Las familias «no convencionales» de Mediaset
El pasado miércoles comenzó en Cuatro la tercera temporada de Perdidos en la tribu, en el que tres familias españolas son llevadas a los más recónditos lugares de Africa, Sudamérica o Asia, para convivir durante tres semanas con tribus indígenas cuyo contacto con la «civilización» ha sido casi nulo.
Raquel Sánchez Silva –la nueva presentadora comodín de la cadena– es la encargada de llevar las riendas de la edición más extrema de este reality. Extrema por las condiciones en las que tendrán que vivir los concursantes, por las tribus en sí (que fueron descartadas en ediciones anteriores por su dureza, tal y como nos lo hizo saber la propia Raquel hasta la saciedad) y por las propias familias, también definidas por el programa como «poco convencionales«.
¿Y qué tienen de peculiar estas familias, os preguntaréis? Pues poca cosa, aparte de una situación económica aparentemente desahogada (circunstancia, en efecto, poco común en la actualidad) y un gusto desmedido por el lujo, el narcisimo y la frivolidad.
¿Verdaderamente estamos ante familias que podemos categorizar como «no convencionales»? Aceptamos barco, pero sólo en parte: son participantes que darán mucho juego (además, los han presentado de tal forma que despertarán aversión en los telespectadores desde el primer minuto), pero se nos queda corta su falta de «normalidad». Las excentricidades no definen a una familia como «no convencional»: sí lo hace, en cambio, el que ejemplifique un nuevo modelo o un cambio social notable.
Quizás debería ir un paso más allá y permitir a alguna familia LGTB la participación en el concurso. Y no porque deseemos que las parejas con hijos del colectivo sigan siendo consideradas «no convencionales», ¡más bien todo lo contrario! Su presencia en el programa ayudaría ampliamente a la normalización e integración (incluso trascendiendo fronteras geográficas y culturales). La «no convencionalidad» se transformaría así en una bandera de la diversidad y la tolerancia, y no en un catálogo de miserias.
Existen tribus que no discriminarían a los concursantes por estar con alguien de su mismo sexo, y que le darían una lección a más de un cavernícola urbanita. Pero claro, esto es sólo una sugerencia sin buzón, lanzada al aire por alguien que todavía cree que la televisión no tiene por qué ser una caja tonta… si lo que metemos dentro tiene un mínimo de cabeza.