El Gobierno británico rechaza una petición para prohibir las “terapias reparadoras” de la homosexualidad
El Reino Unido no se convertirá en el próximo Estado europeo en prohibir las dañinas e inútiles “terapias reparadoras” de la homosexualidad. El Gobierno conservador de Theresa May ha rehusado la tramitación parlamentaria de una iniciativa legislativa popular, que había conseguido cerca de 33.000 firmas, con el pretexto de que ya se han tomado todas las medidas necesarias para prevenir el uso de las peligrosas prácticas.
Ofrecer las denominadas “terapias” reparadoras o de conversión seguirá sin ser un delito en el Reino Unido. Una iniciativa popular para ilegalizar estos pretendidos tratamientos se topado con el rechazo del Gobierno británico dirigido por Theresa May. La propuesta, que había alcanzado casi 33.000 adhesiones en la página web introducida para ese fin por el Parlamento, no ha superado las cien mil firmas que obligan al Comité de Peticiones a tomarla en consideración. Un trámite que, aunque se hubiera producido, tampoco habría garantizado la tramitación parlamentaria de la iniciativa popular.
Los autores de la petición advierten sobre los recientes acontecimientos, como la masacre de Orlando o la llegada al poder de Donald Trump en Estados Unidos, que aumentan la sensación de inseguridad en la comunidad LGTB. Frente a esta situación, la prohibición de las “terapias reparadoras” sería un gesto que ayudaría a las personas LGTB a vivir su identidad de una forma más libre. Recuerdan que entre las prácticas que pretenden vetar se encuentran los electroshocks, la inducción al suicidio y la vinculación entre las orientaciones no heterosexuales y los abusos en la infancia, usos proscritos por la comunidad médica y que producen daños con frecuencia irreversibles.
En su respuesta, el ministerio de Sanidad británico reconoce esta evidencia, pero opina que ya han hecho suficiente para luchar contra las prácticas denunciadas. El departamento dirigido por Jeremy Hunt reconoce la inutilidad y el “impacto adverso” de las “terapias reparadoras” y reafirma su “compromiso” contra la discriminación de gais, lesbianas y bisexuales. Recuerda que han trabajado conjuntamente con los asociaciones profesionales de psicoterapeutas y counselors para elaborar códigos de buenas prácticas en relación al trato con las personas LGTB. El Gobierno considera estas medidas suficientes para evitar el uso de las “terapias reparadoras”.
Las “terapias” reparadoras o de conversión han sido ya prohibidas en Malta, que aprobó una ley pionera en Europa el pasado diciembre. En España, el Consejo General de la Psicología emitía hace unas semanas un comunicado en el que recuerda que las intervenciones que prometen “curar” la homosexualidad carecen de fundamento. No es ninguna novedad, pero en estos momentos en los que la promoción de este tipo de intervenciones parece reverdecer en nuestro país (casos recientes como el de la “terapeuta” Elena Lorenzo o las charlas de Jokin de Irala o de Richard Cohen así parecen indicarlo) toda aclaración es bienvenida. Mientras, el Gobierno alemán rechazaba a principios de este mes una propuesta de Los Verdes, en sentido similar a la que hoy nos ocupa, aduciendo que las competencias sobre el control de las prácticas médicas pertenecen a los estados federados y no al Gobierno central.
En Estados Unidos, el uso de las “terapias reparadoras” en menores está prohibido en cinco estados, además de en la capital federal. California fue el primero en hacerlo en 2012, no sin controversia. Le siguieron el también estado de Nueva Jersey (varios meses después), Washington D.C. (cuyo Consejo legislativo aprobó la norma por unanimidad en 2014) y los estados de Oregón, Illinois y Vermont, el año pasado. El último en iniciar la tramitación de una ley en el mismo sentido fue Nuevo México, hace un mes.
“No” rotundo de los especialistas a las “terapias” reparadoras
Precisamente hace un año tenía lugar un histórico pronunciamiento de la Asociación Mundial de Psiquiatría en contra de este tipo de intervenciones, que no solo se han mostrado ineficaces para cambiar la orientación sexual de una persona, sino que resultan muy peligrosas (los riesgos incluyen depresión, ansiedad y comportamiento autodestructivo). Prácticas contra las que ya antes se habían pronunciado numerosas organizaciones profesionales.
Respecto al reto que suponen aquellas personas adultas que movidas por su fe religiosa conservadora acuden por voluntad propia a las consultas para cambiar su orientación sexual, ya desde hace años la Asociación Americana de Psicología recomienda ser “honestos” con ellos respecto a su eficacia, considerando que el objetivo en estos casos debe ser favorecer, sin imposiciones, la aceptación de la propia realidad. Posibles estrategias que sugería Judith Glasshold, la presidenta del comité que en 2009 revisó la evidencia disponible hasta esa fecha, eran insistir en determinados aspectos de la fe religiosa, como la esperanza y el perdón, frente a la condena de la homosexualidad, sugerir el acercamiento a confesiones religiosas que sí aceptan la realidad LGTB o, los casos más recalcitrantes, valorar la adopción del celibato como estilo de vida sin pretender modificar la orientación.