El activista LGTB cristiano Matthew Vines propone la abstinencia antes del matrimonio… también entre dos personas del mismo sexo
Matthew Vines, un joven activista gay cristiano, defiende en un libro la compatibilidad de su fe cristiana y su sexualidad. Vines, que es su momento se dio a conocer con una charla que alcanzó gran difusión en internet, se caracteriza sin embargo por defender una aplicación estrictamente paralela de la enseñanza tradicional sobre sexo a las relaciones homosexuales. Así por ejemplo ha afirmado su propósito de abstenerse de tener relaciones sexuales antes de su matrimonio con otro hombre.
Con solo 24 años de edad, Matthew Vines ha adquirido ya cierta notoriedad. Tras estudiar dos años en Harvard, en 2010 interrumpió su estancia durante un año para estudiar la Biblia y su uso en el tema LGTB. En marzo de 2012 se dio a conocer con una charla titulada The Gay Debate (que puedes leer en castellano aquí), pronunciada en una iglesia de su ciudad natal (Wichita, Kansas). En ella defendía la compatibilidad de la homosexualidad con el cristianismo. La charla tuvo una amplia difusión (a día de hoy cuenta con más de 700.000 visitas en YouTube). En 2013 Vines inició The Reformation Project, una asociación sin ánimo de lucro.
Recientemente ha publicado un libro, God and the Gay Christian («Dios y el gay cristiano», en el que retoma los argumentos de aquella charla y los desarrolla con mayor extensión. Su objetivo es demostrar que los argumentos bíblicos habitualmente esgrimidos en contra de las relaciones homosexuales no tienen fundamento. Pero más allá de esta crítica, Matthew quiere defender que lo dicho en la Biblia tiene un mensaje positivo para las personas LGTB cristianas. Bien entendida, sostiene él, la Biblia no da un mensaje de rechazo sino de aceptación. Con todos estos razonamientos, Matthew persigue dirigirse más allá del colectivo LGTB e interpelar a los miembros de las diferentes iglesias, especialmente las evangélicas. No en vano, buena parte de sus charlas han tenido lugar en templos evangélicos estadounidenses. “Lo que realmente quiero hacer es sencillamente abrir un diálogo”, afirma.
Igualdad LGTB… pero aceptando los demás ideales “clásicos”
Lo cierto es que si no fuera por su defensa de la inclusión de gays y lesbianas, Vines encajaría sin grandes problemas en el perfil del cristiano evangélico estadounidense. Destaca por ejemplo su compromiso personal de abstenerse de relaciones sexuales antes del matrimonio, de acuerdo al ideal clásico de «llegar virgen» a este, sólo que en su caso su matrimonio sería con otro hombre. “El Nuevo Testamento dice que el propósito del matrimonio es reflejar el amor de Cristo por la Iglesia; y en este sentido es un instrumento de nuestro propio sacrificio, de nuestra donación. Tener relaciones sexuales con alguien es el mayor don corporal que le puedes dar. No puedes dar más de lo que tú mismo eres físicamente (…) La idea es que si le estás dando a alguien todo lo que tú mismo físicamente eres, entonces eso tendría que corresponderse también con un compromiso emocional y personal equivalente”, sostiene.
Un debate abierto, más allá de lo religioso
La postura de Vines, por lo demás, entra de lleno en los debates sobre las diversas formas de vivir el amor y las relaciones. Éstos se dan tanto en el mundo homosexual “secular” como entre los colectivos LGTB cristianos. En el entorno LGTB en general, se han planteado desde hace tiempo otros modos de relación diferentes al paralelo con la pareja heterosexual monógama. Se habla así de parejas abiertas, de relaciones consensuadas entre diferentes personas, de soltería elegida, de relaciones esporádicas por opción, etc., todo ello al mismo tiempo que, en la práctica o por obra, otras personas eligen los ideales de pareja exclusiva o monógama. Entre los colectivos cristianos, hay quienes plantean que cuestionar la enseñanza tradicional sobre las relaciones homosexuales supone cuestionar el conjunto de las enseñanzas sobre sexualidad. Se habla así de replantearse cuestiones como las parejas abiertas o las relaciones esporádicas. Otros, en cambio, postulan que los cristianos LGTB están llamados a encarnar el ideal tradicional de la pareja monógama estable.
El debate lleva ya años y hay importantes voces a favor de una u otra opción. Desde parte de la teología queer, personas como Elizabeth Stuart defienden replantear el modelo, mientras que otras figuras como Jeffrey John (que ha llegado a ser candidato a obispo anglicano en dos ocasiones) defienden con firmeza la vigencia del ideal de pareja estable monógama. Más allá de lo puramente religioso, el de Matthew Vines puede tomarse en cualquier caso como un ejemplo más de la diversidad del colectivo LGTB, en el seno de cual caben las más diversas propuestas acerca de cómo vivir el sexo y los afectos.
El problema es que se queda en una interpretación literalista (algo típico en el fundamentalismo evangélico) y entonces aquellos que lógicamente utilizamos nuestra cualidad más importante, como es la racional, nos parece una aberración incongruente defender algo que cambiando el contexto carece de sentido.
Me explico, el control sexual de la población por parte de la oligarquía por el que se impone que la gente sólo tuviese sexo con fines reproductivos y así pasase la mayor parte de su tiempo dedicándose a actividades productivas que enriquezcan a esa oligarquía (el sistema es el mismo que el que implanta un ganadero sobre su ganado) tiene un sentido (no quiere decir que sea aceptable ni respetable) en ese contexto social autoritario y de explotación en el que se estableció, existiendo una sociedad donde hay unos amos y unos siervos, y los primeros tienen poder absoluto sobre los segundos, que son de su propiedad. Obviamente, se lleva siglos luchando contra ese modelo social autoritario (que es el que las religiones tradicionales siguen defendiendo: sociedad estamental típicamente absolutista y que es el antecedente más reciente de ese modelo)… entonces la incongruencia a la que me refiero es que no puedes defender ese modelo social autoritario pero adaptándolo mínimamente porque queda ridículo pues las parejas homosexuales no somos fértiles (en principio, pues afortunadamente hay métodos a los que acudir pero intrínsecamente no somos fértiles como pareja, sobre todos los hombres gays) y entonces no tiene sentido utilizar esos mecanismos de control reproductivo que buscarían en el caso de “reservarse para el matrimonio” el circunscribir nuevamente las relaciones al ámbito “productivo” de la procreación y también aliviar conflictos entre los «machos» por «las hembras» y asegurar la filiación de las «crías». En realidad, según esa forma de pensar autoritaria y productivista aquellos que no se puedan reproducir no tendrían derecho a practicar el sexo sino que tendrían que estar trabajando para sus amos. Por eso no tiene sentido, ya que los textos supuestamente sagrados están cargados, fundamentalmente, de mandatos con explicación terrenal y no divina, y al ignorarlas se llega a conclusiones absurdas y ridículas.
Dicho todo lo cual, yo, personalmente, también soy partidario de las relaciones de pareja monógamas (lo cual no tiene nada que ver con esa tontería de “reservarse para el matrimonio”) pero porque soy partidario de tener una relación fundamentalmente romántica en la que ambos estemos enamorados, y ahí la monogamia surge de forma espontánea. Si yo no encontrase mi pareja ideal y mientras tanto me “apañase” emparejándome con alguien que me atrae un poco o bastante (pero no lo suficiente como para enamorarme) y a quien tengo cariño y con quien tengo cosas en común y me llevo bien pues no es raro que quizás optase por una relación abierta, pues a pesar de tener pareja no tengo, realmente, una pareja ideal y tras ese interés en conocer gente no habría, en el fondo, una intención sólo sexual (moralmente discutible si implica utilizar a terceros como meros objetos) sino que seguiría buscando mi pareja ideal, aquella persona de la que enamorarme.
Me parece muy bien que cada uno en cuanto a cuestiones como llegar virgen al matrimonio o pareja exclusiva a no tenga sus ideas. Lo malo es que intenten imponerlas o decir que es mejor o peor. Que alguien diga que él cree que para él es mejor una cosa u otra y exponga sus argumentos (y quién quiera que lo siga) me parece bien e incluso que exponga «pensar» o «creer» que «eso» es «lo mejor» (sin tener la verdad absoluta); pero entre esto y decir que algo es lo mejor o lo que se debe de hacer en cuestiones tan personales hay una sutil pero importante diferencia que es la línea que hay entre exponer lo que uno opina y exponer eso mismo como verdad absoluta y tildar a los demás como equivocados. Es la línea que separa el respeto del no respeto, la opinión respetable de la pretensión de imposición moral. Lo uno lo respeto lo otro no.
Y mientras tanto…¿libres de polvo y paja?
Le lavaron el cerebro al chico.
Efectivamente, «Hop» y «Enrique». No pretende imponerse sobre nadie ni menos obligar a seguir su ideal. Está explicando cuál es el suyo y proponiéndolo. De hecho, él mismo reconoce en la entrevista que muchos no le seguirán y que no lo pretende.
Esa es la principal fortaleza, que no impone sino que se hace un hueco. Más allá de lo que yo piense, me gusta que en el colectivo lgtb los haya que defiendan las parejas abiertas y los haya que defiendan la abstinencia antes del matrimonio.
La verdadera normalidad para mí pasa por ahí: por que uno pueda ser gay pero ser perfectamente «anticuado» en cuanto a su modo de vivir el sexo.