Cuatro puntos sobre violencia de género e intragénero
– La violencia intragénero es un problema real. Otros países ya se han percatado de ello y dedican recursos a la prevención, a la asistencia y a la protección de las víctimas. Existe, a pesar de que mucha gente, incluso asociaciones LGTB y feministas, lo nieguen y consideren que entre dos hombres y dos mujeres debe haber, por narices, una relación igualitaria. En las parejas compuestas por dos hombres o dos mujeres también se producen relaciones asimétricas conformadas por dos roles diferenciados: uno de dominación (el que se asocia en la violencia de género al hombre) y otro de sumisión (el que se asocia en la violencia de género a la mujer). Por tanto, la gravedad de la violencia dentro de estas parejas es análoga, en tanto en cuanto prevalece una asimetría que es independiente del sexo de las personas que la forman y que constituye un verdadero peligro para una de las partes, la víctima, como consecuencia de la violencia unilateral que se produce contra ella a nivel físico, psicológico y sexual.
– Si la violencia de género, es decir, la violencia que se produce de un hombre hacia una mujer, es tan relevante, es porque está justificada e incluso promovida por un elemento estructural que se extiende y se apodera de absolutamente todas las esferas de la sociedad y de la cultura. Naturalmente, me refiero al machismo. Por este motivo, no se puede comparar la violencia que se produce en una pareja desde una mujer contra un hombre. En el caso de la violencia de las mujeres contra los hombres estaríamos hablando de un problema que se circunscribe a casos concretos, particulares. En cambio, la violencia de los hombres contra las mujeres constituye un problema social generalizado que va mucho más allá de la violencia dentro de la pareja y que, además, supone un peligro y un mecanismo de control no sólo para las mujeres maltratadas sino para todas las mujeres. Nadie niega que pueda haber mujeres que maltraten a hombres, pero este maltrato es mucho menos frecuente y no se encuentra sustentado por toda una estructura sistémica que históricamente socializa a los hombres para menospreciar, maltratar y controlar a las mujeres. 758 mujeres asesinadas en España desde 2003 por sus parejas o ex parejas lo atestiguan.
– Se necesitan medios para prevenir y proteger a las víctimas de la violencia intragénero, es decir, la que se produce en parejas formadas por dos personas del mismo sexo. Esto es incuestionable y las numerosas víctimas de esta violencia lo saben muy bien. Dicho esto, no creo que se deba incluir este problema en la Ley de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género. A pesar de que los estudios realizados recogen claramente que los casos de violencia en parejas del mismo sexo son similares en frecuencia, características y gravedad, es preciso hacernos cargo de que estamos hablando de problemáticas distintas, aunque, eso sí, íntimamente relacionadas. Debería crearse una ley específica para las parejas del mismo sexo que fuera de la mano de la ley contra la violencia de género y que incluso coincida con ella en algunos aspectos. Creo que sería más efectivo y que callaría las bocas de aquellos que tratan de utilizar la violencia intragénero para minimizar la gravedad de la desigualdad y de la violencia del hombre contra la mujer. Asimismo, de paso, sería de enorme utilidad para luchar contra la homofobia y la lgtbfobia, que, por cierto, es un asunto al que no se presta la atención debida (curiosa o no tan curiosamente igual que sucede con el machismo), cuando se trata de un elemento intrínseco a los procesos de socialización y que causa muchísimo daño a las construcciones del género que habitualmente realizamos todas las personas. Lo que me lleva al siguiente punto.
– Finalmente, si bien la violencia de género se encuentra apoyada por un elemento estructural, que es el machismo, la violencia intragénero se encuentra fundamentada por otro elemento de igual calado e importancia: la homofobia y la lgtbfobia. La relación es muy básica: la construcción de la masculinidad no sólo se basa en el desprecio a la mujer (o, un paso más allá, hacia todo lo femenino), sino también en el desprecio hacia todo aquello que se escape, aunque sea ligeramente, de los tradicionales roles de género hombre-mujer. Es lo que se conoce como vigilancia del género. La violencia en parejas del mismo sexo se apoya en la homofobia porque en infinidad de ocasiones sus autores consideran inferiores a sus parejas o ex parejas del mismo sexo por cuestiones relacionadas con los roles de género (quién es más masculino, quién más femenino, quién asume determinados papeles y funciones en la pareja, etcétera). Y por si fuera poco, la homofobia, al igual que el machismo, impide que esta violencia sea visibilizada en la sociedad y que sus víctimas sean protegidas y tomadas en serio, del mismo modo que les ocurre a las mujeres de este país.
A partir de aquí, partiendo de esta base, todas y todos deberíamos dejar de discutir y ponernos a hacer los deberes.
Carlos G. García, periodista, trabajador social y escritor