21º LesGaiCineMad (III): críticas de «Closet Monster», «Los objetos amorosos», «Vestido de novia», «Taekwondo», «Stuff», «Girls Lost», «Esteros» y «Nunca vas a estar solo»
Tras dos semanas inevitablemente irregulares (¡conseguir decenas de películas de temática LGTBQ+ cada año partiendo de un presupuesto limitado no es tan fácil!), la 21ª edición del LesGaiCineMad se ha cerrado por todo lo alto con sus mejores títulos. Algunos de estos forman parte del palmarés de la Sección Oficial, cuya distribución fue la siguiente: mejor película y mejor actor (David D’ingéo) para De l’ombre il y a; mejor dirección para Álex Anwandter por Nunca vas a estar solo; mejor actriz (ex-aequo) para Laura Rojas Godoy por Los objetos amorosos y Breeda Wool por AWOL y mejor guion para Klaus Händl por Kater, todos ellos muy merecidos aun siendo una pena que una joyita como Taekwondo se fuera de vacío (las demás grandes cintas del certamen, Pojkarna, Vestido de novia y Closet Monster, no iban a concurso). Para cerrar la crónica del festival, os dejo con mis críticas de los ocho largometrajes de ficción que me faltaban; podéis consultar el resto en: 21º LesGaiCineMad (I) y 21º LesGaiCineMad (II).
La protagonista de la sorprendente Los objetos amorosos (2016) es una joven (maravillosa Laura Rojas Godoy) que emigra a Italia en busca de un futuro mejor para sí y su hijo, al que se ve obligada a dejar en su Colombia natal. Su “sueño europeo” se ve truncado por múltiples desdichas, pero la aparición inesperada de una impulsiva inmigrante chilena (Nicole Costa) dará un giro a su existencia, instándola a luchar por la felicidad del día a día en lugar de pensar tanto en el incierto futuro. Observamos así las andanzas de una peculiar pareja donde la sensatez de una madre forzada a labrarse un futuro aun a costa de su dignidad se opone a la impetuosidad de una mujer independiente a la que el pasado ha enfrentado al mundo entero. Apenas 30.000 € de presupuesto y cuatro semanas en Roma para las que no se solicitó permiso alguno dieron como resultado una la película que compensa la falta de recursos con una puesta en escena sobria pero efectiva que extrae máximo partido de la naturalidad de las interpretaciones. El empleo de largos planos fijos es útil, tanto a modo de ahorro, como de cara a evitar distracciones que alejen al espectador de los sensibles temas explorados, los cuales resume bien el premio FIPRESCI de la sección Resistencias del reciente Festival de Cine Europeo de Sevilla otorgado a la cinta “por su representación realista y sensible de temas como la inmigración, el género o la identidad en la Europa contemporánea”. La ópera prima del valenciano Adrián Silvestre no sólo es la mejor obra del LesGaiCineMad, sino directamente una de las mejores películas españolas del año, con lo que confiemos en que llegue de una forma u otra a las pantallas comerciales.
Plan B (2009), Ausente (2011), Hawaii (2014) y Mariposa (2015) han convertido a Marco Berger en un maestro de la tensión (homo)sexual no resuelta, algo que el realizador argentino lleva al extremo en su último filme, Taekwondo (2016), el cual dirige en compañía de Martín Farina (quien, hasta el momento, se había dedicado al terreno documental). Nos encontramos ante una perceptiva mirada al universo heterosexual masculino confeccionada a partir de la plácida existencia de varios amigos de vacaciones en una quinta en Ezeiza. Y, ¿qué hacen estos ante la ausencia de mujeres y preocupaciones? Pues soltarse en todos los sentidos, paseándose desnudos y protagonizando conversaciones más introspectivas de lo que aparentan. Entretanto, la amistad entre Germán (Gabriel Epstein) y Fernando (Lucas Papa) prospera, acercándose peligrosamente a un “algo más” que el sexual contexto fomenta y prohíbe a partes iguales. Y es que el festín de cuerpos masculinos que ofrece el filme es al tiempo el paraíso y el infierno para un homosexual en el armario. Es a través de su perceptiva mirada, casi encubierta, casi culpable, cómo observamos los cuerpos de los sensuales protagonistas, a los que la cámara del propio Farina se acerca sin miedo, plasmando sus contornos en primerísimos primeros planos. Tan hermosa como sensual, la cinta ofrece así un retrato sin precedentes de la belleza masculina, a la par que un fascinante comentario sobre la masculinidad contemporánea: aquella que no necesita heroicidades para reafirmarse.
La notable ópera prima de Marilyn Solaya nos traslada a la Cuba de 1994, momento de cambio y revolución en el que vio la luz la cinta LGTB cubana por excelencia: la reflexiva Fresa y chocolate. El protagonista de tan icónico film no es otro que Jorge Perugorría, quien también está presente en Vestido de novia (2014), donde posee un papel diametralmente opuesto tanto a aquel como al que encarna en Viva [crítica], la otra cinta LGTB cubana del momento (vamos, que ahora mismo la cinematografía LGTB de Cuba no se concibe sin él). En Viva encontrábamos también a Luis Alberto García, quien encarna en Vestido de novia al marido de la protagonista, una brillante Laura de la Uz con un secreto pasado que la oprime hasta la saciedad a raíz de su sexualidad. Oprimida también, pero de forma distinta, está la ingeniosa mujer trans a la que da vida Isabel Santos, un arquetipo mil veces visto del que nunca nos cansaremos. Los cuatro conforman un reparto magnífico que suple tanto la austeridad de la factura técnica como el exceso de melodrama, dotando al filme de un desgarrador realismo que insta a meterse en la piel de tan torturados personajes, todos ellos perjudicados por un contexto patriarcal, machista y LGTBbófobo que, lamentablemente, no ha cambiado demasiado con el paso de los años. Eso sí: cuidado con el título del film, porque será ingenioso pero roza la transfobia.
Heredera del ya mítico Donnie Darko (2001) de Richard Kelly, Closet Monster (2015) nos adentra en una perturbadora existencia adolescente a través de un inquietante montaje, una reflexiva banda sonora y unos efectos visuales tan sencillos como turbulentos. Su título —literalmente, “el monstruo del armario”— hace referencia al clásico armario que oprime a tantos homosexuales hasta que se deciden a salir de él, claro, pero también al monstruo que el protagonista siente en sus entrañas, el cual no deja de ser una metáfora de la primera acepción. Reconocida el año pasado como mejor película canadiense del Festival de Toronto, la ópera prima de Stephen Dunn es una introspectiva mirada a la vida interior de un chico homosexual (perfecto Connor Jessup) que arrastra una infancia de abandono y crisis existencial a quien la ausencia de sus progenitores lleva a refugiarse en su habilidad para el maquillaje cinematográfico (que pone a prueba con su mejor amiga) y en sus curiosas conversaciones imaginarias con su hámster, al que presta voz y carisma la gran Isabella Rossellini. Además de dar lugar a los momentos más ingeniosos del filme (a cuyo dramatismo aportan un necesario contrapunto cómico), estas últimas nos permiten introducirnos en la mente de un personaje al que la experiencia ha enseñado a encerrarse en sí mismo.
La cruda Nunca vas a estar solo (2016), primer trabajo cinematográfico del popular músico chileno Álex Anwandter, parte del espantoso Caso Zamudio acontecido en 2012, cuando Daniel Zamudio fue atacado en las calles de Santiago de Chile por cuatro individuos supuestamente vinculados a una agrupación neonazi. Que el chico falleciera a raíz de la tortura llevó a la promulgación de la Ley Antidiscriminación (también conocida como Ley Zamudio) y a la creación de la Fundación Daniel Zamudio, ambas dedicadas a poner fin a la homofobia de una vez por todas. Casi tan atroz como la excesiva Jesús (también ambientada en un Chile inhóspitamente mortecino) en lo que a sexo y violencia se refiere, Nunca vas a estar solo se distancia de aquella por justificar su explicitad con un dramático tema que sería injusto abordar de otra manera. Pese a su inevitable brutalidad, el momento del ataque se trata con sensibilidad, haciendo uso del fuera de campo para evitar abusar de primeros planos. Se oponen así el vital comienzo, donde observamos al personaje encarnado por Andrew Bargsted disfrutar de la vida como puede, a la cruda búsqueda de justicia iniciada por su atormentado padre (Sergio Hernández) tras el terrible incidente (como es tristemente habitual, este último se percata de los problemas de un hijo al que conoce menos de lo que cree cuando ya es demasiado tarde para corregirlos). Los problemas de guion están presentes en ambas partes (la presentación es demasiado superficial como para que los personajes se ganen nuestra empatía y la conclusión resulta algo embarullada a raíz de las múltiples subtramas), pero el conjunto es un digno retrato de unos hechos que no pueden ni deben ser olvidados.
El primer largometraje de ficción de Suzanne Guacci nos acerca al día a día de una familia homosexual plenamente femenina conformada por dos madres, dos hijas y una abuela. La crisis de los cuarenta (abordada en la línea de Los chicos están bien, de Lisa Cholodenko, 2010) y otros conflictos familiares amenazan con destruir la tan ansiada felicidad. Traci Dinwiddie, Yvonne Jung, Karen Sillas y Kevin Brown encabezan un reparto que cumple sin más su cometido, poco animado por un guion que suena a ya visto (¡¿otro triángulo amoroso con hombres malvados de por medio, de veras?!) y una realización plana (y bastante torpe) más digna de un telefilm que de una producción destinada a ser estrenada en salas. Pese a todo, Stuff (2015) recibió tres premios en el Long Island International Film Expo: mejor dirección, mejor actriz (Jung), mejor actriz de reparto (Phyllis Somerville con mención especial para Maya Guacci) y mejor montaje (Mike Mazzotta), con lo que, bien no está tan mal, bien este certamen necesita replantearse un par de cosas. La película se deja ver, no alcanzando el absurdo en ningún momento pese a no aportar nada nuevo, pero se habría beneficiado de algún toque de humor que supliera la falta de inventiva narrativa.
Hot Dog (2002) convirtió a Alexandra-Therese Keining en la directora más joven de la historia de Suecia, pero, tras ella, esta tardó casi una década en regresar a la realización cinematográfica con With Every Hearbeat (2011), un notable drama romántico lésbico protagonizado por Ruth Vega Fernández y Liv Mjönes. Un quinquenio más tarde, nos ha ofrecido su mejor película hasta la fecha: la sorprendente Girls Lost (Pojkarna, 2015) basada en la popular novela Jessica Schiefauer. Este drama adolescente de tintes fantasmagóricos cuenta la historia de tres chicas (Tuva Jagell, Louise Nyvall y Wilma Holmen) que descubren una planta que les permite adoptar formas masculinas (Emrik Ohlander, Alexander Gustavsson y Vilgot Ostwald Vesterlund) tras conciliar el sueño, pudiendo así experimentar por una vez las delicias de la noche sin sentirse maltratadas por el machismo imperante. Sin embargo, lo que para dos de ellas es un mero pasatiempo, para la tercera en discordia supone una auténtica revelación. Y es que la joven Kim, que siempre había pensado que algo no encajaba del todo (“a veces siento que tengo una cremallera en algún sitio que desvelaría mi propio yo”, dice en un momento), se da cuenta por fin de que es una persona transexual (aunque no lo exprese con estas palabras, claro). Está constatación de la propia transexualidad a tan tierna edad apenas cuenta con precedentes en el séptimo arte, ya que la única cinta que me viene ahora a la cabeza (la excelente Tomboy de Céline Sciamma, 2011) plantea la reflexión a los espectadores pero no a sus propios personajes. Pese a que un par de giros excesivamente melodramáticos perjudican al conjunto, nos encontramos ante un clásico trans instantáneo.
La clausura del festival correspondió a la acogedora Esteros (2016), ópera prima del argentino Papu Curotto, es la historia de dos amigos de la infancia que se reencuentran diez años después en circunstancias muy distintas para darse cuenta de que sus sentimientos, no sólo no han desaparecido, sino que se han magnificado con el paso del tiempo. El propio tiempo es un elemento de vital importancia, ya que la alternancia entre las vivencias infantiles del pasado y el más contenido presente deja en el espectador un poso de melancolía. Se trata de una cinta muy sencilla impregnada por las sensaciones apacibles transmitidas por los esteros argentinos que le dan nombre que se habría beneficiado de una pareja protagonista más carismática. Así, Esteban Masturini carece de la fuerza suficiente para sostener un guion tan simple y lento, mientras que Ignacio Rogers ofrece una de las interpretaciones más planas vistas en todo el certamen. Suerte que la química entre ambos es suficiente como para mantener la atención del espectador hasta el final, dando lugar a una obra que, si bien no destaca en ningún aspecto, sí es lo bastante satisfactoria cuando una historia agradable y feliz es lo único que se desea.
Y así es como el 21º LesGaiCineMad llega a su fin. Ahora podemos jugar a imaginar cuántas películas de las vistas durante estos días llegarán a la cartelera comercial (el año pasado, tan sólo Eisenstein en Guanajuato y El verano de Sangaile, que no eran en absoluto las mejores, lo lograron). Yo esta vez me quedo con Los objetos amorosos, Taekwondo, Girls Lost, De l‘ombre il y a, Closet Monster, Vestido de novia, Tomcat, El virus del miedo, Nunca vas a estar solo e Io e Lei (en ese orden; por cierto: ¡bravo por el cine LGTBQ+ en lengua hispana!), ¿y vosotros?