La nueva exhortación papal sobre la familia reafirma la doctrina oficial en materia LGTB
Ninguna novedad doctrinal en materia LGTB. Esta es la conclusión inequívoca que ha de sacarse de la lectura de La alegría del amor (Amores Laetitia), el documento papal que recoge y amplía las conclusiones de los dos sínodos de obispos sobre la familia, que ya en su momento recogimos. Se trata de un documento que pretende servir de indicaciones generales a los obispos, sacerdotes y laicos acerca de cómo conducirse en la pastoral con las familias.
El pasado viernes se publicaba la exhortación apostólica La alegría del amor, del papa Francisco (aquí en pdf). Para ir más allá de referencias secundarias, el que escribe esta noticia decidió leer el documento entero. Son 262 páginas con un lenguaje sencillo de entender, muy del estilo del actual papa. Una exhortación que ha merecido grandes alabanzas, pero que, a diferencia de lo que sucede con otros aspectos, en materia LGTB hay poco margen para el optimismo.
Sintetizando: no hay ningún cambio de la doctrina, sino una reafirmación de la misma, y en materia pastoral no hace ninguna indicación explícita sobre las personas LGTB. En todo caso, algunas afirmaciones contenidas en el documento permitirían a personas especialmente voluntariosas tomar medidas pastorales más atrevidas, pero quienes no quieran avance alguno podrán no hacer nada e incluso, si son obispos, bloquear lo que hagan otros.
Reafirmación doctrinal
La reafirmación de la doctrina está clara en el documento. Es cierto que el punto número 250 habla de acoger a las personas homosexuales:
Con los Padres sinodales, he tomado en consideración la situación de las familias que viven la experiencia de tener en su seno a personas con tendencias homosexuales, una experiencia nada fácil ni para los padres ni para sus hijos. Por eso, deseamos ante todo reiterar que toda persona, independientemente de su tendencia sexual, ha de ser respetada en su dignidad y acogida con respeto, procurando evitar «todo signo de discriminación injusta», y particularmente cualquier forma de agresión y violencia. Por lo que se refiere a las familias, se trata por su parte de asegurar un respetuoso acompañamiento, con el fin de que aquellos que manifiestan una tendencia homosexual puedan contar con la ayuda necesaria para comprender y realizar plenamente la voluntad de Dios en su vida.
Sin embargo, el punto 251 se encarga de dejar bien claro todo rechazo del reconocimiento de las uniones entre personas del mismo sexo, también civilmente:
En el curso del debate sobre la dignidad y la misión de la familia, los Padres sinodales han hecho notar que los proyectos de equiparación de las uniones entre personas homosexuales con el matrimonio, «no existe ningún fundamento para asimilar o establecer analogías, ni siquiera remotas, entre las uniones homosexuales y el designio de Dios sobre el matrimonio y la familia […] Es inaceptable que las iglesias locales sufran presiones en esta materia y que los organismos internacionales condicionen la ayuda financiera a los países pobres a la introducción de leyes que instituyan el ‘matrimonio’ entre personas del mismo sexo».
Aquí Francisco se limita a citar literalmente las conclusiones sinodales (después de se retirara la referencia a los “dones” que podían aportar las personas homosexuales).
El documento también se refiere, de pasada, a la realidad trans, al afirmar que:
Es inquietante que algunas ideologías de este tipo, que pretenden responder a ciertas aspiraciones a veces comprensibles, procuren imponerse como un pensamiento único que determine incluso la educación de los niños. No hay que ignorar que «el sexo biológico (sex) y el papel sociocultural del sexo (gender), se pueden distinguir pero no separar» .
Sin indicaciones concretas en lo pastoral…
Si en el plano doctrinal no hay novedad, en lo pastoral (lo referido al trato concreto con las personas), tampoco hay avances concretos, si bien algunas afirmaciones permitirían hacer interpretaciones “flexibles” a quienes quieran hacer una pastoral más audaz y cuenten con superiores “comprensivos”.
Así, en varias ocasiones se indica que el documento no pretende dar respuesta a todas las situaciones concretas. Por ejemplo, en el punto número 3 se dice:
Recordando que el tiempo es superior al espacio, quiero reafirmar que no todas las discusiones doctrinales, morales o pastorales deben ser resueltas con intervenciones magisteriales. Naturalmente, en la Iglesia es necesaria una unidad de doctrina y de praxis, pero ello no impide que subsistan diferentes maneras de interpretar algunos aspectos de la doctrina o algunas consecuencias que se derivan de ella. Esto sucederá hasta que el Espíritu nos lleve a la verdad completa.
Hay quizá un pasaje que permita dar una base a quien busque iniciativas pastorales más audaces. Está en el punto número 297:
Se trata de integrar a todos, se debe ayudar a cada uno a encontrar su propia manera de participar en la comunidad eclesial, para que se sienta objeto de una misericordia «inmerecida, incondicional y gratuita». Nadie puede ser condenado para siempre, porque esa no es la lógica del Evangelio. No me refiero sólo a los divorciados en nueva unión sino a todos, en cualquier situación en que se encuentren.
Los habrá que puedan aferrarse a lo de “cualquier situación”. Por otra parte, también se insiste en que no se debe ser duro con la doctrina y no comprender las situaciones particulares:
Un pastor no puede sentirse satisfecho sólo aplicando leyes morales a quienes viven en situaciones «irregulares», como si fueran rocas que se lanzan sobre la vida de las personas. Es el caso de los corazones cerrados, que suelen esconderse aun detrás de las enseñanzas de la Iglesia «para sentarse en la cátedra de Moisés y juzgar, a veces con superioridad y superficialidad, los casos difíciles y las familias heridas».
Estos pasajes, y otros similares, pueden servir para quienes puedan querer hacer un proyecto pastoral que no se limite a recomendar abstinencia sexual. Sin embargo, la falta de concreción del texto permite que quienes no quieran hacer cambio alguno tengan igualmente base. Y en todo caso, cualquier “flexibilidad” sería estrictamente pastoral, pues la doctrina ha quedado reafirmada.
Sólo con este tipo de consideraciones pueden entenderse análisis tan positivos como el que por ejemplo hacía el diario El País en su editorial: “Sin concretar en exceso (…) el sentido del documento es lo suficientemente amplio como para permitir un cambio real práctico en la postura de la institución sin variar la doctrina general. Y aunque algunos consideren esto una mera alteración cosmética, las 261 páginas en castellano de La alegría del amor pueden abrir un importante cambio de rumbo en la Iglesia respecto a cuestiones polémicas sin desencadenar una ruptura”.
En definitiva, las personas LGTB católicas tienen pocos motivos para el optimismo a corto plazo. Podrán atenerse a pasajes como los arriba indicados para sugerir otros enfoques pastorales, ciertamente, pero todo apunta a que tendrán que seguir a la espera.
Matrimonio igualitario religioso en sinagoga de Argentina:
La boda se transformó en realidad gracias a que la comunidad NCI-Emanu El adhirió a la Responsa del «Committe of Jewish Law and Standards» de la Asamblea Rabínica del Movimiento Conservador, que en 2006 les había conferido a las parejas del mismo sexo la posibilidad de casarse bajo el ritual judío. Esta decisión, tomada el 21 de marzo pasado por unanimidad, derivó en el festejo de ayer, que terminó con las chicas rompiendo las copas con sus pies (un ritual que habitualmente cumple el hombre), los aplausos y la clásica felicitación: ¡Mazel Tov!.
http://www.clarin.com/sociedad/pareja-boda-religiosa-primera-Latinoamerica_0_1556244837.html
La Iglesia luterana de Noruega permitirá los matrimonios gays
http://www.elmundo.es/sociedad/2016/04/11/570be46622601d1d6e8b464b.html