El joven activista tunecino Ahmed Ben Amor se encuentra en coma profundo tras un segundo intento de suicidio
Tristes noticias desde Túnez. El joven activista LGTB Ahmed Ben Amor, de 22 años, ha intentando suicidarse por segunda vez en pocos días, pero en esta ocasión su estado es gravísimo, encontrándose en un coma profundo del que los médicos dan pocas esperanzas de que se recupere. Ahmed, que fundó la asociación Shams cuando solo contaba 18 años, ha sacrificado valientemente lo mejor de su juventud en la defensa de los derechos de las personas LGTB tunecinas, abogando por la despenalización de la homosexualidad de manera pública y continuada, algo que sin duda le ha pasado factura.
Cuando sus amigos le creían recuperado del primer intento de suicidio, Ahmed Ben Amor lo ha intentado por segunda vez. Según Bouhdid Belhedi, portavoz de la asociación Shams de la que Ahmed es vicepresidente y cofundador, el pasado 16 de julio “estábamos con él en su casa desde el primer intento de suicidio. Nos preguntó si podíamos dejarlo solo durante algún tiempo. Aprovechó entonces para tomarse todas las pastillas que los médicos le habían facilitado». Cuando regresaron algo más de una hora más tarde, le encontraron aún consciente, aunque tardó poco en perder el conocimiento y caer en coma. Antes de hacerlo les dijo: “Solo quiero morir”.
Bouhdid cuenta que, según les han informado los médicos que le tratan, su nivel de consciencia se ha evaluado en el grado 3 dentro de la escala de Glasgow, el menor de los posibles. “Los médicos han perdido la esperanza… Estamos a la espera de qué puede ocurrir”, añade Bouhdid con hondo pesar, “es muy triste. Solo un milagro puede salvarlo. No nos queda más que esperar”.
Ahmed intentó suicidarse por primera vez el pasado 9 de julio. En aquella ocasión logró recuperarse tras ingresar en el hospital, aunque sus primeras palabras tras hacerlo delataban su profundo sufrimiento. Así escribía el 11 de julio en su cuenta de Facebook: “Siento haber dejado todo atrás para dirigirme hacia la única verdad… no podía pasarlo por alto, ya no podía sufrir esas sucias amenazas, el linchamiento y acompañamiento sistemáticos, la muerte es mucho mejor que la negación…”.
Tan solo un día antes del segundo intento de suicidio, volvía a escribir para agradecer los cientos de muestras de apoyo y cariño recibidas personalmente y a través de la redes sociales, desde todas las partes del mundo: “Estoy conmovido, positivamente sorprendido, desbordado y halagado. No encuentro palabras para agradecértelo, me vuelven a dar ganas de atarme a la vida… gracias… muchas gracias”. Tristemente, las fuerzas y las ganas no han parecido ser suficientes para mitigar su profundo dolor.
Yadh Krendel, presidente y cofundador de Shams, no dudaba entonces en culpar a la presión homófoba del primer intento de suicidio: “Las amenazas y la presión cotidianas que sufría Ahmed son, de hecho, la causa de esta desesperada y desafortunada tentativa. Todos los miembros de nuestra organización que permanecen en Túnez, y los demás activistas LGTB, se enfrentan a las mismas presiones con la mirada cómplice del Estado tunecino. Es preciso que este último se involucre en la protección de nuestras minorías”.
Y es que Ahmed había intervenido el pasado mes de abril en el programa de debates Klem Ennes defendiendo la derogación del artículo 230 del Código Penal de Túnez, que castiga las relaciones homosexuales masculinas con penas de hasta 3 años de prisión. Tras su emisión, los ataques verbales y las amenazas de muerte llegaron por centenares, de manera continuada y progresiva, haciendo su situación tan insoportable que se vio obligado a no salir nunca de su domicilio sin estar acompañado. En una ocasión, encontró una inscripción escrita con sangre enfrente de su casa y de su coche averiado. Habían rajado los neumáticos con un cuchillo y habían escrito: «La próxima vez, el cuchillo estará en su cabeza”.
Tras el primer intento de suicidio, desde Shams emitieron una nota de prensa titulada “Túnez, ¿qué estás haciendo con tu juventud?”, en la que denunciaban la ferocidad de la homofobia en la sociedad tunecina y la inacción cómplice del Gobierno, de la que Ahmed es una triste víctima: “Ha llegado el momento de un análisis sereno. Ahmed no es más que el síntoma de una juventud sacrificada en Túnez. ¿Cómo un joven tan brillante ha podido ser excluido de todos los ámbitos de su vida? Empezando por su familia, su instituto, sus amigos… ¿Con el único pretexto de que decidió decir que era gay?”. También denunciaban el “increíble doble juego de las autoridades tunecinas, que enarbolan la belleza de la naciente democracia en el extranjero y amenazan, acosan y violan los derechos humanos más básicos en su propio suelo”.
Amenazas y agresiones a los activistas LGTB
Lamentablemente, como denuncia Shams, las agresiones y amenazas contra los activistas LGTB son continuadas. El propio Ahmed Ben Amor, tan valiente como para decidirse a luchar públicamente contra la homofobia desde los 18 años, recibía amenazas de muerte diarias incluso antes de la intervención televisiva. Ha sido golpeado y maltratado por extraños en la calle, le han acosado y atacado violentamente de manera gratuita. Pero lo peor es que, cuando ha intentado interponer alguna demanda por esos hechos, lo único que ha recibido por parte de los policías han sido insultos.
El también vicepresidente de la asociación, Hedi Shaly, se ha visto obligado a exiliarse tras recibir a su vez continuadas y serias amenazas de muerte, viviendo ahora como refugiado en Bélgica. Así describía la dureza de la vida que abandonaba: “En la facultad, las proclamas abiertamente homófobas asumidas por la Unión General Tunecina de Estudiantes, un sindicato estudiantil de tendencia islamista, resuenan contra los estudiantes y militantes LGTB. Acosan a mi padre para que me obligue a dejar de defender a los “maricones”, como nos llaman ellos. Mi hermano, que también está en la universidad, ya no quiere ir a estudiar porque los otros alumnos se burlan de él. Me engañaron haciéndome creer que ahora éramos libres, que vivimos en una democracia, que ya no había lugar para el miedo. Incluso los partidos políticos y las asociaciones que se dicen progresistas nos han fallado. Las prácticas policiales agresivas continúan contra nosotros con total impunidad. La libertad en Túnez es una quimera”.
Hace unos meses, Bouhdid Belhedi, el anteriormente citado portavoz de Shams, fue agredido brutalmente por tres desconocidos debido a su activismo, cuando paseaba por la calle de su ciudad natal. Belhedi ya había tenido una experiencia desagradable en el mes de junio de 2015, cuando fue entrevistado en un canal de televisión y defendió la despenalización de la homosexualidad. Tras su intervención, Bouhdid recibió amenazas de muerte y fue objeto de graves acusaciones difamatorias por parte de los medios de comunicación y líderes religiosos.
Precisamente unos días antes de la agresión a Bouhdid Belheli, Ahmed Ben Amor denunciaba el incremento de la agresividad verbal y física contra las personas LGTB tunecinas con el siguiente comunicado:
Túnez está experimentando una gran campaña anti-LGBT, lanzada por un artista tunecino desde un canal de televisión en horario estelar. Este artista lanzó su discurso de odio contra los homosexuales de Túnez, haciendo un llamamiento para su exclusión absoluta.
Después de su emisión, un segundo artista participó en otro programa de debates del mismo canal de televisión, apoyando al primer artista y despreciando a los homosexuales tunecinos. Desde entonces, varios individuos anónimos han tomado la iniciativa de esa campaña en las redes sociales, haciendo un claro llamamiento a la gente para que “se queme o se corte el cuello a todos los homosexuales de Túnez”, a semejanza de los vídeos del Estado Islámico.
La tendencia ha crecido tanto que hay comercios que han puesto carteles que indican: “No se permiten homosexuales en esta tienda”. En Kaiurán, una ciudad situada en la región central, considerada el bastión del salafismo [movimiento islamista conservador], los taxis muestran en la ventana trasera un aviso que indica: “Prohibido para los homosexuales.”
Los actos violentos han llegado al punto de que un joven universitario fue agredido físicamente por transeúntes debido a su apariencia, que al parecer le hacía sospechoso de ser homosexual.
Hasta el momento, las autoridades gubernamentales han permanecido en silencio. Han mostrado muy poco interés en la adopción de medidas para disuadir de la violencia y frenar esta cascada de agresiones y discriminación contra los homosexuales tunecinos.
Por otra parte, el gobierno parece cómplice, porque no está dispuesto a derogar el artículo 230 del Código Penal, que encarcela a los hombres sospechosos de homosexualidad, con un examen rectal como prueba suficiente de culpabilidad.
En esta situación caótica, Shams expresa su extrema preocupación por el aumento dramático de los discursos de odio y la estigmatización de las personas LGBT de Túnez. La asociación denuncia que algunos políticos se sienten tentados de obtener poder mediante la manipulación de esta situación, ya sea con su complicidad silenciosa o, incluso, con un no expresado apoyo a la violencia.
La asociación Shams exige el cese inmediato de esta campaña de difamación y un proceso judicial contra las personas que alientan estos llamamientos a la violencia.
Esta violencia es una preocupación directa y cotidiana de cientos de homosexuales tunecinos, que se convierten en víctimas de los efectos de los discursos y actos violentos, mientras sufren la indiferencia general, en especial de los funcionarios de Túnez y de los miembros de su Parlamento.
Ahmed Ben Amor, vicepresidente de Shams
¡Qué tristeza más grande!