Por un chato de vino
Y acabamos de recibir (y es que casi nos hemos lanzado a leerlo nada más desenvolver el paquete) el libro nuevo de Raquel (Lucas) Platero, uno de nuestros autores favoritos. Por un chato de vino. Historias de travestismo y masculinidad femenina (Bellaterra, 2015) es un libro breve e ilustrado que es una pura delicia.
Dos chicos trans se preparan para salir una noche y comparan su historia con la de M.E., otro chico trans cuya historia apareció en uno de esos archivos amarillentos en los que parece que las personas no son personas sino nombres, interrogatorios, sentencias y juicios. El autor convierte a M.E. en una persona, empatiza con él de tal forma que acaba por reconstruir su vida, su historia novelada, que no puede ser muy distinta de su vida real.
M.E. se viste de hombre y sale a tomar un chato de vino con los hombres, como hace a menudo, pero en la Cataluña del franquismo. Vistiendo calzoncillos y calcetines en vez de bragas y medias como habría sido lo normal, M.E. desafía al régimen con su actitud masculina y engaña a las mujeres (¡qué fácil ha resultado siempre recurrir al engaño en estos términos, que se lo digan a esos machitos heteros que hacen de todo con las mujeres trans hasta que se dan cuenta del engaño), que se sienten atraídas por su ambigüedad. Esa noche acaba en el cuartelillo de la Guardia Civil. Pero además M.E. es una persona migrante, y así entramos en otro de los temas favoritos de Platero: los cuerpos en la encrucijada de las discriminaciones, ese espacio que delimitan otros con perversos intereses, construyendo identidades por comodidad, ese espacio en el que ellos no están nunca porque son los normales (o eso creen), los que ejercen los mecanismos del poder y la exclusión, los que están en una situación de privilegio interseccional.
Uno acaba con una sensación agridulce: por un lado, uno piensa que las vidas de M.E. y del narrador son muy distintas, que el narrador no va a acabar en la cárcel, al menos hoy, al menos por ahora. Por otro lado, hay cárceles invisibles que son mucho más dolorosas que las reales y esas cárceles existen hoy para las personas trans* (usando trans* como término paraguas, como hacía Platero en su excelente Trans*exualidades. Acompañamiento, factores de salud y recursos educativos, que engloba muchas realidades diferentes de personas que transgreden las estrictas normas del género, que lo desordenan), en España y en casi todo el mundo.
Las ilustraciones de Eva Garrido son inteligentes y exquisitas, reconstruyendo la personalidad y la mente de los protagonistas.
Raquel (Lucas) Platero desde los años noventa forma parte del movimiento feminista y queer, al mismo tiempo que ha desarrollado una intensa labor investigadora sobre la sexualidad no normativa. Es doctor en Sociología y Ciencias Políticas por la UNED y docente en intervención sociocomunitaria. Entre sus publicaciones más recientes, destacan Intersecciones. Cuerpos y sexualidades en la encrucijada (Bellaterra, 2012) y Trans*exualidades. Acompañamiento, factores de salud y recursos educativos (Bellaterra, 2014).
Eva Garrido es artista en travesía feminista. Trabaja en Madrid, donde desarrolla proyectos artísticos, educativos y de investigación dentro del colectivo formado junto a Yera Moreno Colektivof Define su relación con el dibujo como conflictiva, en una tensa conversación entre el papel y su propio cuerpo. Las imágenes de Un chato de vino son el resultado de la lucha entre lo inscrito y lo borrado, aquello que se nombra y el silencio.