Para todos los públicos

Los lectores de dosmanzanas saben sobre mi complicada relación con Ozpetek. No es que no me guste todo lo que hace, es que le creo capaz de rodar esa película que espero casi con ansia, y va pasando el tiempo y él a lo suyo. Habiendo perdido ya casi toda esperanza, enfrentarse a Magnifica presenza (Italia, 2012) sin la menor expectativa es muy bueno. Porque la he disfrutado, me he reído y me ha emocionado.

Ciertamente, y como es habitual en sus films, hay un cambio a peor en la segunda mitad: la aparición de estrafalarios personajes secundarios quitan peso a la historia principal, además de esa omnipresente sensación de estar viendo algo antiguo (cine italiano o español de los setenta). Y esa música de sainete (aun así, esta vez el vals/tarantela o lo que sea no abandona al espectador hasta horas después y la exquisita voz de Sezen Aksu contribuye a mejorar algo el resultado).

Pietro, un joven pastelero que llega a Roma pensando en ser actor (y en rencontrarse con un hombre del que lleva enamorado tres años) alquila una casa que pronto descubre que está llena de fantasmas. Pero llena, llena. Una de las virtudes de la película es que Pietro es homosexual porque sí: su orientación sexual no aporta nada salvo normalidad, y eso es muy interesante. Poco a poco, los fantasmas irán contando su pasado y Pietro y su prima (ambos afectados de una logorrea incontenible) harán lo posible por desentrañar los misterios de la finca mientras el espectador se va desentendiendo de lo que pasa y comienza a fijarse en lo que importa.

Porque lo que salva a Magnifica presenza es la magnífica presencia de Elio Germano, un actor absolutamente maravilloso, con una delicadísima pluma, un adorable aire de pazguato y una encantadora naturalidad frente al absurdo. Al final, el propio Ozpetek cae rendido ante él y, durante los títulos de crédito finales, su cara en primer plano nos transmite calma, emoción, risa, sonrisa, tristeza, susto, melancolía…

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Qué bien me lo he pasado leyendo Contra las cuerdas de Susana Hérnandez (Editorial Alrevés). Qué manera de sufrir, de comprender, de meterse entre las páginas de un libro y no querer salir de él, de que el mundo desaparezca y solo quede esa historia que te ha dejado sin aliento, otra aventura de la de las subinspectoras Rebeca Santana y Miriam Vázquez (una lesbiana y la otra de momento no).

Si te gustó Curvas peligrosas (Odisea Editorial, 2010), vas a flipar con el nuevo caso: esta vez un violador y asesino en serie en la Costa Dorada y Barcelona. Desde el principio sabes que una de las víctimas es uno de los personajes principales y en cada página te preguntas cual de esas mujeres estará pronto sufriendo las aberraciones del violador. Pero, como en las buenas novelas de misterio, empezarás a sospechar de todo el mundo y (como era de esperar) te sorprenderá la resolución final, de esas que sabes que tienen giros y giros finales porque todo parece acabar pero te asusta ver que quedan muchas páginas.

Susana Hernández ha creado dos personajes inolvidables (sin contar la pléyade que pulula a su alrededor) y ha escrito un verdadero bestseller (eso esperamos): pura literatura de entretenimiento. Quizá la literatura más difícil. Hoy viernes 26 a las 19h, presentación del libro en la Biblioteca Pedro Salinas de Madrid (Puerta de Toledo), con la presencia de la autora.

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