Homenaje a Javier Abil, joven homosexual asesinado en 2014 en Gandía y a cuyo asesino la justicia suavizó la condena al retirar la agravante de homofobia
El Front contra la LGTBIfòbia, colectivo LGTB surgido en las comarca valencianas de La Safor y Valldigna, celebró el pasado 20 de mayo un homenaje a Javier Abil, joven homosexual asesinado en mayo de 2014 en Gandía y cuyo cádaver fue luego desacuartizado. Pese a que el primer jurado que juzgó el caso sí que apreció la motivación homófoba, finalmente ni al asesino ni a los que le ayudaron a deshacerse del cádaver se les ha aplicado la correspondiente agravante. Una historia terrible, que en su momento no recibió la atención mediática que merecía, que hoy rescatamos y que debería hacernos reflexionar sobre lo mucho que nos queda por hacer.
Javier Abil, de 44 años, desaparecía un 5 de mayo de 2014 en la playa de Gandía. Mes y medio después, su cadáver aparecía troceado y semienterrado en bolsas de basura en un paraje del término municipal de Pego, una localidad vecina. La investigación llevada a cabo por la Guardia Civil acabó identificando a los responsables de la barbarie: tres jóvenes de nacionalidad lituana a los que Javier conoció en un local de Gandía y con los que estuvo tomando copas hasta ya bien entrada la madrugada. Posteriormente Javier y los tres individuos se marcharon al apartamento de uno de ellos a continuar lo que parecía una noche más de fiesta.
Ya en el apartamento, según las posteriores sentencias consideran probado, Javier se insinuó a uno de los jóvenes. Presa de un arranque de homofobia, este lo mató a cuchilladas (hasta 13 lesiones por arma blanca se contabilizaron en la autopsia. De hecho, el cuchillo se partió y parte de la hoja quedó alojada en su cabeza). Con Javier ya fallecido, los tres individuos decidieron trocear su cádaver en la bañera de la vivienda. Trasladaron el vehículo del fallecido a otro lugar, para alejar las sospechas, y a lo largo de la mañana del 5 de mayo, tras contactar con un cuarto colaborador (al que le pidieron que consiguiese otro vehículo), se desprendieron del cádaver.
En junio de 2016, tras un juicio con jurado popular, la Audiencia Provincial de Valencia condenó a Aivaras Franskiavicius, que se confesó autor del apuñalamiento y exculpó al resto, a 16 años y 3 meses de prisión. El tribunal apreció la agravante de odio por orientación sexual (concurrió, por otra parte, la atenuante de embriaguez), Curiosa resulta, en este sentido, la argumentación del magistrado presidente del jurado, que entre líneas no parecía muy conforme con la apreciación del jurado: “Cierto que esto pudo ser el desencadenante del desgraciado suceso. Pero no parece más que la muerte de una persona que era homosexual; no parece que estemos ante la muerte de una persona por ser homosexual ni está acreditado motivo de odio alguno por parte de A. hacia J., con el que estuvo tomando copas y en el coche del cual se montó para seguir bebiendo. Parece que una mala interpretación de una acción de Javier obtuvo una respuesta exagerada fatal para su vida».
La sentencia también condenó a los tres individuos que le ayudaron a deshacerse del cadáver y a limpiar el escenario del crimen (Vaclovas Janavicius, Raimondas Masolas y Giedrus Gaizauskas) como autores de un delito de encubrimiento a penas que oscilaron entre los cinco meses y el año de prisión. Los tres quedaron en libertad, de hecho, al haber cumplido ese tiempo en prisión preventiva.
Pero si leves parecen las primeras condenas por esta barbarie, más indignante es lo que sucedió después. El Tribunal Superior de Justicia de la Comunitat Valenciana rebajó 1 año y tres meses la pena de cárcel a Aivaras Franskiavicius al no tener el cuenta la agravante de homofobia. Su abogado defensor alegó que la agresión no se debió a motivos de odio por la condición de homosexual de Javier, sino por las insinuaciones que realizó al condenado, «al tocarle la pierna y los genitales». La sorprendente sentencia argumentó que no quedaba acreditado que el condenado supiera que Javier Abil era homosexual y daba por buena la versión de que “la mala interpretación de una acción de Javier obtuvo una respuesta exagerada y fatal para su vida”.
Al eliminar el agravante de odio, que sí había considerado en su momento el jurado, la condena quedó rebajada a 15 años.
Un caso que no ha recibido la atención que merecía
«La homofobia se merecía un titular», escribía en marzo en Mèdia.cat el periodista y activista Vicent Canet. Un análisis muy crítico del papel que los medios de comunicación jugaron en su momento a la hora de no destacar el componente homófobo del asesinato de Abil. Resulta evidente que tampoco los colectivos LGTB se movilizaron entonces como debieron hacerlo. Nosotros mismos, una web elaborada por voluntarios que tratamos de rastrear las noticias más significativas relacionadas con el ámbito LGTB, no fuimos conscientes de la historia. Nadie la puso en nuestro conocimiento. Demasiados errores, demasiados fallos, de los que todos deberíamos aprender.
De ahí que agradezcamos especialmente al Front contra la LGTBIfòbia su empeño por mantener vivo el recuerdo de Javier. Este colectivo reclama que el Ayuntamiento de Gandía le reconozca en su callejero como víctima de la homofobia y exige que el agravante de odio por LGTBfobia se aplique de forma efectiva por los tribunales de justicia.
Insertamos, para finalizar esta entrada, las declaraciones de Mercé Orpegui, madre de Javier, al periodista Daniel Ardid, que en su canal de YouTube hace además un repaso de lo sucedido. Su testimonio (que entremezcla valenciano y castellano) resulta realmente desgarrador.