La justicia británica reconoce derechos parentales al padre gay del hijo de una pareja de lesbianas a las que donó esperma
La justicia británica ha reconocido el derecho del padre biológico (que además es gay) a compartir la responsabilidad parental del hijo de una pareja de lesbianas. Los jueces consideran que, en este caso concreto, ello beneficia al niño, que ya tiene un contacto regular con el padre según un primer acuerdo alcanzado con anterioridad.
La historia, muy resumida, es la que sigue. El hombre donó su esperma para que una de las chicas, amiga suya, pudiera llevar adelante la gestación. No solo eso, sino que en su momento aceptó casarse con ella debido a la presión de los padres de la mujer, que tenían dificultad en aceptar su sexualidad y presionaron para que el niño naciera en el seno de un matrimonio. Inicialmente llegaron a un acuerdo por el cual el hombre podría disfrutar del niño durante unas horas cada quince días, pero no reclamaría responsabilidad parental alguna. Con el paso del tiempo, sin embargo, el hombre reclamó ante la justicia ejercer su papel de padre. Ahora la justicia británica le ha reconocido ese derecho pese a la existencia del acuerdo previo, argumentando que las circunstancias pueden cambiar en función del tiempo y que debe adoptarse la decisión que sea mejor para el bienestar del menor. «Se acepta generalmente que un hijo gana teniendo dos padres. No necesariamente la suma de un tercero es desventajoso», argumenta uno de los jueces que han redactado la sentencia.
El caso nos recuerda a otro muy similar ocurrido California, donde también una mujer lesbiana recurrió a la donación de esperma de un conocido gay para quedar embarazada. Posteriormente el hombre reclamó compartir la custodia del hijo. En aquel entonces la justicia californiana falló en favor de la madre, argumentando que el papel que había sido acordado cuando el hombre donó su esperma no era el de padre, por lo que solo tenía derecho a las condiciones inicialmente pactadas (que sí incluían un calendario de visitas).
Una sentencia que pone sobre la mesa la necesidad de tener en cuenta las nuevas realidades familiares, tanto a la hora de legislar como a la hora de afrontar ciertas situaciones en las que a veces se opta por acuerdos entre partes sin prever todas las posibles consecuencias (recurrir a la inseminación por un amigo o conocido en lugar de a un donante anónimo, por ejemplo).
Este tipo de disputas judiciales son el fruto de la falta de una legislación que contemple la realidad familiar LGTB en todas sus dimensiones y posibilidades.
Y la culpa de esta falta de legistlación de debida, por un lado a la homofobia social que ni si quiera imagina a estas familias, y sobre todo, a la falta de interés del propio colectivo LGTB por reclamar sus derechos para esta parte de su vida.
Nos han educado para ser estériles, y muchos se lo han creído.