Los cimientos de la educación: críticas de los libros «Mi primer amor» y «MultiCosmos»
Construir una casa empezando por los cimientos es mucho más fácil que hacerlo desde el tejado. Pues bien, en la educación sucede lo mismo. Nada como inculcar buenos valores a los ciudadanos desde la más tierna infancia para evitar que terminen convertidos en auténtico energúmenos. Hasta ahora, el espíritu Disney nos ha inculcado la importancia de la bondad, la generosidad, el valor y demás, pero ya es hora de que las obras infantiles sirvan de verdadero ejemplo de los tiempos que corren. Uno de los puntos más ignorados hasta la fecha por novelas, películas y series destinadas a los más pequeños de la casa es la temática LGTB, a la que me referí hace una semanas a propósito de los films Frozen y El recuerdo de Marnie [críticas], donde esta se aborda (o no) de forma indirecta, dejando que cada espectador forje su propia perspectiva. Hoy voy a hablar de dos pequeños libros, uno infantil y otro juvenil, en los que la LGTBfobia se combate de un modo tan sutil como efectivo.
Mi primer amor (2014) es obra del escritor Brane Mozetic, conocido por sus relatos antibelicistas, y la ilustradora Maja Kastelic, ambos eslovenos, quienes han conformado una tierna historia de amor y amistad entre dos niños todavía demasiado pequeños para ser conscientes de lo que sienten. Compartir barrio, colegio, juegos y conversaciones dará paso a un primer amor para el que el mundo no parece tener cabida. Aunque breve, la historia está alargada innecesariamente, emborronándose por momentos el obvio mensaje, pero el resultado sigue siendo muy recomendable para niños que hayan empezado a controlar la lectura, sea cual sea su sexualidad, bien para identificarse con la historia, bien para empatizar con compañeros de clase que puedan haber vivido algo parecido. El encanto destilado, tanto por la narración, como por las dulces ilustraciones que la acompañan, enternecerá a niños y padres por igual. Y es que muy pocas obras han tenido la valentía de abordar este importantísimo tema, lo que explica que hayamos tenido que recurrir a Eslovenia (país que, precisamente y para su vergüenza, bloqueó el matrimonio igualitario por referéndum popular) para encontrar una digna de mención.
Por su parte, la saga MultiCosmos, del joven escritor madrileño Pablo C. Reyna, es novedosa por contar con una familia homoparental. Así, la coprotagonista femenina, Álex, tiene dos madres sin que ello afecte en medida alguna a una narración que se centra plenamente en las entretenidas aventuras cibernautas que ella y su mejor amigo, el Usuario Número Uno (quien narra la historia en dinámica primera persona), viven en MultiCosmos, un universo virtual donde ambos encuentran refugio de una realidad en la que se sienten mucho menos cómodos y realizados. De esta forma, aunque el toque LGTB sea reducido, todo lector que se haya sentido alguna vez diferente o fuera de lugar se identificará con los alineados protagonistas (sobre todo si tiene entre nueve y trece años, ya que el estilo de la narración es más trivial que el de las sagas fantásticas que suelen triunfar entre todos los públicos). En cualquier caso, se trata de una obra muy amena, agilizada por la original edición y las simpáticas ilustraciones de Luján Fernández (sobra decir que los aficionados a la realidad virtual la disfrutarán especialmente). Además, la poca relevancia concedida a la cuestión es precisamente lo que ayudará a que los niños vean las familias homoparentales y la propia homosexualidad con plena normalidad. Así lo explica el autor, que en el 2016 ha publicado las dos primeras entregas de la saga (Aventuras virtuales a pico y pala y Atrapados sin wifi): “El tipo de familia de Álex no influye en la trama, pero ayudará a que los lectores conozcan un ejemplo de familia homoparental en un personaje que les gusta y con el que se identifican (…) Si a alguien le ofende encontrar una familia homoparental en un libro infantil, sólo significa que hacen falta más ejemplos como este”. Y tiene muchísima razón.
Que palabras como homosexualidad u homofobia no se mencionen siquiera en los dos libros comentados no resta un ápice de fuerza a sus mensajes. Es más, de cara a la normalización que aspiran a imponer, la estrategia no podría ser más adecuada. No obstante, Mi primer amor sí denuncia cuán olvidados son los infantes homosexuales por una sociedad que los aparta a menudo de la felicidad, mientras que Multicosmos se limita a introducir la homosexualidad en la trama como un elemento tan normal que no requiere ninguna atención especial. Una sociedad progresista y democrática requiere que obras de este estilo dejen de volverse excepciones que confirman una regla que, afortunadamente, empieza a caerse por sí sola.