El Ejército turco expulsará a los militares homosexuales
El nuevo código disciplinario del Ejército turco incluirá expresamente la «intimidad antinatural» como una falta castigada con la expulsión. Una norma que plasmará negro sobre blanco una discriminación por otro lado ya asentada en el Ejército de ese país. Las organizaciones LGTB turcas ya han advertido que la nueva norma, si definitivamente es aprobada por el Gobierno de Turquía, contraviene la jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos.
«Cuando se trata del servicio militar obligatorio, el homosexual es considerado enfermo y se le exime del servicio militar. El Ejército define la homosexualidad como un desorden psicosexual. Pero cuando es un miembro del Ejército el que es homosexual, se le considera culpable de una falta disciplinaria. Es una doble discriminación», ha declarado Ali Erol, representante de la organización Kaos GL, que ha destacado la política errática y en cualquier caso discriminatoria del Ejército turco. Erol no duda, de hecho, de que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos acabará por declarar discriminatoria esta práctica, en base a pronunciamientos anteriores del mimso tribunal sobre Turquía.
En efecto, el Ejército turco sigue considerando la homosexualidad como una enfermedad. Para evitar ser reclutados y obtener el llamado «certificado rosa» las personas homosexuales deben, de hecho, aportar “pruebas” indudables de su homosexualidad, que pueden incluir exámenes anales o la necesidad de aportar vídeos y fotografías en las que se identifique claramente como son penetrados analmente. Practicas humillantes que hace meses fueron denunciadas en un documental de la BBC que desató una ola internacional de indignación.
Una situación difícil para las personas LGTB
Pese a haberse reforzado notablemente (son cada vez más, por ejemplo, las personas que toman parte en las celebraciones del Orgullo de Estambul), la comunidad LGTB turca vive un momento muy complejo desde el punto de vista político y social (este verano dedicábamos una extensa entrada al tema, que sigue siendo perfectamente válida). Turquía ocupa en cualquier caso uno de los últimos lugares en Europa en materia de derechos LGTB, como puso en evidencia el último informe anual publicado por ILGA Europe.
Formalmente las relaciones homosexuales no han sido nunca delito en Turquía, pero persisten leyes que castigan el “escándalo público” y que pueden ser utilizadas en contra de las personas LGTB. La censura y la discriminación siguen siendo además una realidad: además de los terribles crímenes de honor -como el asesinato de R.A., un adolescente homosexual, a manos de su propio padre; el de Ramazan Çetin, una mujer transexual, a manos de su propio hermano, o el del estudiante gay Ahmet Yildiz, también a manos de su padre- en dosmanzanas nos hemos ocupado de casos como el del despido de un árbitro de fútbol que se declaró homosexual, de la censura de páginas web y de intentos de ilegalizar asociaciones LGTB. En un informe sobre Turquía presentado en abril, el Parlamento Europeo manifestó “su honda preocupación por la persecución constante de lesbianas, gays, bisexuales y transexuales sobre la base de la ley de delitos menores y de las disposiciones relativas a la ‘conducta inmoral’”.
Especialmente difícil es la situación de las mujeres transexuales. Las personas transexuales pueden acceder desde 1988 al proceso de reasignación sexual y modificar su situación registral, pero la transfobia social es elevada. En muchos casos las mujeres transexuales son repudiadas por su familias y obligadas a ejercer la prostitución. A diario son detenidas bajo la acusación de alteración del orden público y llevadas a comisaría donde frecuentemente son víctimas de la violencia policial (ejemplo de ello es la agresión a un grupo de activistas transgénero del colectivo Pembe Hayat, que recogimos en 2010). Una encuesta hecha a 104 mujeres transexuales reveló que el 89% de ellas habían sido víctimas de violencia en dependencias policiales. Turquía ocupa el primer lugar entre los 47 países miembros del Consejo de Europa, y el séptimo lugar en el mundo, por el número de homicidios motivados por el odio transfóbico.
En junio recogimos también la grave sentencia del Tribunal Supremo turco que afirmó que sexo anal y oral son “antinaturales” y los comparó a “la tortura, la violencia sadomasoquista, la zoofilia y la necrofilia”. El Gobierno turco se ha negado además a incluir la protección a las personas LGTB en la nueva Constitución y a promover leyes contra la discriminación, y ha permitido a políticos de primera línea hacer declaraciones homófobas. Es el caso, por ejemplo, de la ministra de Mujer y Familia Aliye Kavaf, que en 2010 calificó a la homosexualidad de “trastorno que necesita ser tratado“.