Una peligrosa ola de LGTBfobia recorre Indonesia
Una oleada de virulenta homofobia y transfobia se abre paso a un ritmo preocupante en los últimos tiempos en Indonesia. En dosmanzanas ya hemos recogido varios ejemplos de ello y en estos días hemos conocido nuevas noticias que confirman el clima de beligerancia creciente en el que, hasta hace no tanto tiempo, era uno de los países de mayoría musulmana menos hostiles con su población LGTB.
Los pronunciamientos quizás más alarmantes, por los cargos de responsabilidad que ostentan, son los de miembros del Gobierno. Si el pasado mes de enero el ministro de Estudios Superiores abría la veda para el hostigamiento de los alumnos LGTB en las universidades indonesias, ahora el titular de Defensa eleva el tono y califica al movimiento LGTB como una amenaza potencialmente más peligrosa que las armas nucleares. Con una argumentación (por llamarlo de alguna manera) que no por ridícula resulta menos familiar, Ryamizard Ryacudu afirmó el lunes pasado que la población no heterosexual es un “arma ideológica” de la que se aprovecharían los enemigos extranjeros para “desviar la mentalidad de nuestra nación”.
No ha sido la única bravata homófoba por parte de un político indonesio en los últimos días. El pasado viernes, el exministro de Información y Comunicación y actual diputado en el Parlamento Tifatul Sembering publicó un tuit en el que animaba a aplicar la pena de muerte a las personas homosexuales, citando para ello el Corán. Por fortuna, en esta ocasión parte de la propia comunidad musulmana y entre ellos el estudioso Akhmad Sahal rechazaron las palabras de Sembering. Recordaron para ello que citar el libro sagrado del islam para poner en la diana a determinados colectivos es uno de los distintivos del autodenominado Estado Islámico o Dáesh. El exministro reaccionó borrando el tuit pero, lejos de retirar sus palabras, se declaró víctima de una campaña de acoso.
Uno de los principales movimientos musulmanes del país, sin embargo, se ha unido al clima general de hostilidad contra la comunidad LGTB. El Nadhlatul Ulama (UN), organización islámica considerada moderada y que cuenta con más de cuarenta millones de miembros, emitió un comunicado el jueves pasado. En el escrito declaran las orientaciones no heterosexuales como incompatibles con la naturaleza humana e instan al Parlamento indonesio a criminalizar la homosexualidad y la defensa de los derechos LGTB. Por si fuera poco, el NU se permite recomendar la “rehabilitación de cada persona con características LGTB para que puedan volver a la normalidad”.
Patologización de las personas LGTB
Para culminar la cascada de noticias negativas, la Asociación de Psiquiatras Indonesia (PDSKJI) ha clasificado recientemente la homosexualidad y la bisexualidad como “problemas psiquiátricos” y la transexualidad como un “trastorno mental”. En dirección contraria al consenso médico plenamente aceptado desde hace años, la PDSKJI afirma ahora que las orientaciones e identidades sexuales no mayoritarias son el resultado de influencias externas y que, por tanto, pueden ser “curadas” mediante tratamientos. Unos peligrosísimos planteamientos que han causado un enorme sufrimiento a sus víctimas en todo el mundo y que vienen a sumarse a la tendencia general de estigmatización de la población LGTB en el país.
Una deriva preocupante
La actual deriva homófoba y tránsfoba en Indonesia tuvo su punta de lanza en la provincia autónoma de Aceh. La región aprobó en septiembre de 2014 una penosa ley que castiga las relaciones homosexuales con la pena de recibir cien azotes en público con una vara de ratán. La legislación entraba en vigor el pasado mes de octubre, como recogía dosmanzanas. Ese mismo mes nos hacíamos eco de la detención de dos jóvenes lesbianas (de 18 y 19 años) por abrazarse públicamente y confesar que eran pareja. Según el jefe de la policía islámica las chicas serían “sometidas a rehabilitación con la participación de psicólogos en dependencias sociales”.
Indonesia presenta una realidad muy diferente para su comunidad LGTB dependiendo de la región. Formalmente, la homosexualidad no es delito en el país con mayor número de fieles musulmanes del mundo, que mantiene un código penal heredado de la época colonial neerlandesa. La excepción, por ahora, es Aceh, donde desde 2005 rige la sharia o ley islámica gracias a la autonomía que le fue concedida al firmar la paz con los separatistas, poco después del tsunami que asoló la región. Pero la influencia islamista se deja sentir también en otros lugares de Indonesia. En la propia Yakarta, la capital, las autoridades prohibieron en 2012 un concierto de Lady Gaga, abanderada de los derechos LGTB, por considerarla un personaje diabólico y antirreligioso.
Los fundamentalistas también han obligado a cancelar una reunión de la división asiática de la ILGA (International Lesbian and Gay Association) en Surabaya y han amenazado a los organizadores del Q! Film Festival, un festival de cine LGTB, por mencionar otros dos ejemplos. En marzo de 2015, el Consejo de Ulemas de Indonesia dictó una fetua en la que se exigía que los actos homosexuales sean castigados con la pena de muerte. Aunque el Consejo de Ulemas no tiene ningún poder legislativo o ejecutivo en Indonesia, su influencia social es muy alta.
Indonesia también votó en 2014 en contra de la resolución del Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas contra la homofobia y la transfobia y ha sido calificado, por su propia población, como un mal lugar para vivir si eres gay o lesbiana (solo un 2% opina lo contrario) en una encuesta de Gallup.
Cuando las sectas mayoritarias (también llamadas religiones) detentan mucho poder llega la violencia a lo diferente.