Donald Trump sorprende defendiendo el derecho de las personas trans a usar el baño que consideren más apropiado a su identidad
Las cada vez más numerosas críticas a la ley anti-LGTB de Carolina del Norte han llegado este jueves de donde menos se esperaba. Donald Trump, el candidato que cuenta en estos momentos con más delegados en la lucha por la nominación republicana a la Casa Blanca, ha defendido que las personas transexuales puedan hacer uso de los baños que mejor se acomoden a su identidad de género. Trump se ha lamentado además del daño económico que generan este tipo de leyes, que considera innecesarias.
Como hemos venido informando en las últimas semanas, la absurda polémica sobre el uso de los cuartos de baño públicos por las personas transexuales y la transfobia incendiaria que genera están sirviendo de excusa para que en los estados más conservadores de los Estados Unidos prosperen normativas encaminadas a hacer posible la discriminación de las personas LGTB en muy diversos aspectos. Es lo que ha sucedido en Carolina del Norte, cuya ley anti-LGTB, aprobada con carácter de urgencia y casi sin discusión parlamentaria, está encontrando una fuerte contestación social y puede suponer la pérdida de importantes inversiones económicas.
Leyes, por cierto, que son aprobadas gracias al control republicano de las correspondientes legislaturas estatales. Es por eso que resultan especialmente significativas las declaraciones de Donald Trump, sorprendentemente revestidas de una sensatez que parece escasear entre los políticos del partido por el cual quiere ser elegido candidato a presidente. Ha sido en una intervención en el programa Today, de la NBC. A una pregunta que una usuaria de Twitter le hacía sobre la ley de Carolina del Norte, Trump respondía expresando abiertamente su desacuerdo, dado que el supuesto problema que supone el uso de baños acordes a su identidad de género por personas transexuales no es tal. «Ha habido muy pocas quejas tal y como ha sido hasta ahora», argumentó. El candidato republicano insistió en que lo único que estaba consiguiendo esta ley era atraer un castigo económico sobre el estado. Para Trump, la mejor política en este caso es «dejar las cosas estar» y que las personas transexuales usen los baños que simplemente consideren más apropiados.
A continuación uno de los periodistas que conducían el acto preguntó a Trump si tenía en plantilla a alguna persona transexual, a lo que este contestó que no lo sabía, pero que posiblemente así fuese. Para que no quedase sombra de duda sobre el sentido de las palabras de Trump, el periodista insistió con un ejemplo. «Entonces, si Caitlyn Jenner visitase la Trump Tower y quisiera usar el baño, ¿vería usted bien que pudiese usar el baño que quisiese?», le preguntaron. «Es correcto», confirmó Trump:
Cuando el tuerto es el rey en el país de los ciegos…
Las declaraciones del magnate han sido inmediatamente criticadas por su principal rival en las primarias republicanas, el senador por Texas Ted Cruz, que en un mitin celebrado pocas horas después insistía abiertamente en que «no se debe permitir a hombres adultos que compartan baños con niñas pequeñas», el actual mantra de los opositores a los derechos LGTB, y acusaba a Trump de compartir en este punto la misma posición que Barack Obama o Hillary Clinton:
Ted Cruz, conviene precisar, es el candidato republicano más estrechamente vinculado a la derecha religiosa, y es considerado unánimemente como un ultraconservador en materia moral. De hecho, la posición más «liberal» de Trump en esta materia no supone una especial sorpresa. A diferencia de Cruz, Trump nunca se ha caracterizado por una especial oposición a los derechos LGTB. Cuando se produjo el encarcelamiento de Kim Davis, la funcionaria de Kentucky que se negaba a permitir que en su condado se emitiesen licencias de matrimonio a parejas del mismo sexo, Trump llegó a asegurar que el matrimonio igualitario era ya ley, y que por tanto si Davis no quería emitir estas licencias debería haber permitido que sus funcionarios lo hicieran. Un posicionamiento pragmático, que contrastaba con las manifestaciones de apoyo incondicional a Davis por parte de sus oponente republicanos, y muy especialmente de Ted Cruz.
Donald Trump también se ha manifestado en contra de que las empresas privadas puedan despedir a trabajadores por el mero hecho de ser homosexuales, aunque lo ha hecho de forma ambigua y por supuesto sin comprometer un apoyo formal a una posible ley antidiscriminatoria (la Ley de No Discriminación en el Empleo, también conocida como “ENDA” por sus siglas en inglés), que pese a llevar más de dos décadas en discusión aún no ha podido ser aprobada. Y en el pasado, antes de entrar abiertamente en política, Trump ya había demostrado una «cierta sensibilidad» ante la realidad trans, cuando como propietario de la marca Miss Universo aceptó en 2012 readmitir a Jenna Talackova después de haber sido excluida por ser una mujer transexual. Miss Universo, de hecho, modificó sus reglas para permitir a partir de ese momento la participación de mujeres transexuales en todas sus competiciones.
Una trayectoria sin duda menos hostil a los derechos LGTB que la de Cruz, que sin embargo se vio nublada hace varias semanas cuando Trump, en un guiño al sector más conservador de los republicanos, sugirió la posibilidad de revertir la decisión del Tribunal Supremo sobre el matrimonio igualitario… proponiendo en el futuro a nuevos jueces del Supremo dispuestos a valorar de nuevo la cuestión.
Sea como sea, resulta fuera de duda de que si se trata de elegir entre lo malo y lo peor, en materia LGTB desde luego Trump es preferible a Cruz. Dos políticos que libran una batalla cuyo resultado es muy posible que no se decida hasta la misma convención republicana, donde pese a su condición de favorito si Trump no ha sido capaz de reunir los 1.237 delegados que le aseguran la nominación en primera ronda todo puede suceder (el establishment republicano, no lo olvidemos, desprecia a Trump y cada vez son más las voces que se escuchan en el partido en favor de una alianza que evite su nominación, sea en favor de Cruz e incluso en favor de un «tapado» que no haya participado en las primarias).