Respuesta a Fernando Savater: las “aventuras humanas” son diversas

En el metódico suicidio de UPyD, Fernando Savater ha dado la que quizá sea la puntilla: publicar en una columna de El País, a pocos días de las elecciones, una abierta apología de la discriminación. A propósito de la reciente sentencia contra la exclusión de parejas de mujeres de la reproducción asistida, Savater afirma: “que una mujer sana procree un hijo artificialmente para abolir al varón (o que uno o dos hombres utilicen un vientre de alquiler para un fin semejante pero inverso) es realmente discriminatorio para el recién nacido, huérfano programado y privado de una de las dos líneas de filiación que pertenecen a la condición humana”. Añade, no sin sorna, que si por decir esto se le incluye en “la lista de los malos”, lo preferirá a la de los “bobos”.

En una columna tan breve, Savater no ofrece muchos argumentos para una afirmación tan rotunda. Está claro que no podía desarrollarlos. Pero mencionarlos, al menos, hubiera sido un gesto de honestidad intelectual (él, que fue profesor de Ética…). Podría haber señalado al menos alguna de esas teorías que apoyan su opinión, que no faltan; por ejemplo, las del “orden simbólico”, que tan populares se hicieron en Francia. Aunque puede que entonces se le torciera el artículo. Porque claro: cuando te pones a dar razones, empieza la posibilidad de contrarréplica. Y es que, en efecto, cada uno de los argumentos a favor de lo imprescindible de “las dos líneas de filiación” tienen su contestación, por cierto bastante sólidas y con amplio respaldo.

Al arrogarse la exclusiva de la reflexión ética, querer dictaminar ex cathedra qué aventura humana es la verdadera y llamar “bobos” a quienes no piensan como él, Savater se comporta más como sofista que como filósofo.

Como el señor Savater no se ocupa de detallar los argumentos, yo tampoco detallaré las respuestas. Sí que indicaré el nexo común de todas las respuestas: las aventuras vitales posibles son múltiples y el ser humano es enormemente plástico. Crecer en un hogar con padres de diferente sexo proporciona una aventura vital, pero crecer en otros entornos proporciona, en parte, otras diferentes, no necesariamente mejores ni peores. Sencillamente: son distintas —o no tanto, pero dejémoslo así por simplificar, que ya es menos de lo que simplifica Savater—.

Igualmente, el ser humano es flexible: puede construir su identidad conforme a las líneas de filiación materna y paterna clásicas, pero también puede construir su identidad con otras realidades que no hacen coincidir filiación y generación biológica (ve Sr. Savater: otros también sabemos usar palabras raras).

Más aún, ya hay numerosos datos empíricos que dejan claro que no hay diferencias significativas en la felicidad de los hijos criados en familias homoparentales. Sí, Sr. Savater, no bastan los argumentos aprióricos: hay que bajar al terreno de la experiencia. Y hablan claro. Por tanto, curiosa “privación de aventura vital” es ésa, Sr.Savater, y curiosos “huérfanos programados” (sic) son aquéllos que no muestran ni rastro de tan terroríficos desmanes, más aún cuando muchos parece hasta que son felices y todo. Claro que usted me dirá para qué venirle con sandeces de no se qué datos de experiencia. Ni que fuera yo un empirista cualquiera, ¿verdad?

Si el señor Savater tiene interés, puede ir a las muy interesantes intervenciones en la Asamblea Francesa de cuando los debates sobre el matrimonio igualitario. Están publicadas. También los vídeos están disponibles: de antropólogos y filósofos o de psiquiatras y psicoanalistas, entre otros. Encontrará por ejemplo a una filósofa (¡Elisabeth Badinter, s’il vous plaît!) y otros profesionales contestando la postura que él da por cierta dogmáticamente. Un dato más: entre los filósofos y antropólogos todos menos uno estuvieron de acuerdo con el matrimonio igualitario y la homoparentalidad, incluida la gestación subrogada. ¿Son todos “bobos”, Sr. Savater?

El Sr. Savater privilegia una realidad sobre las demás. Más aún: le da la exclusiva de que sólo ella pertenece a la “aventura humana”. También se arroga la exclusiva de la ética, cuando dice que “es lícito querer ser padre o madre, pero querer ser padre sin madre o madre sin padre puede ser aceptado por un juez pero no por la reflexión ética”. Para él, sólo es reflexión ética la suya. Todos los que defienden que sí puede ser aceptado no hacen reflexión ética. Dígaselo a Martha Nussbaum, y de paso pídale que devuelva el Premio Príncipe de Asturias.

En última instancia, es muy sencillo: se llama diversidad. En el mundo hay de todo, Sr. Savater: hay diversidad de aventuras humanas. Y sí: es discriminatorio privilegiar a unas por encima de otras cuando no hay daño objetivo —y no: usted no ofrece pruebas objetivas de ningún daño—. Y sí: es aceptable por la reflexión ética dar cabida a esta diversidad.

El Sr. Savater dice que “hoy el mejor modo de refutar cualquier crítica que se hace a una ideología o comportamiento es acusar al crítico de padecer fobia contra lo que censura”. Claramente, él prefiere otro recurso: llamar bobo a quien no piensa como él.

Sinceramente, me preocupa muy poco que Savater me llame bobo —en realidad, me importa un comino, por no decir otra cosa—. Casi me preocupa tan poco como las fobias que él pueda tener.

Me preocupan otras cosas. Me preocupa que los discriminadores y homófobos de turno utilicen el texto de Savater para apoyarse (en plan: “¡fíjense, Savater nos apoya!”). Me preocupa que sus palabras hagan daño a quien aún está fraguando su identidad en esos difíciles años de la adolescencia. En especial, me preocupa que, cuando Wert y los suyos quieren quitar la filosofía del bachillerato, alguien piense que la filosofía sirve sólo para escribir ese tipo de artículos. Ella no se lo merece.

Sr. Savater, aunque no lo crea, la reflexión ética, la filosofía, los valores y las aventuras humanas son mucho más amplias de lo que usted pretende. La humildad es una virtud, le recuerdo.

Hans