La pérdida del miedo al VIH dispara también otras infecciones de transmisión sexual
Interesante artículo el que este lunes publicaba El País, y que se hacía eco, entre otros, de los datos proporcionados por Jorge del Romero, del Centro Sandoval de Madrid, especializado en VIH y otras infecciones de transmisión sexual. La conclusión parece clara: la pérdida del miedo a la infección por VIH, y la consiguiente bajada en las medidas de protección, ha disparado en los últimos años la transmisión de otras enfermedades, como la sífilis o la gonococia.
En los 11 primeros meses de 2010, por ejemplo, los médicos informaron de 2.927 casos de sífilis y 2.148 de gonococia, que corresponden al doble y al triple que 10 años antes, según el registro de enfermedades de declaración obligatoria en España. Pero no son las únicas. Los datos de Sandoval registran también un aumento de los casos de papiloma, clamidia y del propio VIH, así como una estabilización en los de hepatitis B y C. También ha aparecido el linfogranuloma venéreo, del que hablábamos hace pocas semanas, diagnosticado casi exclusivamente en hombres que tienen sexo con hombres. Se trata de una infección sexual causada por la bacteria Chlamydia trachomatis, que se transmite a través del sexo anal, vaginal y oral sin protección.
Los datos del Centro Sandoval son, en este sentido, demoledores: el 89% de los diagnósticos de VIH de 2010, el 83% de las gonococias, el 91% de las sífilis y el 55% de las clamidias se dieron en hombres que habían tenido sexo con otros hombres. Los datos no son extrapolables a toda la población (Sandoval ofrece tratamiento gratuito y si se quiere anónimo, por lo que grupos estigmatizados como los gays o personas que ejercen la prostitución están sobrerrepresentados), pero la tendencia es innegable.
Los datos de Sandoval apuntan a otra línea que los especialistas deberán tener en cuenta: que en este caso una infección llama a otra. Hay razones biológicas (enfermedades como el papiloma o el herpes aumentan el riesgo de infectarse por el VIH) y de conducta (quien no se ha protegido de una no lo hace de otras). La conclusión es clara: hay que cambiar el enfoque de la prevención. Hasta ahora se ha primado el interés por evitar la propagación del VIH, pero hay que realizar un abordaje más amplio e integral y centrar los esfuerzos en algunos colectivos, entre ellos el de hombres que mantienen relaciones sexuales con otros hombres.
En realidad no creo que este aumento de infecciones tenga mucho que ver con la pérdida de miedo al VIH ahora que la enfermedad se ha «cronificado» y sí con la escasa (o nula) importancia que se le da a la protección en el sexo oral. Cuando la gente habla de prácticas de riesgo automáticamente piensa en la penetración (anal o vaginal). De todos es sabido que el sexo oral es una práctica de bajo riesgo para la transmisión del VIH (algunos, erróneamente, creen que inexistente) por lo que el preservativo en las relaciones bucogenitales brilla por su ausencia. El problema es que la mayoría de esas enfermedades (de las que nadie parece acordarse cuando se habla de protección, como si el VIH fuese la única ETS existente) pueden entrar en el organismo a través del sexo oral: gonorrea, sífilis, candidiasis, clamidia, papiloma, herpes genital… Quizá sería hora de recordar que los condones de sabores, esos de los que algunos (la mayoría) no quieren ni oír hablar, no se inventaron como sustitutivo del chicle. El sexo oral sin protección TAMBIÉN es práctica de riesgo. Puede que no para el VIH (aunque aquí hay bastante polémica) pero sí para casi todas las demás.
#1 Tienes toda la razon, no hay conciencia del peligro que supone el sexo oral sin condon.