Sobre la muerte
Mae West y yo
Eduardo Mendicutti (Tusquets)
Me han preguntado muchas veces que por qué no hemos hablado nunca de Eduardo Mendicutti en los Desayunos en Urano. Lo resumiría con una frase bíblica: “Eduardo, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya…” Creo sinceramente que Mendicutti es uno de nuestros mejores escritores. Ese lenguaje que huele a sur, a manzanilla de la que tiene alcohol, a cazón en adobo y a carreras de caballos por las playas de Sanlúcar, manteniendo siempre un prodigioso equilibrio entre la elegancia más absoluta y la vulgaridad más burra. Recuerdo haber leído Ultima conversación o Una mala noche la tiene cualquiera con auténtico furor. Era como si Ángel Vázquez hubiera vuelto a la vida, pero sin prejuicios y sin miedos.
En Mae West y yo, Mendicutti vuelve a acariciar la genialidad. Un ventrílocuo mayor (no tan mayor), recién diagnosticado de un cáncer de próstata, habla con Mae West reconvertida en próstata, como muchos hacemos a diario, manteniendo conversaciones con nuestros otros yoes que nos ayudan a superar las frecuentes contradicciones a las que nos enfrentamos. El protagonista va a pasar la convalecencia a una urbanización de Cádiz, y se sentirá muy intrigado por la casa vecina, en la que vive una mujer muy atractiva y el hijo de su marido, aún mas atractivo. Pero el protagonista no está solo porque todas las películas de la era dorada del cine de Hollywood rondan por su cabeza, y lo mismo aparece por allí Tab Hunter como Liz Taylor.
Los personajes secundarios son espléndidos, como siempre, esa Carmeli que ya conocemos, la mujer de la limpieza deslenguada y arisca pero que adora al señorito, y esa próstata, vulgar pero soltando verdades como puños, de las que duelen. Y Gertrud y Alice, la pareja homosexual que lleva toda la vida juntos, desde que se conocieron en París, y son ahora el centro de la vida cultural del pueblo. O el aguerrido periodista al que sólo conoceremos por sus artículos en la gacetilla local. El buen humor habitual del autor contrasta en esta novela con algunos pasajes arrebatadoramente nostálgicos, en esos paseos por la bahía al atardecer y esos paisajes emocionantes, que no sabe si volverá a ver alguna vez. La muerte como algo más que una palabra, algo tan real que se convierte en cotidiano, es quizá una novedad en la literatura del autor y le aporta una distinguida serenidad.
Solo le encuentro un problema: no llevo nada bien eso de que sea del Real Madrid.
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La muerte no huele a nada
Javier Martínez Madrid (Gens Ediciones)
Casi nada huele a nada ya. Ni siquiera la muerte. Jonás, un chico canario al que el protagonista conoce por Internet, se va a vivir con él a su piso de Madrid. Al mismo tiempo, en una atractiva estructura paralela que hace la novela más emocionante, conocemos la muerte de Jonás por sida y el protagonista emprende un viaje a Tenerife para conocer a la madre del fallecido. Los cortísimos capítulos paralelos se suceden a una velocidad de vértigo, como la propia vida se sucede a la velocidad de vértigo. Todo pasa rápido menos los quince días que tardan en analizar la sangre bajo sospecha del protagonista.
Mónica Naranjo asiste al conocimiento/amor/desamor desde una mancha en la pared, cual cara de Bélmez de la era post Stonewall. Tan dormida e inapetente como el pene de Jonás, que pese a su juventud y a la pasión que siente por su amante, no consigue despertar.
“Comer conguitos y oler a muerte son cosas incompatibles. Los conguitos huelen a vida. Si el avión se estrella no quiero salidas de emergencia, ni chalecos naranjas, ni mascarillas que caen del techo. Solo quiero un puñado de conguitos para metérmelos en la boca. Conguitos. A Jonás deberían haberle dado conguitos. Un puñado. De los que sí te salvan la vida.”
Además de buen escritor, lo que más me gusta de los libros de Mendicutti es que te lo pasas bien leyéndolos. Hay algunos que escriben bien pero que es un coñazo leerlos.
Por cierto, para los que sepan francés, me acaban de prestar unos libros de Yves Navarre que son la hostia. Por lo visto era un escritor gay bastante conocido. Reconozco mi ignorancia porque hasta hace unas semanas no sabía nada sobre él. Llevo leídos 2 libros de él y estoy sintiendo lo mismo que sentí hace unos años cuando leí los primeros libros de Mendicutti.
Gracias putojack por tus posts. No suelo comentar porque están siempre tan bien que da apuro escribir algo después.