Duelo teatral: críticas de las obras «Tom en la granja» y «Los amores diversos»
Definido por la RAE como “demostraciones que se hacen para manifestar el sentimiento que se tiene por la muerte de alguien”, el duelo es un momento aflictivo al que casi todos debemos enfrentarnos antes o después. Se trata además de un sentimiento tristemente ligado a la comunidad LGTB, a la que ha afectado durante las tres últimas décadas a raíz del terror del sida brotado en los años 80 y el hecho de que el suicidio parezca en ocasiones lóbregas la única salida a los fantasmas interiores que sentirse marginado de la sociedad conlleva. Por la intensidad que acarrea, el duelo es un elemento muy teatral, con lo que hoy voy a dedicarme a él a través de dos notables obras que alberga estos días Madrid: Tom en la granja (Sala Cuarta Pared) y Los amores diversos (Sala Off del Teatro Lara).
La aclamada obra Tom à la ferme (2011) del quebequés Michel Marc Bouchard, que hace tres años sirvió de base para el primer guion no original del excepcional realizador Xavier Dolan (Tom à la ferme, 2013, Premio FIPRESCI del Festival de Venecia), ha sido notablemente versionado por Line Connilliere y Gonzalo De Santiago en Tom en la granja, una experiencia teatral de gran intensidad que puede disfrutarse estos días en la Sala Cuarta Pared bajo la dirección de Enio Mejía. En ella, Tom decide conocer a la abnegada madre y el violento hermano de su novio tras el suicidio de este, con lo que se traslada a una granja donde, poco a poco, brota el desastre provocado por secretos imposibles de guardar eternamente. Alejandro Casaseca, Alexandra Fierro, el ya mencionado Gonzalo de Santiago y una inmensa Yolanda Ulloa bordan un texto verdaderamente inquietante donde el peso del pasado da pie a un ambiente de perenne desgarro tornado eventualmente en ingenioso humor negro y sensual homoerotismo. Mientras tanto, la escenografía, la iluminación y el sonido, aunque sencillos, resultan perfectos para la sumersión del público en tan devastadora experiencia, la cual sabe combinar bien una narración sólida y entretenida con un tono vigorosamente poético.
Por su parte, Los amores diversos es una de las obras teatrales más aplaudidas de Fernando J. López —a quien volveré a referirme próximamente a raíz de la novela El sonido de los cuerpos (2016)—, la cual dirige Quino Falero en la íntima Sala Off del Teatro Lara. En ella, Ariadna trata de lidiar al unísono con el suicidio de su padre y una relación tortuosa con una mujer casada, dos realidades tristemente entrelazadas. Encerrada en un laberinto de historias pretéritas, la protagonista comparte nombre con laAl “Señora del Laberinto”, quien ayudó según la mitología griega a Teseo a escapar del minotauro dándole un ovillo de lana que lo guiara. Nos encontramos por tanto ante un personaje fuerte pero atormentado que trata desesperadamente de encontrar la luz al final del túnel mientras se rodea de iconos de la literatura como Lord Byron, Luis Cernuda o Virginia Wolf, así como de una infinidad de recuerdos que amenazan con destruirla. La interpretación visceral de la carismática Rocío Vidal engrandece un refinado texto que podría tornarse monótono en manos menos enérgicas. Ella se apodera de una atmósfera que la evocadora iluminación y el sencillo decorado brotado de los libros vuelven verdaderamente acogedora, invitando al público a sentirse parte imprescindible de ella.
Tanto Tom en la granja como Los amores diversos presentan personajes a los que el duelo vuelve el pasado especialmente pesado, si bien la segunda ofrece un tratamiento más optimista y esperanzador. Se trata además de dos obras donde la homofobia hace estragos, convirtiéndose la homosexualidad en una triste barrera entre la felicidad y uno mismo precisamente por los prejuicios de un mundo que todavía dista mucho de ser ideal. Nos encontramos ante dos experiencias teatrales tan asequibles como memorables, con lo que, si vivís en Madrid, os aconsejo que les deis una oportunidad.