"Si se suman dos manzanas, pues dan dos manzanas. Y si se suman una manzana y una pera, nunca pueden dar dos manzanas, porque es que son componentes distintos. Hombre y mujer es una cosa, que es el matrimonio, y dos hombres o dos mujeres serán otra cosa distinta" - Ana Botella

Ahora nos toca a nosotros

Estamos nerviosos porque nos llega el turno. Después de décadas en las que la lucha por los derechos de los gays ha estado monopolizada por la extrema izquierda, ya es hora de que las asociaciones (en las que creemos relativamente) y sobre todo, los individuos homosexuales de derechas salgamos del armario de una vez. Un gobierno que nos ha llevado a la ruina económica está a punto de desaparecer del escenario político quizá para siempre y ahora nos toca a nosotros. Y no vamos a dejar que se nos meta en el armario de nuevo, pero podemos perfectamente convivir con los ciudadanos de este país si a ellos les molesta que usemos el nombre de instituciones históricamente establecidas. Si tenemos los mismo derechos ¿qué nos importa que se llamen de otra manera?

Por otro lado hay una cosa que tenemos que reconocer: lo normal es que a los homosexuales, una vez conseguidos los derechos que afectan a nuestra economía, nos importen un bledo los derechos sociales. ¿Qué más nos da que no se invierta en educación o sanidad, si nosotros podemos pagárnoslo? ¿Qué nos importa el futuro, si nos iremos de este mundo sacudiéndonos el polvo y sin dejar una sola huella? ¡Disfrutemos, gastemos, bailemos, divirtámonos! Lo normal es que una pareja homosexual con dos sueldos y sin hijos, con la casa pagada, sea conservadora, lo normal es que lo que quiera es pagar menos impuestos para poder dedicarse a viajar y a salir de noche, a reactivar la economía de este país que tan maltrecho ha dejado nuestro innombrable presidente. El liberalismo individual consigue la felicidad colectiva.

No hemos conseguido nada a nivel social: nos odian igual. Es más: ahora nos odian más. El orgullo y la visibilidad se han vuelto en nuestra contra y los que éramos discretos somos ahora increpados por culpa de los que llevan tangas y plumas. Pero ahora nos toca a nosotros: España comprenderá que los homosexuales no somos exaltados izquierdistas partidarios del amor libre, que somos personas normales y discretas a las que les preocupa el fracaso económico y social de este país. Dejarán de odiarnos y se enorgullecerán (como hace unas décadas) de tener amigos gays. Olvidarán la época de las plumas y encontrarán a unos muchachos sanos y felices, modositos y trajeados: los perfectos vecinos y compañeros de trabajo.

En cuanto al SIDA, también ha llegado el momento de que se deje de asociar con la homosexualidad. Los homosexuales de derechas no tenemos SIDA, eso es cosa de drogadictos, piojosos y abertzales. Nosotros nos morimos de cáncer como todo el mundo, y si hay recortes sociales, nos vamos a Houston o donde haga falta y nos morimos de enfermedades respetables tras haber arruinado a nuestros papás.

Ahora nos toca a nosotros. Estamos ya nerviosos porque vemos un futuro brillante, convertidos al fin en personas normales y respetables, conservadoras, respetuosas con las familias de toda la vida. Seremos los mejores padrinos en las bodas y bautizos, los que pronunciaremos los mejores discursos en los funerales, llegaremos a las alcaldías y a las concejalías (y quién sabe si a algún Ministerio e incluso a la Presidencia del Gobierno) con nuestros Burberrys azules y en el Orgullo gay (que ya no se llamará así), nuestros polos de Lacoste multicolor iluminarán la tarde madrileña.

Rodrigo Gómez

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