Juan El Golosina (artista): «Los primeros clubes gais que hubo eran los camerinos de las artistas»
A sus 71 años, se ha convertido en uno de los últimos grandes folclóricos españoles. Se ha ganado la vida como artista durante décadas y ha sido el mejor amigo de la desaparecida Lola Flores. Asume que el mundo de la fama, en cierto modo, es ingrato y efímero, y que no se vendería por dinero. “No quiero ser el más rico del cementerio; tengo para el potaje y no quiero angulas”, afirma.
¿Lo de su apodo le vino porque era usted muy empalagoso?
Lo del apodo es por la canción que me hizo Antonio Flores. Como la rima tiene que retratar al personaje de la canción con algo que se le parezca, rimaba más Juanito Golosina que Juanito King Kong. Yo era Juanito Díaz en el mundo artístico, pero cuando pasó lo de Antonio [su fallecimiento] empezaron a llamarme Juan el Golosina, por el cariño y por la canción.
De pequeño ya le cantaba a su profesor. ¿No le expulsarían del colegio por lo mal que lo hacía?
¡No, hijo! No soy Rocío Jurado pero tampoco soy La Tonta La Pichorra. Más o menos me defiendo. De eso he vivido toda la vida.
¿Se vive mejor fuera que dentro del armario?
Yo nunca he tenido armario. ¡No tenía muebles! Yo con ocho años cantaba La Zarzamora. Para mí no ha existido nunca armario.
¿Qué aprendió de su etapa como friegaplatos en Suiza?
Aprendí que la vida es muy dura y que hay que luchar. Hombre, no es lo mismo melón con jamón que sandía con mortadela. Pero bueno, si no hay, se come. Y allí fue la primera vez que vi un mundo real. Un niño de dieciocho años que había salido de un pueblo de Sevilla, Alcalá de Guadaíra, ¡imagínate lo que significó para mí ver una máquina que fregaba platos que yo secaba!
Al acabar la mili en Algeciras, empieza a viajar por toda España trabajando en cabarets.
Cuando terminé los dos años de mili me fui a Barcelona. Una Barcelona que era París, lo más abierto que había en España. De allí me fui a la Costa Brava, donde me contrataban para fiestas privadas. En una conocí a Dalí y estuve tomando copas con él y contratado para alegrar a sus invitados.
Es usted un groupie de manual. ¿Cómo se inició en el mundillo?
Yo no he ido detrás de los artistas. Era lo típico. Había espectáculos a los que la gente iba, como hoy van los fans a ver a los artistas a los conciertos. Antes, cuando terminaba el espectáculo, los artistas se paraban en un bar. Si yo tenía amistad con un bailarín, por ejemplo, este me presentaba a la jefa. Se hacían corrillos una vez que terminaban los espectáculos. Ahora ya eso es distinto, son grandes conciertos y los artistas salen con los guardaespaldas.
Así conoció a Lola Flores.
La conocí pidiéndole una foto o un autógrafo, como le pedía tanta gente. Íbamos a los camerinos, le pedías una foto y te tenías que ir, porque había una cola muy grande. Luego, cuando me trajo a Madrid la vedette Addy Ventura vine al Teatro Calderón, y empezó el transformismo. Como se comentó por Madrid que yo la imitaba y hacía sus cosas, vino a verme con Antonio El Bailarín a un pub que era de Mónica Randalla y Luis Morris, que se llama Always y que está en la calle Hileras. Te hablo de 1976.
Dice que su Dios y credo han sido Lola Flores. ¿Cómo era su todopoderosa?
Lola había vivido tanto que, aunque murió con 72, llevaba tres vidas por delante. Una mujer que se adelantó a su tiempo. Fue la primera en usar minifalda. Ella hizo un topless con sesenta años y no pasó nada; cuando todavía entonces se veía como el pecado más grande. Tenía carácter, y eran cinco minutos en los que no podía con ella ni la bomba atómica, pero pasados esos minutos decía siempre ‘esto se ha acabado’. Cuando salía al escenario sufría una metamorfosis y era un bicho, pero cuando se quitaba la peineta y la bata de cola era una mujer normal. Era única en lo suyo. Ni cantaba como la Piquer o la Jurado ni bailaba como Carmen Amaya, pero ¡qué es lo que tenía!.
Una de las primeras divas gais, además.
Yo creo que todas. Según me contaba a mí Lola, ya desde Pastora Imperio y su madre La Macarrona. Los primeros clubes gais que había eran los camerinos de las vedettes y las artistas. Era la gracia que no se podía demostrar en la calle. En los camerinos, los teatros y las fiestas privadas, con los modistos en las pruebas, era donde se podía ser uno mismo.
También fue colega de Sara Montiel.
A Sara también la he conocido mucho. Estaba adelantada a esta época. Ten en cuenta que en el año cincuenta ya estaba en Hollywood. Sara empezó a perder un poco la vista. Iba a Oviedo a un oculista muy bueno que le iba parando el glaucoma. Un día vino a casa, un piso normal y corriente que era un primero y, como no veía, ella tocó a todos los timbres diciendo ‘Soy Sara’ [imita su voz] y la gente ‘Por Dios, que está aquí Sara Montiel’.
¿Pertenecía Marujita Díaz a la hermandad del puño cerrado?
Ibas a su casa, abrías la nevera y te encontrabas dos ratones. No era una mujer gastosa. Prueba de ello es que ha dejado una fortuna muy grande para su sobrina Reyes, que era la única heredera que tenía. Ahora bien, era la más graciosa de todas.
¿Isabel Pantoja o Rocío Jurado?
La voz de Rocío Jurado es única e irrepetible para la historia, hasta el día de hoy. Isabel se viste bien, canta bien, se mueve bien. Yo soy más flamenco. A mí me gusta más la parte de más raíces, pero no dejo de reconocer que la voz de Rocío Jurado es la voz del siglo.
“Me hubiera gustado nacer mujer para ser folclórica”. ¿No le basta con ser folclórico?
Me hubiera encantado lucir una bata de cola y vivir la época del flamenco puro. Soy del 45, pero me hubiera gustado nacer en los años veinte.
Se maneja bien con las redes sociales. ¿Qué folclórica cree que sería hoy día la reina de Instagram?
No las veo escribiendo y contándose las cosas. Las veo por teléfono chafardeando.
Su mujer es su vida pero nunca la amó. ¿Eso cómo se come?
Eso se come como si yo viviera contigo. Nos llevábamos muy bien, pero no todo es sexo ni son las mariposas. Según tengo entendido, los amores van acabando. Luego somos dos amigos, que llevamos cincuenta años juntos, que la quiero a morir pero no te puedo engañar diciendo que soy don Juan Tenorio y ella doña Inés. Mariposas no hay.
De hecho, es usted bastante flamenco y siempre ha hecho lo que ha querido.
En la vida no me queda nada por probar. Lo bueno y lo malo. Lo que pasa es que cuando he estado en la punta del precipicio siempre he dado tres pasos hacia atrás. Pero lo he probado todo. ¡Todo!.
¿Sigue conservando el dinero que ganó en Supervivientes “envasado, como el jamón”?
No, yo he luchado mucho para tener una vejez medio digna. Mi plato de potaje y mis cuatro paredes. Tengo mi paguita de jubilado y luego las tres pesetitas que pude ahorrar allí. Ni soy el más rico del cementerio, ni el más pobre debajo de un puente.
Me encanta la forma de hablar popular del Golosina. Es algo que la juventud ha perdido. Hoy todos hablamos un lenguaje prefabricado. Todo un personaje. Gracias por la entrevista.
Totalmente. Es uno de los últimos grandes referentes de la España cañí, sin duda. Gracias a ti por leernos 😉