Un homófobo recalcitrante, candidato a presidir la Comisión de Derechos Humanos de Brasil
Su nombre es Jair Bolsonaro, es militar en la reserva y representa al Partido Progresista (PP) en la Cámara de Diputados de Brasil. Pero sobre todo es un orgulloso homófobo que manifiesta sin pudor alguno su desprecio hacia las personas homosexuales. Y si el juego político brasileño no lo remedia, puede convertirse en el próximo presidente del Comité de Derechos Humanos y Minorías de la Cámara. Bolsonaro sucedería en ese puesto a otro político homófobo, el diputado evangélico Marco Feliciano.
El perfil de Jair Bolsonaro es el contrario al que se esperaría de un político interesado en los derechos humanos. Es partidario de la pena de muerte, de que «las personas de bien» puedan ir armadas, de reducir la edad penal para que los adolescentes que cometen delitos sean tratados como adultos, de implantar políticas de «planificación familiar» para «reducir el número de hijos de los más pobres»… Lo explica bien en la entrevista que ha concedido a la edición brasileña del diario El País.
Pero Bolsonaro es sobre todo es un orgulloso homófobo, que niega de forma rotunda que en Brasil las personas homosexuales sufran discriminación, acoso o violencia. «Los homosexuales quieren hacerse pasar por víctimas, quieren superpoderes. Muere un homosexual en Brasil y los medios ya están diciendo que es homofobia. Muchos son asesinados por sus colegas, en locales de prostitución o por sobredosis. Mueren y los activistas ya dicen que es homofobia. En Brasil mueren cada día diez mujeres asesinadas por sus parejas, eso es mucho más grave. Los crímenes por homofobia deben ser tratados como cualquier otro crimen. ¿Cuántos heterosexuales mueren cada día? Muchos más que homosexuales», afirma en la misma entrevista.
«¿Porque a uno le guste tomar por culo (…) no se le puede pegar?»
Bolsonaro niega también que educar en la diversidad sirva para combatir la homofobia, y acusa explícitamente a los que así lo defienden de querer «llevar la materia a las escuelas para transformar a niños de seis años en homosexuales. Al punto de que así se facilita la pederastia en Brasil». Y es que para el diputado brasileño, «la inmensa mayoría» de los homosexuales lo son por imitación. «Son las amistades, el consumo de drogas. Apenas una minoría nacen con defecto de fábrica. Aquí en Brasil se tiene la idea de que por ser homosexual vas a tener éxito en la vida. Las novelas muestran siempre a gays que tienen éxito, que rabajan poco y ganan mucho dinero», sostiene.
Bolsonaro acaba la entrevista burlándose del intento de aprobar una ley que castigue la violencia homófoba, a la que quita importancia. «¿Solo porque a uno le guste tomar por culo se convierte en un semidios al que no se le puede pegar?», remata.
Un cínico juego político
Lo cierto es que como el propio Jair Bolsonaro reconoce abiertamente en la entrevista, su candidatura a la Comisión de Derechos Humanos no es más que una estratagema política para conseguir que el PP (que pese a su nombre, «Partido Progresista», es un partido conservador) se haga con la presidencia de la Comisión de Minas y Energía. El PP forma parte de la «base aliada», el heterogéneo grupo de formaciones que dan apoyo parlamentario a la presidenta de Brasil, Dilma Rouseff, del izquierdista Partido de los Trabajadores (PT), y entre las cuales se reparten ministerios y comisiones parlamentarias.
En este contexto, la Comisión de Derechos Humanos y Minorías parece importar poco al PT, mucho más interesado en quedarse con Minas y Energía y relegar al PP brasileño a una comisión considerada menor. Pero con un candidato como Bolsonaro, el PT, presionado por el sector más sensible a los derechos humanos, puede verse en la obligación de negociar.
Posible sucesor de otro político homófobo
Desgraciadamente no se trata de la primera vez que el PT desprecia el papel de la Comisión de Derechos Humanos. En su momento accedió a que el diputado evangélico Marco Feliciano (miembro del Partido Social Cristiano de Brasil, otra formación aliada de Rouseff) se hiciera con la presidencia pese a contar entre sus antecedentes con declaraciones abiertamente racistas y homófobas. Ya en ese puesto, Feliciano fue uno de los promotores de una iniciativa para reintroducir en el país las “terapias” reparadoras de la homosexualidad, que fue retirada cuando quedó claro que sería objeto de una contundente derrota en el pleno de la Cámara de Diputados si llegaba a votarse bajo la presión de las movilizaciones sociales que tenían lugar en ese momento (en las que participó de forma muy activa el colectivo LGTB).
Conviene recordar que los grupos evangélicos, que agrupan a un quinto de la población brasileña, son en su mayoría fuertemente homófobos. En mayo del año pasado, por ejemplo, los evangélicos convocaban a más de 100.000 personas en Río de Janeiro para protestar contra el matrimonio igualitario, reconocido en todo el país por decisión del Consejo Nacional de Justicia. No es de extrañar que Jair Bolsonaro, pese a no formar parte de la poderosa bancada evangélica (el grupo de diputados evangélicos que, pertenecientes a diversos partidos políticos, actúan de forma coordinada en materia de moral) sí cuente con sus simpatías, una vez que parece que ha renunciado a colocar a otro de los suyos como sucesor de Feliciano.
Las personas LGTB en Brasil, un colectivo desprotegido
El escenario descrito resulta especialmente sangrante si se tiene en cuenta la situación de Brasil, un país que pese a sus avances en el reconocimiento jurídico de las parejas del mismo sexo registra una importante LGTBfobia social, responsable de la muerte violenta de varios cientos de personas cada año (338 en 2012, según cifras del Grupo Gay de Bahía).
Han pasado poco más de dos semanas desde la última vez que nos hicimos eco de un asesinato homófobo ocurrido en ese país, el de Bruno Borges de Oliveira, un muchacho de 18 años que volvía a casa en compañía de dos amigos tras disfrutar de una noche de fiesta. Desgraciadamente es muy probable que en este intervalo de tiempo más personas hayan muerto como consecuencia de la violencia desencadenada o favorecida por su orientación sexual o identidad de género.
Esto es como poner a la zorra cuidando de las gallinas.
¡Qué bruta noticia!
En Brasil,el defensor de los derechos de algunos humanos. Naturalmente es del partido progresista que así se llama el pp de aquel país.
Es irónico que se llame «progresista» dicho partido.
Jair Bolsonaro, está en su derecho de proteger a todos los niños (as), de cualquier adoctrinamiento o contaminación que atenten contra la mentalidad pura e inocente de
tantos pequeños indefensos.
Y de el quien les protege?