Canícula de verano
Estaba enamorado, muy enamorado, y no podía dar más detalles. La situación no lo permitía. No me lo permitía yo mismo ni mi educación católica recibida durante 30 años. Mi compañera de trabajo durante el año sabía mi condición de homosexual pero no sabía quién ocupaba mi corazón. Mis compañeras de estudios por hobby sabían mi sufrimiento pero no sabían la causa. Mis amistades de siempre sabían algún detalle más pero no daban crédito a mi estado de enamoramiento. En un verano que suponía el alejamiento definitivo de la persona a la que más había querido en mi vida se presentaron varias circunstancias que fueron anecdóticas, cuando menos.
Mis compañeras de estudios prepararon una salida nocturna para que otras atacaran a la presa (parece ser que tal como dice Arcadi Espada en su columna de El Mundo, las chicas de derechas son ahora más calientes y liberadas que las de izquierdas). Después de la obra de teatro y viendo cómo derivaba la velada las dejé plantadas sin más, bueno con la excusa de mi madre, que la pobre lo mismo está para un roto que para un descosido.
Mi compañera de trabajo pensó en su primo. Me invitó a su apartamento de la playa, a bañarme en la piscina comunitaria, a tomar café y… de repente su primo gay se presentó, como el que no quiere la cosa. La interviú y el interés en qué iba a hacer aquella noche me resultaron tan sospechosos que tuve que utilizar de nuevo a mi pobre madre de 87 años y ciega, la verdad es que me necesita pero a veces pienso que la utilizo.
Mis amigos de siempre se empeñaron en Berlín en presentarme las tentaciones irrechazables. Para mayor sorpresa de todos me limité a un viaje cultural, deportivo y de contacto con la naturaleza. Sólo existía en mi pensamiento y en mi corazón la mejor persona que jamás he conocido. Me costó esquivarlos, engañarlos y hacerles creer que de vez en cuando ligaba. Más les costaba a ellos verme acostarme a la una y levantarme a las siete para hacer deporte por el Tiergarten.
Otra compañera de estudios, esta vez a nivel individual, me sorprendió aún más cuando me llevó a su despacho de la universidad so pretexto de dejarle los apuntes del curso y me llevó al váter donde supuestamente había cogido a un alumno y alumna en no sé qué situación. Y no había manera de sacarla de allí. Qué apuro, qué incomodidad, qué violento, con su falda corta, su gran escote, sus insinuaciones… y el maricón sin saber qué hacer pensando en su único amor.
Y, por último, mi almuerzo con él y su familia. Su despedida y su espantada de silencio y de alejamiento sin mayor explicación. Supongo que lo habré molestado y que no está dispuesto a poner en peligro su estabilidad.
Juan Cruzado
«Una carta en dosmanzanas” quiere ser una sección abierta, a la que podéis enviar cartas que deseéis que publiquemos en dosmanzanas y con las que queráis dar vuestro punto de vista sobre actualidad, noticias o cualquier otro tema relacionado de una u otra forma con la realidad LGTB. Todas las cartas para ser publicadas deberán ser recibidas en nuestro correo electrónico (Para que no lo confundamos con cualquier otro mail recibido en esta misma dirección, indicad en el asunto: “Una carta a dosmanzanas”).
Dosmanzanas se reserva el derecho a no publicar alguna de las cartas recibidas. Dosmanzanas puede no compartir las opiniones expresadas en las cartas publicadas en esta sección.