Rabioso sol, rabioso cielo

Nada mejor que un largo puente lluvioso para encontrar el momento de ver largas películas. Porque Rabioso sol, rabioso cielo dura más de tres horas. La propuesta de Julián Hernández, autor de El cielo dividido y de cuya opera prima Mil nubes de paz cercan el cielo ya hablamos en esta web (tres películas, tres cielos), aunque fallida probablemente, es más que interesante. Parece que el director ha encontrado su estilo abandonando definitivamente el lenguaje hablado que, curiosamente, era un lastre para su cine y no se echa de menos en absoluto. En Rabioso sol… cartografía el deseo por las calles mexicanas, con unos cuantos hombres guapos que se entrecruzan en bares, urinarios, parques, cines porno (parece que al otro lado del charco han digerido mejor la espléndida Goodbye Dragonn Inn) que hablan poco y follan mucho (y hasta, seguramente, aman). La tercera hora transcurre en un territorio mitológico a la manera de la segunda mitad de Tropical Malady. Una bellísima fotografía y alguno de esos boleros que quitan el hipo puede que te conviertan en fan definitivo del autor mexicano. ¿Pretencioso? Sí, pero también arriesgado y sólo triunfa el que arriesga, y algún día de éstos Hernández dará en el clavo. Para los cinéfilos, jugad a buscar las referencias: Sebastiane, Cocteau, Tarkovski, Johan: mon été 75…

Asustado por los fastos ruidosos y belicistas que celebran no sé exactamente qué, hago patria visitando la exposición «Dalí, Lorca y la Residencia de Estudiantes«, en el Caixa Fourm de Madrid, un interesante repaso de la convivencia y fructífera relación entre dos monstruos, tan informados del contexto cultural que les rodea (la pintura metafísica y el futurismo en Italia, el purismo de Ozenfant y Le Corbusier, el tubismo de Léger, los Delaunay, Rousseau el aduanero) que uno se asusta al pensar en lo que hubieran hecho de haber nacido en la generación de internet. Un apartado dedicado al mito homosexual de San Sebastián permitirá a los muy fetichistas del santo (entre los que me hallo) descubrir un bellísimo ejemplo de Corot. Por cierto, que si algún lector tiene la tentación de ver Little ashes, la película que narra la relación entre Dalí y Lorca, casi mejor que lo deje…

Ahíto de alta cultura me sumerjo en las más de cuatrocientas páginas de Entre rejas, de Carlos Rabazo (Odisea Editorial), llenas de guarradas y faltas de ortografía como no era menos de esperar tratándose de una recopilación de cartas escritas desde las cárceles españolas. Un morbazo de impresión que le da a uno ganas de delinquir con alguno de los legionarios que orgullosamente desfilaban hace un rato para acabar en algún sucio presidio. Acaba uno haciendo honor necesariamente al apellido del autor (había otro Rabazo por ahí, Armando Rabazo, que escribió la deliciosa Las paredes del acuario, y del que no he vuelto a saber nada, desgraciadamente) Sin embargo, no todo es pornografía: en muchas páginas hay poesía de la calle, hay soledad, hay cariño, hay desesperación por el lento paso del tiempo… Si el autor ha inventado todas esas cartas, hay que reconocer su habilidad en el uso del lenguaje lumpen. (Libro cedido por Odisea Editorial)

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