Matrimonio póstumo entre Xavier Jugelé, el policía asesinado en París, y su viudo Étienne Cardiles
Según ha informado Le Parisien, Étienne Cardiles ha contraido matrimonio a título póstumo con Xavier Jugelé, el policía asesinado el pasado abril en París en un atentado que fue reivindicado por el Estado Islámico. Jugelé, abiertamente gay, era miembro de la asociación LGTB de policías y gendarmes Flag !, y su pareja Étienne Cardiles (al que se encontraba unido civilmente) fue objeto de atención gracias al emotivo discurso que pronunció en el homenaje que Francia dedicó a Jugelé. Un discurso que Le Monde calificó como “lección de dignidad y civismo”, que dió la vuelta al mundo y del cual nos hicimos eco en su integridad. Ahora Cardiles y Jugelé ya son oficialmente esposos, gracias a una figura legal, la del «matrimonio póstumo», que el Estado francés permite en circunstancias especiales.
La ceremonia de matrimonio entre Cardiles y Jugelé se celebró este martes en el Ayuntamiento del Distrito XIV de París. Fue un acto discreto, que no se anunció previamente, y en el cual estuvieron presentes el expresidente François Hollande (que presidió el homenaje de Estado a Jugelé) y la alcaldesa de París, la socialista de origen gaditano Anne Hidalgo.
Francia es uno de los pocos países que permiten a día de hoy la celebración de matrimonios póstumos, aunque solo en casos expresamente autorizados por el presidente de la República (artículo 171 del Código Civil francés). La fecha oficial de boda es, en este caso, el día anterior al del fallecimiento del cónyuge difunto (en este caso, el 19 de abril). Todo apunta a que fue el propio François Hollande el que, antes de ceder la presidencia a su sucesor Emmanuel Macron, autorizó la boda.
El profundo simbolismo de una boda
La boda de Étienne Cardiles y Xavier Jugelé, además de una ceremonia que en el plano privado muy posiblemente haya confortado a Cardiles y a los seres queridos de ambos, supone además un espaldarazo simbólico al matrimonio igualitario, cuyo proceso de aprobación en Francia ha sido el más convulso de entre todos los países que lo han hecho por vía parlamentaria, debido a la fortísima oposición de la derecha política y social francesa. Nunca hasta entonces las fuerzas homófobas se habían organizado de una forma tan efectiva, dando lugar al nacimiento de fenómenos como La manif pour tous o Sens commun, su articulación política, que fue capaz por ejemplo de situar al homófobo François Fillon como candidato de Los Republicanos, el principal partido de la derecha francesa, a las elecciones presidenciales en lugar del moderado y mucho más favorable a los derechos LGTB Alain Juppé (una elección que vista de forma retrospectiva seguramente costó la presidencia a Los Republicanos).
Por no recordar lo que sucedió en su momento, cuando cientos de miles de manifestantes se movilizaron con un discurso muy duro mientras florecía un ambiente inaudito de crispación y violencia, hasta el punto de que las agresiones homófobas se incrementaron en un 78% durante ese periodo. Locales de ambiente violentados, constantes enfrentamientos con la policía, la jerarquía católica culpando a las víctimas de ser los causantes de la violencia, la agresividad en los discursos de los políticos opuestos al proyecto de ley sobrepasando todas las barreras… La amenaza de la entonces portavoz de la Manif pour tous, la cómica Frigide Barjot, de que correría la sangre, se convirtió en realidad. En dosmanzanas tuvimos que informar de agresiones como la sufrida por una pareja gay en París, la muerte por una paliza de un joven antifascista y participante en manifestaciones contra la discriminación o ataques a militantes LGTB por parte de fanáticos.
Hoy todo aquello parece un mal sueño, pero sucedió en realidad y dejó un poso de odio que costará mucho eliminar. De hecho, según una encuesta conocida poco antes de que Hollande abandonase la presidencia, los franceses solo «salvan» dos de sus logros: la lucha contra el terrorismo y la aprobación del matrimonio igualitario, ambos con un 54% de apoyo. Este último, de hecho, es considerado por la mitad de los franceses como el logro principal de su presidencia.