestras prácticas, seamos leather o no. No lo sé, pero no acabo de ver que haya una discriminación específica. Aunque puede que sí algunos prejuicios más o menos arraigados.
Zarevitz, precisamente porque es un deseo y no una realidad he utilizado el condicional. Y no sólo por el síndrome de Estocolmo: hay algunas otras razones que explican por qué hay homosexuales machistas, lesbófobos, transfobos, xenófobos, racistas, etc.
En cuanto a la otra cuestión, te diré que básicamente sí. Un inmigrante que no comprende, no empatiza o incluso agrede a una persona lgtb lo hace en no poca medida porque la siente como un producto de una sociedad y de un mundo de valores que le rechaza. Hay un choque espiritual, ideológico, socioeconómico muy complejo. Pero al final, un homosexual occidental forma parte del entramado dominante contra el que algunos de ellos se rebelan. No es posible empatizar desde la perspectiva que yo planteaba con quien tiene más poder que tú, salvo que lo hagas con espíritu servil de culebrón a modo de «los ricos también lloran». No, en su caso no estamos ante alguien que sufrió (pasado), que luchó por conseguir un determinado status o reconocimiento social, sino ante alguien que lo está haciendo ahora, mientras que a día de hoy, y con todo lo que pueda quedar por avanzar, las personas lgtb españolas tenemos una parte importante de nuestra lucha bien andada.
La referencia de Nemo a Walesa entiendo que se refiere a alguien que luchó para democratizar Polonia, para ver reconocidos los derechos asociativos y sindicales de Solidaridad. Y que una vez que venció en ambos frentes y llegó al poder no fue capaz de entender otras luchas de otras personas. Pero ese no es el caso de los inmigrantes, que siguen ocupando hoy los estratos más bajos de la pirámide.
Despotorramiento: Pues has tenido más suerte que yo.
La verdad es que hace muchos años, en el muelle, vi a dos chicos mirando al mar, en un dia de lluvia y oleaje, en actitud claramente cariñosa. Uno abrazaba al otro por detrás y así permanecieron por un rato. No había nadie más, salvo ellos y yo. Me sorprendió por que además de esto puede que haga unos 20 años.
Rukaegos: Me sorprende lo que dices por que por aquí nada de nada. Ves a parejas gays por la calle pero yo nunca vi a ninguna cogerse de la mano o besarse en público. Las chicas lo tienen más fácil por que nadie identifica el que dos mujeres se cogan de la mano con homosexualidad. Están más toleradas las actitudes cariñosas entre mujeres que entre hombres. De hecho, que dos mujeres bailen juntas se ve como algo «normal», pero no que lo hagan dos hombres.
Saludos a todos.
Me ha encantado el artículo, Nemo.
Besos.
Rukaegos: si en los países de procedencia no hubiese
agresiones homófobas y en los países de destino
hubiese agresiones tanto contra homosexuales como
contra heterosexuales del país, pensaría que esas
agresiones tienen una motivación distinta de la
homofobia. Pero si hay agresiones específicamente
homófobas allí y aquí, probablemente haya algo más
que un problema de choque por el cambio de país.
En ningún momento he dicho que no sean homófobos. Lo que he dicho y mantengo es que cuando hablaba de empatizar con quienes sufren hablo de quien después de haber pasado por una experiencia de exclusión de cualquier tipo la ha superado, se ha endurecido, ha crecido personalmente, y por eso debería (condicional) tener la capacidad para darse cuenta de las dificultades y procesos que están viviendo otras personas. De arriba hacia abajo, de lucha superada a lucha en proceso.
Pero a la inversa no funciona, porque quien está inmerso en su propia pelea no va a tener demasiadas sensibilidades para las ajenas. Y ahí sí van a pesar muchos factores culturales e identitarios. Entre los que estará el aferrarse a las costumbres, normas y valores que tenían donde no se les rechazaba. Homofobia incluida.
La democracia y la igualdad no es algo que llegue y que se quede para siempre. Es una meta a la que siempre hay que intentar llegar. Los que estaban interesados en derribar la dictadura de Jaruzelski no querían llegar más allá.
Sobre el debate entre Zarevitz y Rukaegos, yo vivo en Lavapiés, un barrio de inmigrantes de todos los países y ni yo ni mis amigos nos cortamos un pelo a la hora de criticar la homofobia o el machismo hablando con los que conocemos. Nunca vamos a tratarlos con paternalismos ni a justificar ninguna discriminación.