Historias e Historia
Otro libro que está dando mucho que hablar es El manjar inmundo (Editorial Punto en Boca), del ya conocido Javier Quevedo Puchal. Advertimos que el libro no es especialmente LGTB salvo porque el autor mismo va diciendo abiertamente que él, personalmente, es bastante G. En cualquier caso hay personajes de alguno de los relatos que lo son (y todo esto está sonando a excusatio non petita, pero vamos, que nos da igual).
Lo importante es que es un libro más que excelente, en el que los cuentos de nuestra infancia son ¿deconstruidos? ¿recreados? ¿revisitados? ¿resucitados? Reescritos desde luego, con una visión muy particular y muy original y un uso homogéneo y difícil del lenguaje que sorprende en alguien tan joven: no solo nos cuenta una historia sino que crea un lenguaje original y específico para estas historias y que solo pueden ser contadas en ese lenguaje.
No van a encontrar nada en El mandar inmundo que no sea lo que Quevedo promete desde el título: unos cuentos que recuperan la crueldad, el sadismo, lo oscuro (pero también la capacidad para enseñar con el terror, la capacidad pedagógica) que han perdido con las sucesivas edulcoraciones que han sufrido a lo largo del tiempo (con las películas Disney como culmen). No sé si sus hijos sentirán puro terror si usted les lee en la cama los relatos de Puchal. Pero a mí me contaba mi abuela cuentos de su Extremadura natal que me aterrorizaban y aquí estoy.
Y nos acaba de llegar una de esas joyas que escribe el señor Lluís Maria Todó (no me cansaré de repetir que El mal francés es una de las mejores novelas que he leído en los últimos años). Esta vez se trata de una novela corta (más un cuento largo) y que Egales ha publicado en electrónico al precio de 1,99 € (y aún dicen que es pescado es caro).
El año de las mil noches nos cuenta la historia de la libertad ¿recuperada, descubierta? de Víctor, un hombre casado con una señora estupenda, que descubre con la llegada de la democracia que había otras cosas de las que no se había hablado durante cuarenta años y que empezaban a resurgir (los paseos de Ocaña por la Rambla, ya míticos, como epítome).
Todó habla con nostalgia (pero me parece que esa nostalgia la sentimos muchos) de esa época del nacimiento de los locales “de ambiente” en los que se concentraba una fecunda mezcla de personas de diversos pelajes (y diversas narrativas: coincido con el Víctor que dibuja Todó en la importancia que nuestro deseo erótico da a las narrativas, a los cuerpos que nos cuentan historias, frente a los cuerpos desnudos que no nos dicen nada), cuando lo mismo podías ligar con un príncipe árabe, un pescador tarraconense, un guardia civil malagueño o un futurible ministro del psoe sin moverte de la barra del bar. Pero también (y eso es una seña del autor catalán) critica el monolitismo paleto y exclusivista que invadió su ciudad tras 1980 (pero vamos, que eso no es patrimonio de Cataluña, me temo).
Para las personas que han conocido Barcelona en aquellos años, la obra ofrece además el interés de documentar la existencia de todos esos bares que aparecen y desaparecen (junto con su público: el público de un bar desaparece con él, misteriosamente) y que forman parte, claro está, de nuestra historia colectiva.
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Quiero agradecer a dos manzanas dar a conocer esta joya del señor Todó