La activista trans Diane Rodríguez y su pareja, Fernando Machado, también trans, serán padres de un bebé al que él dará a luz
Bonita historia que estos días está dando la vuelta al mundo. La conocida activista trans ecuatoriana Diane Rodríguez y su pareja, Fernando Machado, un chico venezolano también trans, serán padres de una criatura. No se trata de la primera vez que un varón transexual da a luz (muchos recordaréis a Thomas Beatie, que lo ha hecho tres veces) pero el hecho de que en este caso ambos progenitores sean una pareja trans convierte la noticia en todo un símbolo.
Diane y Fernando no han tenido que recurrir a reproducción asistida, dado que ambos, en su proceso transexualizador, decidieron mantener la funcionalidad reproductiva de los genitales con los que nacieron. Los dos son padres biológicos, por tanto, aunque a diferencia de lo que estadísticamente es más frecuente en las parejas heterosexuales será el padre, y no la madre, el que lleve adelante el embarazo.
La noticia, aunque fue hecha pública por Diane Rodríguez ya en octubre, ha acabado por dar la vuelta al mundo estos últimos días, copando las primera paginas de medios LGTB de habla inglesa, como Pink News, The Advocate o LGBTQ Nation, poco dados a recoger la actualidad LGTB latinoamericana. Incluso medios internacionales generalistas como The Daily Mail, The Guardian o el alemán Der Spiegel recogen la historia.
Nuestra enhorabuena a Diane y Fernando, que más allá de la felicidad de convertirse en padres se convierten en todo un ejemplo de visibilidad en un momento en el que activistas de todo el mundo luchan por que la libre determinación personal sea el único criterio a la hora de reconocer legalmente la identidad de cada persona (más allá de que cada una, en uso de su libertad, decida las características y detalles de su proceso transexualizador). También en España, un país cuya legislación sobre identidad de género ha quedado obsoleta, y que, aunque no exige (como sucede aún en otros países) la esterilización, sigue todavía contemplando como requisito un diagnóstico de “disforia de género” y exigiendo dos años de tratamiento hormonal. Y que además sigue excluyendo a los menores, que continúan dependiendo de la voluntad de un juez.