La (homo)sexualidad del siglo XXI: críticas de las series ‘Cucumber’, ‘Banana’ y ‘Tofu’
Como creador de Queer as Folk (tanto de la versión británica de 1999, como de la estadounidense surgida al año siguiente) el galés Russell T. Davies siempre será una de las figuras más importantes de la televisión LGTB, aun cuando los clichés brillaban por su presencia en ambas producciones. Quince años más tarde, Doctor Who (2005) mediante, el realizador ha vuelto a llamar nuestra atención con una extraordinaria trilogía televisiva sobre la cultura sexual del siglo XXI integrada por Cucumber, Banana y Tofu, cuyos títulos derivan de un estudio científico que dividía la erección masculina en varios grados de dureza, a saber tofu, plátano pelado, plátano y pepino (“justo ahí y en ese momento, supe que tenía mi drama”, diría Davies del momento en que lo leyó). Todo comenzó precisamente con la planificación de una “secuela espiritual” de Queer as Folk que iba a llamarse More Gay Men, a centrarse en hombres de mediana edad y a producirse en 2006, pero que el éxito inesperado de Doctor Who dejó en stand by; suerte que, una década más tarde, resurgió de sus cenizas acompañada de dos peculiares anexos que, además, amplían el espectro de protagonistas a todo tipo de géneros y sexualidades.
Cucumber (2015) cuenta la historia de Henry (Vincent Franklin), un hombre homosexual cuarentón que parece asentado junto a Lance (Cyril Nri, candidato al BAFTA televisivo), pero, tras una acumulación de ideas peregrinas y una cita más que desastrosa, se ve obligado a vivir rodeado de jóvenes extraños que le harán replantearse una vida que lleva tiempo aburriéndole. Nos encontramos ante un protagonista peculiar cuyo exterior difícilmente puede considerarse atractivo y cuyo interior incluye verdaderas incongruencias (el sexo con el hombre al que ama le aterra, pero el adonis encarnado por Freddie Fox agita su libido, por ejemplo) que vuelven complicada la identificación con él. Aun así, contar con un individuo de estas características como protagonista de una serie de temática sexual es verdaderamente valiente, sirviendo además de pequeña introducción a la sexualidad más ignorada: la asexualidad. En cualquier caso, de no interesarnos por él, tenemos a nuestra disposición múltiples personajes de todas las edades, géneros e identidades sexuales que el desprejuiciado guion (por el que Davies se hizo con el BAFTA televisivo) plasma sin contemplaciones. Y es que Cucumber quizá no sea una serie para enamorarse de los personajes, pero sí para acercarse a la sexualidad y el amor del siglo XXI sin los clásicos tabúes de la mayoría de producciones. Sólo por ello, merece todo nuestro respeto.
Pese a contar con gran parte del reparto de Cucumber, Banana (2015) presenta un planteamiento mucho más dulce y sensible. En lugar de presentar una trama central fija, esta pequeña gran serie ofrece en cada uno de sus episodios una historia diferente, generalmente con el amor como protagonista. De nuevo, el sexo es omnipresente, pero, no sólo resulta menos invasivo, sino que está generalmente retratado con mayor delicadeza, recordándonos que tener sexo y hacer el amor no es siempre lo mismo. Así, entre sonrisas y lágrimas asistimos a la formación de primeros amores y el florecer de las primeras decepciones de manos de una joven fascinada por una mujer casada a la que apenas conoce, un joven inocente para quien Grindr supone mucho más que sexo, una chica enamorada a la que la vida ha enseñado a mirar siempre primero por sí misma o una mujer transexual embarcada en una pesadilla por culpa de los peligros de contar con un exnovio vengativo en la era de la tecnología. Como sucede en Cucumber (y en la vida real), los amigos y la familia se convierten a menudo en la mejor escapatoria al mal de amores, lo cual da lugar a algunos de los instantes más conmovedores del show. Quizá menos arriesgada que Cucumber, pero más divertida y emotiva (y además en la mitad de tiempo), Banana es una joyita que debería disfrutarse al margen de las sensaciones despertadas por la trilogía como conjunto.
Y así es como llegamos a Tofu (2015), la guinda del pastel. Y es que, si Cucumber ofrece un romance más que particular y Banana explora las historias de los personajes secundarios que rodean al mismo, la tercera producción en discordia opta por explorar la concepción que la sociedad tiene de la sexualidad a partir de las opiniones, tanto de los miembros del reparto de ambas series, como de personas anónimas de todo tipo de procedencias. Así, en apenas diez minutos (de nuevo, la mitad de los poseídos por Banana), cada episodio se abre con un tema y se cierra con una reflexión reveladora, encontrándose entre medias todo tipo de comentarios nacidos, bien de la meditación, bien de la siempre valiosa espontaneidad (desencadenante a menudo de risas inesperadas tanto entre los entrevistados como entre los espectadores). A diferencia de Cucumber y Banana, esta serie es eminentemente documental (aunque algunas partes sí están guionizadas), alimentándose además de sus dos predecesoras. En esta ocasión, la protagonista no es la homosexualidad, sino la sexualidad (a secas), dándose, eso sí, por hecho que la estricta heterosexualidad tan sólo es una de las alternativas.
Cucumber, Banana y Tofu conforman una trilogía de series más que curiosa que puede consumirse en el orden que se prefiera, si bien es recomendable aprovechar la libertad que granjean para entrelazarlas libremente. Frente a los 48 minutos de duración de cada pieza de Cucumber, Banana presenta episodios de 24 minutos y Tofu, de 12, de forma que cada producción ocupará la mitad de nuestro tiempo que la anterior (las tres cuentan con ocho capítulos, veinticuatro en total). Personalmente, he tenido mis dificultades para empatizar con los apáticos protagonistas de Cucumber, lo que explica que hayan sido los episodios de Banana protagonizados por otros intérpretes los que más he disfrutado, pero vuestras impresiones no tienen por qué concordar con las mías. En cualquier caso, Russell T. Davies ha ofrecido a la comunidad LGTB una obra muy valiosa, tal y como demuestran la sendas nominaciones a los Premios GLAAD a mejores series limitadas recibidas por Cucumber y Banana. Por desgracia, ninguna televisión española ha apostado todavía por ellas, quizá porque hacerlo requeriría un coraje del que todavía carecemos.