Un lugar para la memoria y la diversidad
Algunas violencias han venido a reforzar y profundizar desigualdades históricas, como es el caso de las represiones ejercidas sobre lesbianas, gays, bisexuales y trans (LGBT) durante no pocas dictaduras militares y varios conflictos armados en América Latina y Europa. En las últimas décadas, cuando la recuperación de la memoria histórica está logrando entrar en la agenda pública de varios países, los movimientos sociales se encuentran afanados en reivindicar una memoria con verdad, justicia y reparación, pero también con diversidad. Una memoria que no oculte por más tiempo que los colectivos sociales más olvidados han sido también los más golpeados por la violencia armada: las mujeres, los pueblos originarios, la diversidad sexo-genérica, etc.
Recordemos algunos trágicos episodios de la Historia. En la Alemania de Hitler las personas homosexuales fuimos marcadas con triángulos invertidos de color rosado, código distintivo utilizado en los campos de concentración y de exterminio nazi. En la España franquista fuimos perseguidos y encarcelados como “vagos y maleantes” primero, y como un “peligro social” más tarde, incluso con prisiones específicamente destinadas a personas LGBT. Y también al otro lado del Atlántico: la detención y tortura de personas homosexuales fue uno de los rasgos característicos del régimen de Stroessner en el Paraguay.
Frente a esta violencia específica, las personas LGBT también sufrimos, nos organizamos y resistimos. Y hoy seguimos luchando. Ahora también para recuperar y reivindicar nuestra memoria, olvidada y silenciada hasta en los actuales esfuerzos por la recuperación de la memoria histórica de los pueblos. A pesar de esta invisibilización constante, hay casos ejemplares que deben ser puestos en valor, como la creación en Argentina del Archivo de la Memoria de la Diversidad Sexual en 2011 y la labor del Centro Nacional de Memoria Histórica de Colombia, que impulsa varios proyectos para reparar y proteger a las víctimas LGBT del conflicto armado colombiano.
En el Perú el conflicto interno que se desarrolló entre 1980 y 2000 entre Sendero Luminoso Luminoso, el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA), grupos paramilitares y el Ejército Peruano se saldó con casi 70.000 víctimas mortales, según los cuestionados datos ofrecidos por la Comisión de la Verdad y la Reconciliación (CVR). Sin duda, esta dramática y estremecedora violencia tuvo un impacto especial en los pueblos originarios (andinos y amazónicos), las mujeres (miles de casos de esterilizaciones forzadas) y la diversidad sexo-genérica. Según cifras del Movimiento Homosexual de Lima (MHOL), las personas LGBT víctimas del conflicto armado pueden alcanzar varios centenares, ya que existieron varios atentados dirigidos contra la diversidad sexo-genérica al ser considerada ésta una “lacra social” por los actores enfrentados. Tristemente famosa es la matanza de Tarapoto (1989), en la que varios travestis fueron asesinados por miembros del MRTA, aunque las personas LGBT también fueron blanco de varias acciones armadas de Sendero, como las matanzas de Aucayacu (1986) y La Hoyada (1988).
La pasada semana tuvo lugar en Lima la inauguración de la primera fase del Lugar de la Memoria, la Tolerancia y la Inclusión Social (LUM), con el objetivo de dar un paso más hacia la necesaria recuperación de la memoria histórica y la reconciliación nacional. Este espacio de memoria, reflexión y convivencia no puede invisibilizar y excluir a una parte importante de las víctimas del conflicto. Es necesario señalar, nombrar y recordar la violencia homofóbica y transfóbica como un verdadero crimen de odio, que debe ser condenado. Es hora de reivindicar nuestro lugar en la memoria colectiva, con justicia y reparación, un lugar para la memoria y la diversidad que impulse la construcción de un futuro de igualdad y libertad.
Alberto Hidalgo Hermoso (Politólogo y activista LGBT)