Alan: cuando la vida ya no importa nada
Esto podía haber sido un cuento de Navidad, dado las fechas en las que nos encontramos, y sin embargo ha sido una pesadilla, la que ha vivido Alan, un adolescente transexual que decidió acabar con su vida en Nochebuena, la primera que celebraba su familia después de muchos años.
Alan, a diferencia de otros niños si tuvo el apoyo de su familia en todo el proceso desde el día que manifestó su verdadero sexo sentido, pero se tropezó de bruces con la incomprensión social, el bullyng escolar y el acoso de personas que no entienden mas allá de lo que son ellos mismos. Persiguiendo y atormentando a quienes manifiestan la mas mínima diferencia de una sociedad normativa que les hace cargar para el resto de la vida con una enorme estrella de David. Tanto es el peso que a algunas personas se les hace insoportable y se plantean como vía de escape el suicidio. Porque estos son los datos; el 80% de la población LGTBI ha sufrido alguna vez ha sufrido acoso por el mero hecho de serlo, el 40% ha pensado alguna vez en el suicidio, el 20% alguna vez lo ha puesto en práctica y buena parte de este porcentaje lo culminan con «éxito», la victoria del odio sobre la riqueza de la diversidad que nos debería de hacer mejores, en una España plural donde tendrían que caber todos. Justo las palabra del Rey Felipe VI, unas horas antes de que Alan se quitara la vida.
Con poco mas de 20 años, debido precisamente a la incomprensión social, el desarraigo familiar y demasiadas historias de dolor que como espadas atravesaban mi alma, viví un tormento que me llevó al pensamiento único del suicidio. Iba por la calle pensando, me quiero morir; me acostaba, levantaba y comía siempre pensando lo mismo, me quiero morir. Almacenaba pastillas para que cuando tuviera el arrojo suficiente quitarme la vida, ya que no me atrevía a tirarme un bacón debido un vértigo patológico. Lo cual no deja de ser paradójico a la vez que tragicómico, me quiero suicidar pero no puedo porque tengo vértigo. Cuando pasaron los años siempre pensé, bendito vértigo que me impido llevarlo a cabo, ya que no hubiera podido vivir tantas y tantas cosas por las que la vida merece la pena ser vivida, pero que en esos momentos no alcanzas a ver, porque solo tienes en tu cabeza que la vida ya no merece la pena ser vivida.
Por eso desde aquí, con este pequeño artículo, quiero hacer un llamamiento a todos la fuerzas políticas, sean del color que sean y al conjunto de la sociedad para que realicemos un enorme ejercicio de empatía hacia personas que gritan -aunque no los oigas- que quieren respeto y tener su espacio en esta sociedad, al igual que el resto. Que integremos las diferencias en nuestros círculos de convivencia. A los partidos políticos, para que saquen adelante todas aquellas legislaciones que lo faciliten y a las personas para su plena concienciación, ya que los unos sin los otros seguirían siendo un puzle incompleto.
Porque seguirán habiendo muchos Alan, sintiendo que la vida ya no importa nada, pero sin una Navidad por medio que remueva conciencias y corazones.
Carla Antonelli
Activista transexual y diputada del Grupo Parlamentario Socialista en la Asamblea de Madrid
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