Tres libritos muy grandes
Quizá lo mejor sea empezar por el principio: Dibujando el género, con textos de Gerard Coll-Planas e ilustraciones de Maria Vidal (además de un prólogo de la supermonja Teresa Forcades), sigue el consejo que tantos de los que nos hemos dedicado a explicar algo alguna vez con intención de hacernos entender hemos puesto en práctica: dibújalo.
¿No entiendes que el género es una construcción social y que es a través del género como se hacen legibles cuerpos cuyo sexo no nos dice nada a priori? Pues no te pierdas el libro porque lo vas a necesitar para los siguientes. (Los tres libros están publicados en la Colección G de Editorial Egales).
He disfrutado como un enano con Transexualidades. Otras miradas posibles de Miquel Missé. Por el estupendo título, por la explicativa portada, y por lo maravilloso que es oír una voz de esas que hay que oír cuando de transexualidades (en plural) hablamos. Además, Miquel Missé siempre se expresa con claridad y nos hace ver un abanico amplio de formas de existir, de reconocerse y de vivir la transexualidad que poco tienen que ver con el modelo hegemónico/patologizador con que se pretende reducir y etiquetar un fenómeno riquísimo y vibrante, que en lugar de asustarnos debería hacernos más felices por vivir en un mundo tan maravillosamente diverso (a mí me lo hace).
Esas preguntas del test de la vida real sobre si te gustaba arreglar coches o ser florista son realmente desternillantes si no fuera porque son reales. Y la eterna pregunta ¿se es más transexual por parecerse más al modelo que se impone? ¿y si yo quiero ser una mujer como Lola Gaos?
Para rematar el trío, otro espléndido texto de Gerard Coll-Planas (que debería ser polémico si es que en este país alguien está para polémicas que no sean de reality show): La carne y la metáfora. Una reflexión sobre el cuerpo en la teoría queer, en el que se hace un más que despiadado análisis de los excesos a los que los radicalismos intelectualoides de borrachera de pacharán en universidades prestigiosas llevan cuando se pierde el contacto con la realidad de unas personas que sufren en sus carnes el abandono, la violencia y la exclusión. Y a mí, que soy uno de esos a los que nos encantan esas abstractas elaboraciones/juegos de masturbarnos en un brazo, me tranquiliza el sentido común de Coll-Planas, al que acusarán (pero no se enterará nadie) de cualquier cosa, de no estar lo suficientemente iluminado por quién sea.
“…el problema es que ni siquiera pretendemos ir al encuentro del otro (…) porque solo le hemos hablado para confirmar que es imbécil, para confirmar que no podemos tener más razón, que reventamos de razón, que estamos a punto de sufrir una sobredosis de razón”.
Cuánta razón.
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