De lo sobrenatural a la naturalización del lesbianismo: críticas de «Mis noches en el Ideal Room» y «La Esencia» y entrevista a Mila Martínez
Pese a estudiar derecho, Mila Martínez tiene en la literatura su principal pasión. Con No voy a disculparme (2009), dio comienzo a una serie que también incluye Tras la pared (2010), Autorretrato con mar al fondo (2011) y La daga fenicia (2013), todos ellos en el marco de la editorial Egales, que también ha publicado sus dos primeras novelas externas a dicha saga: Mis noches en el Idea Room y La Esencia. A estas dos últimas, que vuelven a combinar intrigantes tramas con apasionados romances, me dedico hoy.
Mis noches en el Ideal Room (2016) nos traslada al mayo valenciano de 1937, que acoge por arte de magia tanto al lector como a la protagonista de la primera novela de Mila Martínez independiente de la serie iniciada con No voy a disculparme. Su protagonista es una fotógrafa y madre soltera a la que la mítica cámara Leica traslada al pasado, permitiéndole conocer a la famosa fotógrafa de guerra Gerda Taro (1910-1937, pareja personal y profesional de Robert Capa y primera fotoperiodista que cubrió un frente de guerra), así como a otros personajes históricos que la autora retrata con gran fidelidad, respetando con exactitud los detalles que se conocen y rellenando los huecos con sensibilidad. Así, la crudeza de la guerra se entremezcla con los bohemios encuentros en el Café Ideal Room (recreado a partir de documentación de la época), así como con una historia de amor tan bella como a todas luces imposible. Jugar con el tiempo siempre es peligroso y un servidor encuentra conflictos en el trato del mismo, pero, seamos sinceros, no más que en la popular serie El Ministerio del Tiempo o en la mayoría de obras culturales que giran en torno a tan complejo concepto. Dejando eso de lado, la novela resulta muy entretenida a la par que un interesante viaje a un tiempo (valga la redundancia) y un lugar del que nunca conoceremos suficiente considerando la relevancia que tuvieron en nuestro presente. Nos encontramos además ante un merecido homenaje a la mentada Gerda Taro, una de tantas figuras femeninas maltratadas por la historia.
En la otra cara de la moneda, La Esencia (2017) es una obra de fuerte carácter contemporáneo, al situar a sus protagonistas (cinco amigas a las que la perfecta descripción de las primeras páginas convierte en nuestras amigas al instante) en un misterioso complejo enológico donde conviven investigaciones científicas y ritos satánicos. La escritora pertinaz Samoa, la científica superdotada Ronda, la anestesista maniática Marisa, la empresaria frívola Lola y la investigadora excéntrica Noelia, tal y como las describe la contraportada, son muy diferentes, pero una fuerte amistad las lleva a luchar las unas por las otras aun cuando los secretos desvelados y las traiciones inesperadas aguardan a la vuelta de la esquina. Al igual que Mis noches en el Ideal Room, La Esencia combina una trama misteriosa y sobrenatural con un apasionado romance lésbico entre una mujer cerrada al amor a raíz de un triste pasado y otra ávida de avivar la llama de su pasión, relación que la autora retrata con la justa medida de sensible romanticismo y sensual fogosidad. El resultado es una entretenida novela de misterio donde la sexualidad de los personajes es lo de menos pese a estar perennemente presente. Aunque quizá algo estirada, la trama atrapa al lector desde el primer momento, tanto por la intriga desplegada como por el carisma de las cinco protagonistas, de forma que sus más de 300 páginas pasan volando… y dejan incluso ganas de más.
Mis noches en el Ideal Room y La Esencia nos recuerdan que el romance lésbico no es en absoluto un género estigmatizado, sino que el mismo puede tener cabida en historias colmadas de intriga, aventura y fantasía. De esta forma, Mila Martínez recurre a esferas sobrenaturales para normalizar la homosexualidad sin necesidad de regodearse demasiado en la homofobia pese a que esta esté irremediablemente presente. La autora sitúa mujeres adultas en el corazón de la acción, tornándolas en repentinas heroínas con las que lectoras y lectores empatizarán rápidamente al ser estas tan humanas y cercanas. Algunos acontecimientos se antojan previsibles, sí, pero otros sorprenderán al más versado; como la vida misma, a fin de cuentas.
A continuación, os dejo con mi entrevista a Mila Martínez, autora de Mis noches en el ideal Room y La Esencia.
¿Qué te atrajo de los personajes y acontecimientos reales que abordas en Mis noches en el Ideal Room?
La atracción hacia ese período histórico y, en concreto, hacia el lugar donde transcurre la acción nació por el convencimiento de que un porcentaje muy importante de la población todavía ignora lo que ocurrió realmente en Valencia, mi ciudad, en aquella época. Se ha hablado con frecuencia del “Levante feliz”, refiriéndose a la Valencia de la retaguardia durante la guerra civil, pero lo que mucha gente no sabe es que durante toda la guerra hubo bombardeos, cañoneos y alarmas prácticamente diarios en la ciudad. Aunque la población intentaba vivir con todas sus fuerzas a espaldas de la guerra, el terror estaba siempre presente. La idea de la novela surgió tras leer el trabajo de investigación en que se basa una parte del libro, que, por cierto, fue elaborado por mi mujer para conseguir el Diploma de Estudios Avanzados en Comunicación. El trabajo hablaba sobre los bombardeos en la ciudad de Valencia durante la guerra civil española recogidos por la Revista Crónica y otras revistas gráficas de la época. Se me ocurrió entonces ambientar la acción de la novela en esos diecisiete días de mayo de 1937. Por otra parte, te habrás dado cuenta de que, junto a personajes femeninos como Dolores Ibárruri y el grupo de Mujeres Libres, o masculinos como Ted Allan, el personaje real de presencia más constante es Gerda Taro. En este sentido, quise hacer un homenaje a una de las fotoperiodistas más importantes que documentó nuestra guerra civil para revistas francesas como Vu o Regards. Gerda Taro, muerta a los veintiséis años por un accidente en la batalla de Brunete, es conocida por haber sido la pareja del reportero Robert Capa, al cual se achacan la mayoría de fotografías hechas por los dos. De hecho, el nombre de Robert Capa lo idearon para crear una imagen muy americana que pudiera dotar de éxito a las fotos hechas por el equipo formado por ambos. En realidad, el fotógrafo húngaro Robert Capa se llamaba Endre Friedmann y ella, alemana, Gerta Pohorylle. Era muy difícil identificar las fotos hechas por uno u otra, ya que se intercambiaban constantemente las cámaras. Esto, unido al hecho de la muerte temprana de Gerda y que se atribuyera la autoría de casi todo el trabajo a él, me empujó a realizar este homenaje a la fotoperiodista, aprovechando la ocasión de que se encontrara, en el momento histórico en que se desarrolla la novela, sola en Valencia. Por otra parte, pienso que un país que da la espalda a su historia está condenado a repetirla, así que creo que tenemos la obligación de recordar el pasado.
¿En qué se diferencia el uso de personajes reales del de personajes ficticios?
La introducción de personajes reales supone un riesgo enorme. Me ha obligado a una documentación minuciosa, ya que mi deseo era ser fiel y respetuosa con ellos y con la historia, aunque haya acabado de perfilarlos con la imaginación o haya rellenado los huecos que la documentación no aporta. Por el contrario, los personajes ficticios dependen únicamente de la mente de quien los crea, con lo que el trabajo se dirige a darles una buena dimensión y dotarlos de coherencia.
¿Cómo te documentaste de cara al periodo histórico de Mis noches en el Ideal Room? ¿Qué es real y qué no?
La documentación ha sido extensa. Además del trabajo que he indicado, he consultado muchísimas fuentes. Entre otras, “Valencia 1931-1939. Guía urbana de la ciudad en la 2ª República”, o la “Colección de la guerra civil en la Comunidad Valenciana”, de la Editorial Prensa Valenciana, que tiene dieciocho tomos. También tengo escaneada la totalidad de “El Mercantil Valenciano, Diario Republicano de Izquierdas” durante el período completo de la guerra civil. Esto me ha permitido ser fiel a los acontecimientos reales, incluso hora a hora, y los pequeños detalles consiguieron reproducir en mi imaginación, en 3D, la Valencia de la época. La mayoría de las cosas que cuento sucedieron realmente en ese día preciso y en esa hora concreta. Otras, como pueda ser la reunión del colectivo de Mujeres Libres, ocurrieron probablemente a lo largo del período de la guerra civil, aunque no exactamente en el día o ubicación que yo asigno en la novela. En cuanto a Gerda Taro, estaba exactamente allí en los días indicados y la labor que desempeña en la novela aparece documentada en muchas de sus fotografías, las cuales, por otra parte, forman parte de La maleta mexicana, esa gran colección de fotografías de Taro, Capa y Chim que se salvó de las garras de los vencedores de la guerra. Respecto a los personajes de ficción, solo una curiosidad: el personaje de Daniela se basa en la abuela de mi mujer. Su padre era hijo póstumo, ya que su abuelo, guardia de asalto, murió en la guerra cuando su abuela estaba embarazada. Aunque, por desgracia, esta no fue protagonista de una historia de amor como la que describe la novela.
¿Y cómo surgió la idea de La Esencia?
Me apetecía escribir algo con un componente de suspense, con una trama que entretuviera pero que, a un tiempo, pusiera sobre el tapete ideas como la de que el fin no justifica a los medios; una trama que además contuviera aventura y una marcada defensa de la amistad. Y, con todo, que demostrara que un amor tan potente no puede permanecer oculto toda una vida.
Tal y como le preguntan a la protagonista en el libro… ¿hay algo de realidad en la maquiavélica trama de La Esencia?
Quién sabe… ¡Es broma! Por descontado, todo es producto de mi imaginación, incluida la bodega en la que se desarrolla parte de la trama, que aúna características de bodegas que conozco de la Comunidad Valenciana.
¿Cómo fue el proceso de creación de las cinco protagonistas de La Esencia? ¿Quiénes nacieron antes y quiénes después? ¿Cambió algún personaje durante la escritura?
Las primeras en nacer fueron las protagonistas más patentes: Samoa y Ronda, cuya historia de amor ya tenía dibujada en mi cabeza. Las otras tres nacieron pronto, ya que lo exigía la historia. La verdad es que, aunque tengo el perfil de todos los personajes muy claro desde el principio, van evolucionando conmigo a medida que se construye la novela bajo mis dedos. Aun siendo obras lésbicas, tus obras son ante todo novelas de misterio colmadas de misticismo, ¿te sirve lo sobrenatural para abordar el lesbianismo con naturalidad? Todo me sirve para abordar el lesbianismo con naturalidad. De hecho, mis novelas no hablan en absoluto de la opción sexual de mis personajes, la trama no gira en torno a este tema. La normalización viene porque la opción sexual es un rasgo más de los personajes y lo que centra el interés es lo que ocurre en la historia, sea real, ficticio, paranormal o de lo más anodino.
¿Qué surge primero al escribir, el romance o el misterio?
Creo que todo viene a mi mente un poco a la vez. Yo no soy escritora de página en blanco. Cuando me siento a escribir tengo ya muy claro de donde parto y hacia donde voy. A lo largo del tiempo invertido en escribir la novela van surgiendo esos caminos que se entrelazan y desembocan en el final buscado.
¿Por qué es importante que las lectoras homosexuales (y todos los lectores, por supuesto) dispongan de literatura lésbica cuyo centro rotatorio no lo constituya necesariamente el amor o la propia homosexualidad?
¿Le harías esa pregunta a una escritora cuyos personajes fueran heterosexuales? ¿Es importante que las lectoras heterosexuales dispongan de literatura heterosexual cuyo centro rotatorio no lo constituya necesariamente el amor o la propia homosexualidad? En uno y otro caso, estaríamos hablando de novela rosa, romántica o erótica. Pues ahí está la clave. Los géneros y las temáticas de las novelas son variadísimos independientemente de la opción sexual de sus personajes. Y lo ideal sería que todo el mundo leyera de todo y lo disfrutara. El hecho de que haya novelas en las que algunos personajes nos permitan identificarnos más con la historia debido a su opción sexual es lo que ha causado que se hable de la mal llamada “literatura LGTB”, cuando en realidad los autores y autoras que escribimos novelas con personajes diversos somos un grupo bastante heterogéneo, como ocurre con los escritores y las escritoras cuyas historias las nutren personajes heterosexuales.
¿Qué libros, LGTB o no, cuentas entre tus referencias?
Uf, imagino que todo lo que he leído me ha influido de alguna forma. Por darte algún nombre te diría que Alejandro Dumas, Henri Charrière, Irving Wallace, Ira Levin, Mario Puzo, Stephen King, Gabriel García Márquez, Isabel Allende, Isaac Asimov, Matilde Asensi, Gun Brooke…
¿Cuánto hay de ti en las protagonistas de tus novelas?
Mucho. En todo lo que escribimos dejamos nuestra huella, revelamos un poco de nuestra intimidad. Hay muchos personajes que tienen cosas mías y que quienes me conocen identifican muy bien. Otros tienen rasgos de gente que me ha llamado la atención, por lo bueno y por lo malo. Creo que las personas que escribimos hacemos vivir a nuestros personajes experiencias que nos gustaría tener, de alguna forma volcamos nuestros deseos en ellos.