Australia: el Senado pide al nuevo primer ministro que no posponga más la aprobación del matrimonio igualitario
Sigue la parálisis en la tramitación del matrimonio igualitario en Australia, y la oposición pierde la paciencia. El nuevo primer ministro Malcolm Turnbull, que había despertado esperanzas por su posición favorable, no ha cambiado sin embargo los planes de su predecesor de posponer la decisión hasta la celebración de un referéndum sobre la igualdad matrimonial en 2017. El Senado australiano le ha pedido que no se demore más y tramite ya un proyecto de ley en el Parlamento con libertad de voto para todos los diputados.
Ni la aprobación del matrimonio igualitario en la vecina Nueva Zelanda, con el consiguiente éxodo de parejas del mismo sexo australianas a ese país para casarse; ni su aprobación en tres de la naciones que componen el Reino Unido, con el que Australia comparte monarquía y sigue conservando fuertes lazos emocionales; ni el resultado del referéndum irlandés (Australia también cuenta con una importante población con ancestros de ese país) ni la decisión del Tribunal Supremo de los Estados Unidos considerando inconstitucional la prohibición del matrimonio igualitario habían conseguido ablandar el corazón del ex primer ministro Tony Abbott. Pese a las repetidas insinuaciones de que finalmente permitiría a los suyos votar en conciencia, el pasado agosto el político liberal-conservador conseguía que los diputados y senadores de su coalición avalasen, por 66 votos contra 33, su decisión de oponerse en bloque a la aprobación del matrimonio igualitario en el Parlamento, pese a existir un sector partidario del mismo entre sus filas.
Dado el juego de mayorías existente hoy en Australia, ello ponía fin a la esperanza de ver aprobado el matrimonio igualitario durante la presente legislatura. El anuncio de un proyecto de ley presentado por diputados de varios partidos, incluyendo por primera vez a la coalición liberal-conservadora, quedaba así en agua de borrajas. Abbott imponía además la tesis (contraria a la opinión que el mismo defendía meses atrás) de que todo cambio en la materia debería producirse mediante un referéndum, convocado en una fecha por definir pero en cualquier caso posterior a las próximas elecciones generales de 2017.
Apenas un mes después de aquello, el liderazgo de Abbott se desplomaba. En pocas horas, y prácticamente por sorpresa, Abbott se veía obligado a convocar una votación entre sus parlamentarios para decidir sobre su liderazgo. Malcolm Turnbull daba un paso adelante, dimitía como ministro y retaba a Abbott, con éxito: 54 parlamentarios le apoyaron, frente a 44 que permanecieron fieles a Abbott. El nuevo primer ministro, favorable a que los liberales tengan libertad de voto para apoyar el matrimonio igualitario, ha decidido sin embargo adherirse a la hoja de ruta de Abbott y mantener el referéndum como paso previo para aprobar la medida.
Mientras tanto, el Senado (controlado por la oposición) ha aprobado una moción para pedir a Turnbull que no posponga el proceso hasta 2017 e inicie ya la tramitación parlamentaria, toda vez que las encuestas dejan claro que una amplia mayoría de australianos es favorable al matrimonio igualitario. Los senadores de la oposición argumentan que no está justificado mantener a miles de parejas y familias en la incertidumbre legal, cuando la solución está en manos del primer ministro y prácticamente se reduce a que este otorgue libertad de voto a sus correligionarios.
“Los australianos no quieren otra encuesta de opinión sobre este asunto, quieren que el Parlamento legisle”, afirmaba el senador de Los Verdes Robert Simms, que calificaba la opción del referéndum de “divisiva y costosa”. El activista Erin McCallum, de Australian Marriage Equality, aseguraba por su parte que si se permitiera un voto libre de disciplina partidista en la Cámara de Representantes, solo haría falta convencer a seis diputados para conseguir la mayoría necesaria. “Sabemos que es una meta alcanzable si nos unimos y alzamos nuestras voces”, aseguró.
Una sociedad favorable con líderes contrarios la igualdad
El debate sobre la aprobación del matrimonio igualitario en Australia viene de muy lejos. Ya antes de las elecciones de 2013, que dieron la victoria a Abbott, fueron los laboristas, entonces al frente del Gobierno, los que actuaron como freno. La que hasta junio de ese año había sido primera ministra, Julia Gillard, se oponía, y durante sus años de gobierno no dudó en maniobrar para impedir que los partidarios de la igualdad dentro del Partido Laborista trasladaran su criterio al Parlamento. Y ello pese a que ya en su congreso nacional de 2011 el partido incorporaba la defensa del matrimonio igualitario a su ideario. Ideario que Gillard se encargó de convertir en papel mojado al imponer que los legisladores laboristas –cuyos votos eran todos necesarios, debido a lo ajustado de su mayoría– tuvieran libertad de voto. Una libertad que Tony Abbott negó entonces a los suyos y que desembocó en el fracaso de la iniciativa. De la mano de Gillard, Australia perdía una primera oportunidad histórica.
La impopularidad de Gillard llevó a Kevin Rudd a arrebatarle el liderazgo del partido y el puesto de primer ministro (mediante una maniobra similar a la que ahora ha destronado a Abbott, y que a su vez antes había utilizado Gillard para sustituir a Rudd). Ya por entonces Rudd se había convertido en defensor del matrimonio igualitario, pese a que su anterior etapa como primer ministro se caracterizó también por un rechazo frontal. Pero la sustitución de Gillard no evitó la derrota laborista, y tras las elecciones Abbott (un católico conservador fuertemente opuesto al matrimonio igualitario, pese a tener una hermana abiertamente lesbiana) se convertía en primer ministro. Su victoria alejó las expectativas de aprobación, pese a que un número no determinado de diputados de su partido son partidarios del matrimonio igualitario, y de hecho ya desde el principio el propio Abbott reconoció que en el futuro le resultaría complicado mantener la disciplina de voto en esta materia. Lo consiguió… pero el empeño contribuyó a la gran bajada de popularidad que finalmente acabó por costarle el puesto.