Recomiendan al Comité Olímpico Internacional abordar casos como el de Caster Semenya «desde una perspectiva médica»
Tras la polémica desencadenada por el caso de la atleta sudafricana Caster Semenya el Comité Olímpico Internacional (COI) ha convocado a un grupo de especialistas médicos para que les asesore sobre como abordar la problemática que supone, en competiciones separadas por sexos, la participación de mujeres con características físicas masculinas. El grupo ha recomendado al COI que trate el asunto «desde una perspectiva médica» y que trate cada caso individualmente.
Esas parecen ser las recomendaciones principales del grupo, reunido durante dos días en Miami y que presentó sus conclusiones el miércoles. En aquellos casos de mujeres que presentan «problemas médicos» que les llevan a manifestar características físicas masculinas (elevados niveles de testosterona, por ejemplo) el grupo se inclina por permitir su participación en las competiciones si esas condiciones son diagnosticadas y tratadas, siempre desde una perspectiva individualizada y tras estudiar cada caso. El grupo se ha abstenido de dar indicaciones más precisas.
Dentro del mundo del deporte ya han surgido algunas voces contra este tipo de aproximación, que consideran «injusta» para el resto de deportistas. Doriane Coleman, profesora de Derecho y antigua atleta, considera que se abre la puerta «a tener a hombres compitiendo contra mujeres».
De las informaciones periodísticas no es posible determinar si el grupo de trabajo ha abordado el caso de las personas transexuales, en las cuales no existe un problema médico subyacente sino simplemente una discordancia entre el sexo biológico y la identidad de género de la persona. Tampoco parece que estas recomendaciones sean útiles para decidir como actuar en muchos casos de deportistas intersexuales.
Lo que parece claro es que el mundo del deporte tendrá que abordar antes o después la diversidad de género con mayor valentía y menos prejuicios de lo que ha venido haciendo hasta ahora.
A mí sí que me parece injusto que, para poder competir, a alguien —quien sea— se le obligue a seguir un tratamiento médico, sea el tratamiento que sea. Si por algún motivo no-artificial una persona «produce» (seguro que hay una palabra mejor) más testosterona que la media de atletas contra quienes compite y esa mayor testosterona le da una ventaja, mejor para ella. Sólo un amante enloquecido de la mediocridad puede estar a favor de cortarle las piernas a los altos o de desnutrir a los fuertes para igualarlos a sus contrincantes deportivos.
Todo esto, como dice Flick, sin entrar en la cuestión de los atletas trans o, añado yo, en la cuestión más general de que las competiciones estén segregadas por sexos.