Laurence Anyways
Estamos de enhorabuena con el estreno ¡por fin! de una película de Xavier Dolan en España, la tercera de la filmografía del jovencísimo director canadiense a cuyas dos primeras películas dedicamos recientemente uno de nuestros desayunos. Se trata de Laurence Anyways (Canadá, Francia, 2011) sobre la vida de un hombre heterosexual que descubre (quizá no lo descubre sino que lo acepta) que siempre ha sido una mujer. Una historia, la de Laurence y Fred, su novia, que transcurre entre 1989 y 1999. Y pese a que pudiera parecer que ese gran cambio y su relación con los demás sería el tema central de la película, Dolan se decanta por uno de sus temas favoritos: cómo cambia el amor a lo largo del tiempo, cómo cambiamos todos, en el fondo, a lo largo del tiempo.
Y eso que el que suscribe temía que Laurence Anyways supusiera el fin del cine de temática trans al rodar Dolan una película definitiva, como quizá Brokeback Mountain acabó (asesinando por insuperable) el cine de temática homosexual, o quizá este año La vie d’Adèle haya acabado con el cine lésbico: afortunadamente no es así. Porque Laurence Anyways es excesiva: en metraje, en referencias, en intensidad y hasta en emoción. Ya no es solo que Dolan homenajee sin complejos a Almodóvar, Wong Kar-wai u Ozon: es que ahora va directamente hacia Fassbinder e incluso Visconti, en una película muy cercana estéticamente a Yo soy el amor (Luca Guadagnino): una especie de batiburrillo operístico que puede llegar a resultar irritante, patético e incluso ridículo. Pero ¿qué mejor?
Por lo demás, el casting y la dirección de actores es excelente (quizá echamos un poco de menos a Louis Garrel, que iba a ser el actor principal, pero Melvil Poupaud está espléndido). Y algunos detalles bellísimos: esas uñas hechas con clips.
Se nos ha hecho mayor Xavier Dolan, de repente. Se nos ha vuelto un hombre serio, un marica cincuentón que pasea por las playas del Lido enamorándose de Tadzio, cuando él mismo era Tadzio hace un par de años: es lo malo de ser adulto desde joven, que se es viejo desde adulto. Pero a lo mejor es que nos hemos hecho todos muy mayores y lo que el joven Dolan nos lanza desde la pantalla nos resulta ridículo como nos resultan ridículas nuestras fotos bailando a Visage, a los Cure, a Depeche Mode… Sin embargo, no hay la menor crítica en la visión de Dolan: no es una mirada postmoderna ni una lectura irónica sobre los videoclips de los ochenta que antes nos emocionaban sino que es un intento de volver a construirlos, como si fuesen rodados por primera vez. Como si Pierre Menard volviera a escribir el Quijote. Algo que nos consuela: no somos nosotros mismos objetos de una burla sino que Dolan se lamenta por una época que adora y que no vivió (recordemos que nació en 1989, año en que arranca la acción del film).
Me reconcilio con el autor al incluir como último de los casi infinitos temas musicales una de las canciones más bellas de la historia del pop: Let’s Go Out Tonight de Blue Nile. Sumial al canto para mi pobre corazón. ¿Este jovenzuelo se ha propuesto matarme?
Otras películas en Desayuno en Urano
elputojacktwist@gmail.com
Página de Facebook