Finales felices
Recuerdo haber leído otra novela de Aiden Shaw hace unos años (Caído) ahora que ha llegado a mis manos Sórdida verdades. De como vendí mi inocencia para saborear la fama Editorial Egales (libro cedido por Berkana). Aiden Shaw, mucho mejor actor porno que escritor, lo que no quiere decir que escriba mal, nos lleva en esta autobiografía a sus inicios en el Londres de finales de los 80, aún no metido en el mundo del porno. Su vida como chapero a domicilio y sus extravagantes clientes (¿alguien escribirá alguna vez una novela sobre un cliente normal y sus extravagantes chaperos?) o como masajista en esos “clubs de salud para hombres” (prostíbulos disfrazados), sus coqueteos con las drogas y sus salidas nocturnas a la mítica Heaven.
Entendemos que esto continuará, puesto que el último capítulo le lleva a Los Ángeles, donde conocerá a Chi Chi LaRue. El resto es historia (filmada), pero seguro que nos la cuenta en cualquier caso.
Mucho mejor es la nueva novela de Isabel Franc, Elogio del Happy End Editorial Egales (libro cedido por Berkana) que ha sido galardonada con el VII Premio Terenci Moix de narrativa gay y lésbica de la Fundación Arena. Una novela coral llena de personajes (mujeres, hombres, gatos y perros) y sus problemas cotidianos buscando la seguridad, el cariño, el amor, la identidad, el sexo, la comida…
Enia es locutora de radio y está un poco decepcionada con el amor. Noe es madre soltera y tiene un hijo maravilloso, Max, y toda su obsesión es que se apunte a talleres queer para que sea la chica que ella hubiera deseado tener. Lola y Rosa tienen dos hijas, Clarita, una bielorrusa adoptada un poco insoportable, y Lunila (el personaje que más me gusta de la novela y que merecería un spin-off) la adolescente rebelde, una Beatriz Preciado en miniatura (lo dice la propia Frank) que no está nada contenta con su género para disgusto de sus madres y que escribe un diario cuyas páginas aparecen intercaladas entre la historia principal. Luego están Adela y Amanda, que se separan y buscan nuevos rumbos, y el gran hallazgo de la novela: tres abuelas solitarias que no saben qué hacer con su vida, alguna tras haber vuelto al apolillado armario de la residencia de ancianos. Y para remate, el perro Pino y Quasigato, un gato feo como él solo.
Lo mejor de la novela (por lo desconocido en nuestra literatura) es el tratamiento exquisito y lleno de humor (como no podía ser menos tratándose de la Franc) del sexo lésbico en la tercera edad, algo que por sí solo merece su lectura, además del atrayente mundo de las redes de solidaridad y amistad entre mujeres que se ayudan unas a otras y que forman familias extensas cuya importancia social en los tiempos que corren debería ser más que relevante.
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