El cortometraje «Por un beso» denuncia el aumento de las agresiones contra la población LGTB
David Velduque es el director del cortometraje Por un beso, estrenado en la Plaza de Pedro Zerolo el pasado 29 de junio, al comienzo de las fiestas del Orgullo LGTB, con gran éxito. Hermoso, conmovedor y brutal, el cortometraje pretende ser, en palabras de su autor “una historia que denuncia el aumento de agresiones que hay este año en Madrid y en el mundo”. Una historia que se vio trágicamente respaldada por los acontecimientos, pues, según el director, “de hecho, lo que ha pasado en Orlando nos ha pillado en medio del rodaje, así que ahora más que nunca este corto tiene su sentido de ser”.
David Velduque nos cuenta la historia de amor de dos chicos, Tomás y Andrea (interpretados por Pelayo Rocal y Fernando Hevia). Presenciamos cómo se conocen, cómo se enamoran, cómo deciden empezar a compartir sus vidas y cómo expresan públicamente su amor… como lo haría cualquier pareja heterosexual. Pero las parejas de dos hombres no parecen tener derecho a esa expresión, y la tragedia se desencadena. Difundido por las redes sociales, el cortometraje ha superado las 140.000 visualizaciones.
Podéis ver la hermosa y brutal historia de amor y odio ajeno a continuación:
El tabú de la expresividad del afecto entre varones
Lo cierto es que la expresión de la afectividad de las parejas de hombres homosexuales y bisexuales sigue siendo un tabú, aun en las sociedades que se declaran más abiertas hacia la homosexualidad y la bisexualidad.
Muchas de las agresiones sufridas por parejas LGTB en España últimamente están relacionadas precisamente con esa expresión de afectividad, que a veces simplemente se manifiesta con ir cogidos de la mano. Las respuestas de los fanáticos homófobos ante la expresión de cariño y afecto son el insulto, la afrenta insidiosa y la agresión física. Y eso que España, según el prestigioso instituto de investigación social estadounidense Pew Research Center, está a la cabeza de los países con mayor aceptación de la homosexualidad.
Incluso en sociedades tan avanzadas como la alemana, por ejemplo, donde una holgada mayoría aboga por la igualdad de derechos para el colectivo LGTB, nada menos que un 40,01 % de la población encuentra que contemplar un beso entre dos hombres es algo “asqueroso”.
En la misma masacre de Orlando, la contemplación de un beso entre dos hombres tuvo también relevancia. Según contaba el padre del asesino, «estábamos en el centro de Miami, en Bayside, cuando vio a dos hombres dándose un beso frente a su mujer y a su hijo, y eso le enfureció. Se estaban besando y tocándose uno al otro, y él dijo, ‘mira eso, delante de mi hijo y hacen eso’. Y luego en el baño de hombres también se dieron un beso el uno al otro”. El padre considera incluso que este incidente pudo haber precipitado el ataque, mucho más que las inclinaciones religiosas de su hijo.
Aunque sean puramente anecdóticas, no dejan de ser sintomáticas —por su semejanza con las que emiten los que llegan hasta la agresión— las declaraciones que hacía una ciudadana rumana, que había firmado para apoyar la convocatoria de un referéndum para prohibir constitucionalmente el matrimonio entre personas del mismo sexo en Rumanía: “Hace poco visité España y me indignó ver a las parejas homosexuales caminando de la mano o besándose ostentosamente en las calles o enfrente de niños pequeños. Yo respeto la elección sexual y el comportamiento de todo el mundo, siempre que se exprese de forma privada. No quiero que nuestros valores tradicionales sean sustituidos por este tipo de comportamientos”.
Y, por supuesto, existen países donde la expresividad del afecto entre hombre es impensable, pues no solamente causaría el rechazo social, sino que podría acarrear una condena de varios años de prisión, e incluso la pena de muerte.