Sirenas
No hay mayor placer para el que suscribe que recibir correos de personas que han escrito un libro, se toman la molestia de enviarlo y esperan una reseña en los Desayunos en Urano sea como sea. El placer es mayúsculo cuando uno descubre una novela como El último gesto de la Sirena, autoeditada por Antonio Chulvi Beltrán Vidal, una de esas historias en las que el autor se ha dejado el pellejo (tardó tres años en terminarla) y el resultado es, además de apabullante, sencillamente espléndido.
Una novela complejísima, llena de personajes de los que ahora hablaremos, que transcurre en un pueblo mediterráneo (Vergerà) durante la presentación de un recital poético en el que el malhadado protagonista pretende reconciliarse con sus convecinos tras años de ausencia por un suceso más que sangriento y recuperar a su amor. Ya aviso: no es una novela fácil de leer pero ¡el esfuerzo será recompensado con creces!
María Losiento (una tipa de la que se enamora uno desde las primeras páginas), Manuel, el poeta, la Academita (gay): Lalente, Paranada (una expresión que siempre me recordará a Valencia en los 80), el niño Dolor (preciosa historia a lo Brokeback Mountain), la travesti Insuficientemente Iluminada, unas cuantas lesbianas (la señora del Medallón, Djuna y Barnes), el Apabullante (creo que le conozco), Mesián, el psicópata, el pobre Don Abel y así hasta cincuenta o más… El libro viene acompañado de unas instrucciones de lectura, puesto que consta de una serie de relatos previos a la novela y de la novela en sí (en la que alguno de los relatos concluirá): sinceramente, no hagan caso al autor. Lean los relatos. Lean la novela. Vuelvan a los relatos. Vuelvan a la novela. Y así hasta que puedan ustedes dejarla. Si es que pueden.
Una historia de unos tiempos ya perdidos (los 80), nostálgica y desternillante (“¡¡¡Ana, el polloooooooooooooooooo!!!”), llena de referencias literarias (Montero, Gala, Durrell, Proust, Mann, Poe, Pla), cinematográficas (Berlanga y Kusturica, desde luego: ¡esa apoteosis final!), musicales, filosóficas e históricas, que recuerda a escritores de la talla de Anthony Powell. O Proust ¡qué demonios! Enhorabuena. Para conseguirla, pónganse en contacto con el autor a través de la página de facebook de la novela.
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¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal? de Jeanette Winterson (todo un éxito editorial) es la autobiografía (¿será posible todo ese horror?) de la escritora lesbiana y mancuniana de la que no había leído nada hasta ahora y que Lumen ha decidido poner en el mercado español.
He de confesar que esa escritura deslavazada con frases cortas y profundas sin aparente hilván no es mi estilo favorito (ni escrito ni hablado), yo soy más de causa-efecto. Pero el resultado casi impresionista que provoca (pincelada aquí, trazo allá) consigue trasmitir ese desasosiego rayano en la locura que imagino que la escritora ha debido sentir más de mil veces, viniendo de la familia que viene. El personaje de la señora Winterson (su madre adoptiva, que tanto me recuerda a aquella novela de John Kennedy Toole, La Biblia de neón) tan sorda, tan incapacitada para amar, para vivir, resulta difícilmente olvidable.
La literatura una vez más como salvación, no como un lugar donde esconderse sino como un lugar donde encontrar (lo dice ella, no lo digo yo).
“Un libro es una puerta. La abres. La cruzas. ¿Volverás?”
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