Amigos sin derechos: crítica de «Lo peor de todo es la luz» y entrevista a José Luis Serrano (elputojacktwist)
Concluido LesGaiCineMad, toca dedicarse por fin a la literatura. Y qué mejor modo de empezar a hacerlo que comentando Lo peor de todo es la luz y charlando con su autor, José Luis Serrano, al que todos conocéis como “elputojacktwist”. Tras el viaje físico y emocional de Hermano (2011) y la iniciación a la sexualidad de Sebastián en la laguna (2013), llega la obra más compleja de la carrera de este escritor nacido en Ciudad Real hace 48 primaveras, de nuevo gracias a la Editorial Egales. Una obra que, en palabras de Ramón Martínez, “no es una novela aunque cuenta muchas historias”; una obra que entremezcla la historia de amor imposible entre dos hombres supuestamente heterosexuales con las conversaciones entre el propio autor y su marido sobre el proceso de creación de la misma. Por consiguiente, lejos de hallarnos ante un romance convencional, nos encontramos ante uno nada convencional narrado de un modo nada convencional. Y es que en Lo peor de todo es la luz no importa tanto el romance —o la omisión del mismo— como los sentimientos que lo rodean, tanto por parte de los que lo viven (en la ficción, pero también en la realidad: con otras miradas y otros nombres), como por la de quienes lo confeccionan (pues sí, José Luis confiesa que sus obras no serían las mismas sin su marido, por mucho que sea él quien plasma las palabras en el papel). Y es que de confesiones y revelación van los capítulos de Lo peor de todo es la luz protagonizados por el propio autor, quien aprovecha para poner sobre la mesa todo lo que lleva dentro (aunque… ¿acaso no es así siempre la creación literaria?).
La tercera novela de José Luis Serrano es, por tanto, la suma de dos relatos, pero la conexión entre ambos vuelve imposible concebir el uno sin el otro. Así, la mitad de los capítulos muestran, bien un amor imposible, bien una amistad sin barreras, entre dos hombres etiquetados como heterosexuales: los vascos Koldo y Edorta. Los demás capítulos están reservados para el diálogo entre el autor y su marido a propósito de la propia creación de dicha historia. Unos los narra Edorta, otros el propio José Luis; (obviamente) todos los escribe el segundo, con su habitual combinación de franqueza y sensibilidad, de rebelde valentía y refinado acato. Es precisamente en el viaje del autor y su marido, que recorren pausadamente las sugestivas localizaciones de la novela, donde más aprendemos sobre la triste relación entre Koldo y Edorta, que parece inevitablemente condenada desde el principio. Y esto resulta especialmente devastador porque lo comparamos con el final feliz que José Luis encontró para sí hace años junto a su actual pareja, con quien disfruta de una complicidad envidiable que trasciende las propias páginas de la novela envuelta en candorosa melancolía. Además, como buen bloguero, el autor no desperdicia la oportunidad de expresarse abiertamente sobre una infinidad de temas que le preocupan, yéndose en ocasiones ligeramente por las ramas (algo comprensible dada la estructura de la obra) pero volviendo siempre a tiempo a la narración que le —nos— ocupa.
Lo peor de todo es la luz (frase con la que comienzan todos los capítulos narrados por Edorta, con una sola e importante excepción) supone además un motín contra las etiquetas que nos rodean desde que nacemos, optando el autor por no revelar demasiado sobre la verdadera naturaleza de la relación entre sus personajes, algo que, si bien puede llegar a ser frustrante —e, incluso, hacer peligrar nuestra fe en ella—, nos insta a sacar nuestras propias conclusiones en base a nuestras creencias o experiencias. ¿Pueden dos hombres heterosexuales profesarse amor verdadero?, ¿logra existir el romanticismo sin el deseo?, ¿cuán importante es verdaderamente el sexo?, ¿es la identidad sexual una mera etiqueta? Muchas son las preguntas planteadas y pocas las soluciones gratuitas, reposando en el lector la responsabilidad de darles respuesta (suponiendo que esto sea necesario). Lo peor de todo es la luz no es siempre fácil de digerir, pero, una vez aprehendido su universo, garantiza una experiencia tan sugestiva como seductora: José Luis Serrano nos hace partícipes, tanto del romance entre Koldo y Edorta, como de la creación —y destrucción— del mismo, ofreciendo evocadoras reflexiones pero instando siempre a quien sujeta el libro entre las manos a tener la última palabra.
Y, ahora, hablemos con José Luis Serrano, autor de Lo peor de todo es la luz (cuya presentación tendrá lugar en Madrid, en el Café Figueroa, el jueves 10 de diciembre a las 20h00; ¡no os la perdáis!).
Antes de nada, ¿cómo te sientes al ser entrevistado para la web en la que has escrito tú mismo durante los últimos diez años?
Me resulta gratísimo. Dosmanzanas ha formado parte de mi vida y me ha hecho feliz. Me encanta estar aquí un ratito. Realmente siempre estoy por aquí, aunque no me veáis.
Durante las últimas semanas esta columna ha estado dedicada al LesGaiCineMad, festival del que has sido jurado por primera vez. ¿Cómo ha sido la experiencia?
Un placer igualmente. Son ya veinte años asistiendo como público y hacerlo desde “dentro” me ha permitido, sobre todo, apreciar la labor de los voluntarios y conocer al resto del Jurado, todos muy interesantes.
Y, hablando de cine, hace unos meses supimos que tu segunda novela, Sebastián en la laguna, será llevada a la gran pantalla por Javier Giner; ¿te gustaría participar en la confección de la película o prefieres mantenerte alejado de ese terreno?
Yo daré a Giner todo el apoyo que necesite (si lo necesita) y le explicaré todas las dudas que le surjan (si le surgen). Hemos hablado ya bastante y confío plenamente en él. Pero son medios distintos. Mi novela es mi novela y su película será su película (guion incluido). Él es un profesional del cine.
Lo peor de todo es la luz es sin duda la novela más compleja de tu carrera (y la primera que no firmas como “elputojacktwist”). ¿Crees que habrías sido capaz de escribirla sin pasar antes por Hermano y Sebastián en la laguna? ¿Qué aprendiste de tus anteriores obras?
Desde luego es una nueva etapa en el camino y creo que todo lo que haces en la vida condiciona lo siguiente. Escribí Hermano y Sebastián antes de publicar la primera; fueron escritas sin pensar en que serían publicadas. Así que he intentado seguir escribiendo lo que me apetece sin pensar en qué pasaría si se publicara. Me gustaría escribir siempre libremente.
Sin hablar de gallinas y huevos, ¿qué surgió antes: la historia de Koldo y Edorta o la original estructura de la novela? ¿Te planteaste alguna vez plasmar su relación en una novela convencional?
Surgió antes la historia de Koldo y Edorta, y era una novela convencional. Mientras yo contaba esta historia a mi marido y recibía sus siempre valiosos comentarios me di cuenta de que estaba hurtando una parte preciosa a los lectores: el making-of. Así que lo metí.
Pero, ¿cuánta realidad y cuánta invención hay en esos capítulos?
Hay realidad y hay ficción, hay diálogos que nunca tuvieron lugar (pero me convenía meterlos) y otros que son exactos. Al fin y al cabo, es literatura.
¿Hubo algún tema que evitaras tratar por ser demasiado personal incluso para un libro de estas características?
Siempre hay temas demasiado personales que evito tratar. Pero lo haré en el futuro, cuando tenga perspectiva.
Puesto que no lo has hecho en la obra, imagino que preferirás no soltar prenda sobre la verdadera sexualidad de Koldo y Edorta. Sin embargo, ¿la tienes clara en tu cabeza? ¿Te has basado en alguna persona real para crear a estos personajes?
Lo que pienso sobre la sexualidad de Koldo y Edorta está en la novela y no puedo decir nada más que lo que está en la novela; el problema es: ¿qué es la sexualidad?, ¿ha existido siempre?, ¿a quién beneficia?, ¿nos sirve para dar respuesta a todo?, ¿aclara algo? Y sí: hay personas reales detrás, esa es la tragedia. No una, ni dos, muchas.
Para aceptar Lo peor de todo es la luz hay que renunciar a las etiquetas, pero ¿hasta qué punto tiene sentido hablar de “dos heterosexuales que están enamorados y no lo saben”, como reza la contraportada? ¿Es realmente la sexualidad una etiqueta?
La contraportada es de Ramón Martínez: os remito a una entrevista con él, que es un sabio y un hombre interesantísimo. A la segunda pregunta: sí. Todo es una etiqueta. Nuestros nombres son etiquetas. No es lo mismo llamarse Borja que Raimundo, José Luis que Aitor. Desde que nacemos somos como las croquetas del Mercadona, etiquetas y etiquetas y etiquetas.
Y, por último, ¿cómo ha influido tu colaboración con dosmanzanas —donde has reseñado decenas de libros de temática LGTB— en tu carrera como escritor?
Ha sido determinante y no tengo ninguna duda sobre ello. He conocido a escritores, cineastas, poetas y editores. Si llegué a publicar Hermano fue porque yo era “el de dosmanzanas”. No me cansaré de daros las gracias.
Muchas gracias, un saludo a todos!
A ti, que siempre es un placer leerte.