“Al otro lado del armario” – Pueblo chico, infierno grande
No es lo mismo descubrir que te atraen las personas de tu mismo sexo en una gran ciudad, donde te beneficias del anonimato, coexiste mucha más gente (por tanto, más gays y lesbianas) e incluso hay locales y asociaciones homosexuales, que en un pueblo.
Un pueblo para un adolescente homosexual puede convertirse en una auténtica cárcel donde te falte el oxígeno, pese a que a priori se respira mejor que en la gran urbe. Se trata de una microsociedad donde todo el mundo se conoce y, por lo tanto, el/la adolescente teme el no poder gestionar sus tiempos a la hora de “salir del armario”, no hacerlo a la velocidad que quiere y con la gente que le apetece. Normalmente, carece de más referentes gays y lesbianas y, por consiguiente, habrá más dificultad para conocer a otro/a adolescente homosexual que viva en su pueblo, que lo manifieste abiertamente y que luego, además de todo eso, le guste.
A todo eso se le puede sumar, también, que la población de ese pueblo esté muy envejecida. Que hayan formado parte de la generación que vivió aún con el Régimen de Franco y su “Ley de vagos y maleantes” y se hayan criado en una época donde el ser homosexual era lo peor que se podía ser e, incluso, se iba a la cárcel por ello. Entonces, estos vecinos, por mucho que vean a Jorge Javier todas las tardes en la tele, tendrán que encararse a la homosexualidad desde el prejuicio y la homofobia.
Ante esta situación, el adolescente homosexual se sumerge en internet buscando una válvula de escape. O en aplicaciones como el grindr (herramienta de móvil que es un radar donde te dice los gays más cercanos con la misma aplicación). Y lo que encuentra, en ocasiones, es gente mucho más mayor que él o ella, personas que solo buscan un contacto sexual o que el gay o la lesbiana más cercano/a esté a más de 100 kilómetros. Frente a estas circunstancias, este/a adolescente esperará con ansiedad cumplir los 18 años para poder marcharse a una mediana o gran ciudad donde poder ser tal y como es.
De cara a este “exilio” obligado, nos encontramos ahora a muchas parejas homosexuales que deciden volver a los pueblos a vivir allí sus vidas y su amor. Y de esta manera, los vecinos ven que esas dos mujeres viven juntas en la casa del final de la cuesta y no se hacen llamar “amigas” sino que son pareja. Y la vecina se la encuentra cuando va a por el pan. Y habla con una de ellas. Y no solo eso, sino que es normal, con una conversación interesante, problemas normales y con dificultades para llegar a fin de mes como la mayoría de la gente. Y quizá, de esta manera, los prejuicios se destruyan también en ese bonito pueblo. Y el/la próximo/a vecino/a homosexual que nazca en él, muy probablemente, no tenga que marcharse. Tendrá en el pueblo ese referente y puede que, debido a ello, en el colegio no se rían de él/ella. Y encuentre otro/a adolescente homosexual que también se haya decidido a vivirlo abiertamente del que poder enamorarse y disfrutar del primer amor, sin tener que retrasar esa vivencia a cumplir la mayoría de edad. Y puede que se plantee el formar una familia. E, incluso, porque no, quedarse en el pueblo.
«Al otro lado del armario» es una sección escrita por Pablo López, psicólogo clínico y director de educadiversa.org, que versa en torno a la Psicología y a la Educación sobre la diversidad afectivo-sexual y prevención del maltrato en el aula.
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Educadiversa, en colaboración con Tu-Yo Psicólogos LGBT, ha puesto en marcha un servicio de asesoramiento on-line por webcam o msn dirigido especialmente a personas homosexuales que se encuentren en el ámbito rural.
Bastante acertado el artículo, ya era hora de abordar una realidad que es la de los homosexuales rurales. A mí me parece que la esfera del movimiento gay y lésbico está demasiado orientada al mundo urbano y cosmopolita, aunque también entiendo que las dificultades de hacerse oír en el mundo rural son muchas. El campo es más conservador que la ciudad, quizás no políticamente, pero socialmente sí. La religión tiene más influencia en los pueblos y la edad media es más elevada. Sin embargo, hay que decir que hay mucha gente que vive en el ámbito rural y acepta perfectamente la homosexualidad: ser gay o lesbiana en una localidad pequeña no es tan malo como parece.
ES un tema complicado , ya solo por la estadística bajan mucho las probabilidades de encontrar alguien como tu.
En mi país el asunto es drástico dependiendo de lo que tu desees.
Un gay de pueblo puede encontrar gente para tener relaciones sexuales ,pero no para tener pareja o ser abiertamente gay,
es decir en el rió de la plata un enorme porcentaje de disque heteros son bufarrones o chongos , o sea engañan a su mujer con el gay del pueblo.
Públicamente se habla mucho del gay del pueblo,para criticar , pero de noche , todos los policías , bomberos y los mas machos saben donde queda su casa.
Decir «soy gay» en un pueblo es casi como un exsorcismo.
les recomiendo este texto :http://blogs.lanacion.com.ar/boquitas-pintadas/la-pareja/no-se-puede-ser-gay-en-un-pueblo/
¿He leído bien en el título eso de «Pueblo chico, infierno grande»?¿En el ámbito rural, un chico gay/chica lesbiana vive en un infierno?
La verdad que lo leo y parece que estoy viendo un resumen de una parte de mi vida, hace tan solo 4 años que yo pude al fin salir de mi pueblo con 18 años. Lamentablemente muchas veces sí era un infierno.
A ver si va a tener razón Reig Plá y va a ser verdad que algunos gays «viven en un infierno»…jejeje.
Los pueblos son terribles, el que es amanerado es la risa de todo el mundo y quien no lo es acaba buscando por internet gente con la que tener sexo, a poder ser de otro pueblo, siempre a escondidas y como válvula de escape.
Si hasta las ciudades de tamaño medio son asfixiantes… Aunque claro, también depende de la zona de España.
Acá unos veinte años antes de la aprobación del matrimonio igualitario era un infierno, el que se quedaba terminaba en las drogas, asesinado, o era acosado por la policía. Pero con el tiempo fue mejorando al aumentar la población.
Desde 2010 se pegó un gran salto, desde entonces hay un boliche gay, y en varios otros podes bailar con tu novio sin mucho problema, aunque los besos todavía son raros.
En las ciudades chicas vecinas están todavía algo mal, de hecho en el boliche que mencioné, a veces hacen promociones para los que sean de esas ciudades y pueden entrar gratis.