Singapur defiende el mantenimiento de las leyes que penalizan la homosexualidad aunque no se apliquen
El Gobierno de Singapur ha emitido un informe para las Naciones Unidas sobre los derechos humanos en la ciudad-estado a los 50 años de su independencia. El texto publicado el viernes pasado aborda también la situación de la comunidad LGTB y defiende el mantenimiento del status quo: la ley de origen colonial que sigue criminalizando sobre el papel las relaciones entre hombres no se aplica, en la práctica, siempre que estas se produzcan en privado.
La referencia explícita a los ciudadanos LGTB ya es una novedad en el informe del Gobierno, en el que se hace referencia al debate sobre la derogación o el mantenimiento de la sección 377-A del Código Penal que castiga las “conductas obscenas” entre varones con penas de hasta dos años de prisión. En 2007 se debatió en el Parlamento la anulación de este artículo, sin que se alcanzara una mayoría favorable. El año pasado, el Tribunal de Apelación (la máxima instancia judicial del país) decretó la constitucionalidad de la sección 377-A y dejó su posible derogación en manos del legislativo.
El artículo en cuestión es, como en otros muchos países, una herencia de la época colonial británica, y había sido recurrido por un hombre y una pareja gays. Tan Eng Hong fue llevado ante la justicia en 2010 tras ser descubierto practicando sexo oral con otro hombre en los baños de un centro comercial. Hong se enfrentaba entonces a una posible pena de dos años de cárcel, aunque con posterioridad se decidió acusarlo de un delito no contra la sección 377-A, sino contra la sección 294, que castiga de forma genérica los actos obscenos en lugares públicos, lo que rebajaba la amenaza de cárcel a tres meses como máximo.
Ahora, el Gobierno de Singapur se escuda en la diversidad cultural y religiosa de la población de la ciudad-estado para justificar su decisión de mantener la provisión homófoba. Una postura que califica de “equilibrada”, ya que pese a la persistencia de la ley, según el Gobierno “todos los ciudadanos de Singapur, independientemente de su orientación sexual, son libres de llevar sus vidas y llevar a cabo sus actividades en su espacio privado sin miedo a la violencia o a la inseguridad personal”.
El Ejecutivo singapurense también asegura que no existe la discriminación laboral basada en la orientación sexual, a pesar de que no existe ninguna provisión legal que proteja a la población LGTB en este ámbito (ni en ningún otro). Por último, insta a las Naciones Unidas a permitir a cada país legislar en este tema de acuerdo con sus particularidades y defiende su posicionamiento contrario a la despenalización completa de la homosexualidad como “un compromiso pragmático y razonable”.
Una sociedad muy conservadora
Singapur es una ciudad-estado del sudeste asiático, con una economía capitalista fuertemente desarrollada. Poblada por diferentes grupos étnicos y religiosos, la mayor parte de su población es de origen chino, aunque hay una elevada proporción de malayos e indios. La religión más practicada es el budismo, si bien existen importantes minorías musulmana y cristiana. Es, en cualquier caso, una sociedad globalmente muy conservadora.
Singapur no despenalizó hasta 2007 tanto el sexo oral como el sexo anal, pero sólo para heterosexuales. Las relaciones homosexuales masculinas siguen penalizadas como “conductas obscenas” de acuerdo a la ya mencionada sección 377-A del Código Penal, aunque en la práctica no se persiguen, siempre y cuando se practiquen, como se dijo arriba, en privado. Tímidamente empieza además a surgir un movimiento en favor de los derechos de las personas LGTB (hace cinco años hacíamos referencia a una concentración en su apoyo). Y el año pasado salía del armario el primer político abiertamente gay del país. Sin embargo, la homofobia social generalizada se ha vuelto a poner de manifiesto recientemente con la petición online para impedir la actuación prevista en el país del cantante Adam Lambert, abiertamente gay, en Nochevieja de este año.